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martes, 29 de agosto de 2017

HABLAR POR HABLAR




La globalización no es buena ni es mala, es sencillamente inevitable. Podemos plantearnos  como gestionarla pero nunca negarla sin más. El término “anti globalización” es un absurdo planteado en su literalidad como movimiento social de transformación; puede ser de alguna manera comprensible tratado como movimiento personal por el cual alguien decide adoptar un modo de vida contrario al dominante, movimiento que puede llegar a ser grupal siempre que cada uno de sus miembros adopte un modo de vida similar. Taparse la cara, romper escaparates o incendiar coches no va contra ningún sistema únicamente forma parte de la sección bárbara y un tanto descerebrada que todo sistema necesita para justificar ciertos niveles de represión. Esos jóvenes, una vez se deshacen de la máscara vuelven a ser tan integrantes del sistema como el resto más allá de la retórica que puedan esgrimir.
El movimiento antideslocalización, planteado como formando parte de ese otro mayor llamado anti globalización no pasa de ser una farsa. Pelear esa batalla, en justicia, sería combatir los derechos humanos y sociales de los trabajadores adonde han ido a parar las plantas de producción. Reivindicar su vuelta atrás en el fondo es demandar que la realidad permanezca tal cual, un Norte pudiente y desarrollado y un sur pobre y sobreexplotado. La globalización nos exige dos cuestiones:

·             La adaptación de las fronteras a ese mundo globalizado y la unión formal de los movimientos sociales capaz de enfrentarse a las nuevas problemáticas que surgen con la globalización. Los movimientos nacionalistas hoy no dejan de ser una iniciativa del pasado rancio  e inoperante vestida con ropas transgresoras de actualidad. La globalización exige recuperar de hecho el concepto de internacional mucho más allá de una retórica vacía. El internacionalismo ha de suponer una reestructuración de las relaciones internacionales económicas y de poder, que, de alguna manera, nos va a exigir un decrecimiento en el consumo de recursos naturales y un apoyo en el crecimiento de las infraestructuras económicas de los países más atrasados.

·             El empobrecimiento que puede suponer esa deslocalización debe intentar corregirse con la solidaridad, con el compartir. El empobrecimiento debería ser de todos pero empezar por aquellos que más tienen. Los fondos de solidaridad debería ser una práctica habitual en una sociedad como la nuestra, pero somos una de mucho hablar y poco hacer. Hacemos la revolución pero tranquilamente sentados en el café, toda acción social debe de ser cosa del Estado que nunca nos debe afectar al bolsillo, al menos al nuestro.

 Tomemos nota, llevémoslo a la práctica, pero ¡ojo! mi bolsillo el último.


viernes, 25 de agosto de 2017

Decir te quiero





Resulta contradictorio que en un país que se autodenomina como mayoritariamente católico y que tiene entre los mandamientos fundamentales el de “amarás a tu prójimo como a ti mismo” sea tan extraño escuchar un “te amo”. Hablar de amor es hacerlo de palabras mayores, decir te amo se encuentra reducido al ámbito de lo privado, fuera de esa intimidad sólo se generaría en esa persona un estado de perplejidad. Una declaración de amor viene a ser un propósito de vínculo que difícilmente puede extenderse más allá de una persona. Decir amor puede ser generar equívoco, provocar trastorno, incluso infelicidad; quizás el principal motivo para el uso escaso de esas palabras puede radicar en una triste realidad: raramente nos amamos a nosotros mismos, para intentar resolver esa contradicción es por lo que hemos buscado un sinónimo cuyo compromiso sea menor, que podamos decir alegremente sin vernos implicados por ello en una relación mayor, y aún así que poquitas veces decimos un te quiero, que poquitas veces lo escuchamos. Querer puede excluir el enamoramiento y puede resultar sinónimo de un término de afecto aún menor: el cariño, y aún así, insisto, que poco lo decimos, vivimos en una sociedad en la que mostrar afecto es difícil. Vivimos en la superficie, nuestro interior permanece vedado, solo la verbalización de nuestro pensamiento puede que nos haga conscientes del mismo; ese interior puede que nos resulte desconocido también a nosotros mismos si somos incapaces de transformarlo en palabras y gestos. Puede ser aquí donde encontremos el verdadero antisistema, el que evita la apariencia capaz de ser mercantilizada, el que se abre y es capaz de expresar su verdadero e indomable interior.


Propongámonos ser capaces de querer y ser capaces de expresarlo, de hacerlo en nuestros distintos ámbitos y distintos niveles, el del amor, el de cariño, el del deseo. Ninguno de ellos ha de avergonzarnos, únicamente es conveniente elegir el momento  y la forma. Es triste que uno pueda morir sin haber oído nunca un te quiero y es triste que uno deje pasar momentos importantes de su vida sin ser capaz de verbalizarlo y expresarlo de alguna manera, de hablar, de besar, de abrazar, de acariciar. Esa madre que hubiera pasado el día revoloteándole mariposas en el estómago si nos hubiéramos atrevido a pronunciar dos palabras tan simples, esos hijos que quizás hubieran roto sus barreras si hubieran crecido en un mundo de besos y palabras de amor, esas decisiones que hoy podemos lamentar no haber tomado. Querer a esa amiga que te lleva siempre a la risa y no dejar pasar la ocasión de decírselo, como a aquellos amigos y amigas que siempre saben estar en el momento justo, las que reaparecen  de pronto en tu vida abriendo espacios de felicidad.


