Que fácil es
ser solidario del clic. Mostrar con orgullo ese dedo índice que tantos
manifiestos digitales ha firmado.
Qué fácil es
tener la nómina segura a final de mes y a buen recaudo y criticar el injusto
reparto de la riqueza en el mundo.
Que fácil es
compartir un retal de la capa mientras el resto me abriga confortablemente.
Que
fácil es celebrar las lisonjas mientras que las debilidades se mantienen
calladas.
Que
fácil es querer a distancia y que difícil hacerlo transformador, regenerador y
nutriente en la cercanía.
Que
fácil es colgarse una etiqueta y vivir de ella y que difícil que tu vida sea un
todo.
Que
fácil es reclamar derechos adquiridos a este lado del mediterráneo y que
difícil ver sus consecuencias más allá del bienestar que nos provocan.
Que
fácil es sentirse conmovido por las escenas de hambre, violencia y abandono en
televisión sabiendo que segundos después podrás llevarte tranquilamente una
cucharada a la boca y que difícil sacrificar parte de tu comodidad para
solucionar problema.
Que
fácil es delegar mi responsabilidad en un voto y satisfacer mis ansias de protesta
en una charla de café y que difícil desmarcarte del rebaño y levantar tu voz en
la plaza pública.
Que
fácil es resguardarte en la hipocresía y qué difícil desnudar tus vergüenzas
ante los demás.
Que fácil es proclamar encendidamente lo que hay que hacer y que difícil hacerlo de verdad.
Que fácil es proclamar encendidamente lo que hay que hacer y que difícil hacerlo de verdad.
De todo ello yo me acuso, pero matad al mensajero si
es necesario pero no al mensaje. Quedaos con la verdad de lo que se dice no con
la falacia de quien lo dice. Propagad el mensaje reconociendo vuestro doblez si
es necesario.