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miércoles, 4 de noviembre de 2015

BENDITA SEA TU PUREZA


 
El cuerpo se hace presente en la medida en la que va desapareciendo. Mientras anda, come, respira, digiere, eyacula, y realiza todas las funciones que se le suponen, a menudo pasa desapercibido para nosotros, transcurre el tiempo y no nos detenemos a pensar en él, no se posa en él nuestra mirada. Sin embargo, desde el momento en el que su maquinaria comienza a fallar para irse deteniendo poco a poco es cuando realmente hace acto de presencia y nos ocupa nuestra atención la mayor parte del tiempo de nuestra vigilia y se convierte en el principal motivo de nuestras pesadillas.
Cuando llega un momento así se siente uno indefenso, a merced del otro. De nuevo vuelve uno a ser el niño aquel que se dejaba hacer para que fuera tu madre la que llevara la iniciativa, la que te desnudaba, lavaba y vestía mientras te recitaba “bendita sea tu pureza y eternamente lo sea pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza”. Ya no hay pureza, ya no hay belleza, el cuerpo se encuentra ajado, ha habido un deterioro rápido que lo ha vuelto mustio, triste, deslucido, marchito. Uno en la madurez recupera sensaciones y emociones de esa infancia y entonces junto a esa decadencia es capaz de incorporar recuerdos placenteros y disfrutar de ellos en este presente.
Siento como después de ducharme me arropan cuidadosamente con la toalla para que no coja frío y me viene a la memoria aquel niño pequeño en el cuarto de baño de su casa, feliz viendo pasar el tiempo sin más. Noto el masajear de unas manos sobre mi espalda extendiendo la crema para evitar que mi piel se estropee. Desnudo me encuentro en esas manos sintiendo que la vida ha dado un giro y que yo, ahora, soy niño y abuelo a la vez, soy padre e hijo, vida y muerte, alfa y omega. En un bosque de tristezas gozo de esos momentos de luz y, por ello, me siento afortunado. Soy cuerpo limitado pero cuerpo querido, cuerpo que se aleja a la deriva hacia su final percibiendo a la vez como la vida continúa y ese seguir va en la misma piel que parece marchase. Voy dejando sueños a mi espalda para que alguien, si quiere, mañana me siga el rastro.

1 comentario:

  1. Tu fuerte experiencia nos ayuda a otros a entender mejor algunas nuevas sensaciones. Gracias por esa mística de diario. Jesús

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