Decir te quiero, sintiéndolo, es vivir el ahora. Escuchar constantemente tu interior y exteriorizarlo, descargar nuestro fuero interno y, de alguna manera, liberarnos, desprendernos  de esa carga que se nos va acumulando y taponando nuestra capacidad de expresión, nuestra libertad de pronunciarnos. En la medida en que seamos capaces de manifestar esa interioridad inhabitual y a veces dura lo seremos también para reivindicar nuestra minoría, para no temer quedar señalados. Decir te quiero, es también ser capaces de vincularlo al placer y al dolor, a la noche y al día, decirlo desde el gozo o de la tristeza, manifestarlo como la alegría de la vida o como la petición de perdón por tanto silencio. Decir te quiero es utilizar tu cuerpo, ser capaz de decirlo con una mirada, con una caricia, con un beso, superar tu espacio íntimo para invadir, sin agresión, el del otro. Lo importante del te quiero no es lo que consigues a cambio de la otra persona sino lo que consigues para ti mismo: la libertad, la felicidad de ser quien, en el fondo, siempre quisiste, la satisfacción de atreverte a mostrar tu yo.




martes, 1 de agosto de 2017

Memento morí





Seguro que más de uno recordará estas palabras y su origen, el siervo que tras el general que entraba victorioso por las calles de Roma en medio del clamor popular le recordaba una y otra vez que nunca olvidase que sólo era un hombre, un mortal, que todos esos vítores nunca le hiciesen creer que era un dios. Son quizás las palabras que con más frecuencia se hacen presentes en mi vida y ahora, al verlas tatuadas en el brazo de una persona muy querida, esa presencia se me ha agudizado.
Memento morí, recuerda que eres mortal, simplemente un hombre. No te dejes endiosar por los méritos conseguidos, estás hecho de la misma materia que el resto de los mortales, únicamente eres una amalgama de células, tu sangre también es roja y dejará de circular por tu cuerpo cuando mueras. Eres humano y habitas con ellos y dónde ellos. Tu Olimpo es artificial y podrá ser destruido por aquellos que pretendes mantener alejados de ti. Se abalanzarán sobre ti y descubrirás de golpe que tienes las mismas debilidades que aquellos que te golpean. El engreimiento es la mayor de esas debilidades. No perteneces a otra casta, tu linaje es sólo un artificio. Mira de frente a aquellos que contemplas desde arriba. Los ves, son como tú, con tus mismas necesidades, aquello que has conseguido no te convierte en mayor, en más grande, en intocable. Tienes la misma bajeza y la misma pequeñez, perteneces a ese pueblo llano, tus méritos no son solo para ti, sino también para ellos; en la medida en que te distancias no eres consciente que desapareces, te vuelves insignificante, sólo existes en la medida en que eres consciente de tu condición mortal. No olvides nunca que en la medida en que dejas de ser sencillo y humilde dejas de percibir muchas cosas importantes de la vida, las anteojeras que la soberbia te pone te impedirán ver todo aquello que para tu condición social pasa desapercibido, la mayor parte de la vida y la existencia de tus conciudadanos del mundo.
 Memento morí, recuerda que eres mortal, simplemente un hombre. Hoy te encuentras en lo más alto pero mañana caerás. Donde hoy has acertado mañana puede que yerres. La vida puede convertirse en un devenir tortuoso, lo que ayer fue dulce hoy puede ser amargo, donde saltabas de alegría hoy te inunda la tristeza. Naciste frágil y frágil morirás, la fortaleza debe residir en tu espíritu. Que no te invada la soberbia cuando venzas, como tampoco debe cundir el desánimo cuando caigas vencido. Te alzaste sobre ellos, mañana caerás a sus pies. Caes, levántate, duermes, despierta, lloras, ríe, temes, tranquilízate, retrocedes, avanza. Tu cuerpo no es una coraza, puede que mañana lo veas desmoronarse. Pilota si puedes un cuerpo desmadejado, mantén tu luz aunque la oscuridad te inunde, que esa luz sea también la de todos. Simplemente un hombre, todo un hombre.
 Memento morí, recuerda que eres mortal, simplemente un hombre. Morirás, aprovecha tu vida, aprovecha el momento, carpe diem. Naciste mortal, aprovecha cada instante de tu existencia. Tienes tantas cosas por hacer, tanto por ver, tanto por descubrir. Es hoy cuando puedes dar ese paso, no lo aplaces, no lo dejes para mañana. La vida está hecha de presentes. Es el presente de hoy el que te va a forjar el presente del mañana, no dejes que el tiempo haga las cosas por ti, sé protagonista de tu momento, responsable de tu quehacer; vive la vida, no desperdicies la ocasión que esta te brinda. Sonríe siempre qué puedas, acaricia, besa, acompaña, ríe pero también llora cuando sea necesario. Vivir no es solamente el momento de placer sino también, a veces, el del sufrir, la alegría y la tristeza. Son esos altibajos de emociones los que te forjaran como persona.
Memento morí, recuerda que eres mortal, simplemente un hombre. Nunca olvides que llegará el momento de morir. La muerte forma parte de la vida, marca el momento de llegada en el que has de estar satisfecho con lo que has hecho. No temas ese momento, afortunadamente el hecho de vivir no es eterno. Será inevitable la tristeza por todos aquellos que dejas atrás. Que la despedida no te llegue con perdones sin pedir. No somos perfectos, con frecuencia recordarás tus errores, el paso del tiempo te hará imposible corregirlos pero al menos muestra que has sido consciente de ellos y que esa conciencia te ha otorgado la humildad suficiente como para llegar al final con la generosidad necesaria como para disculpar los agravios recibidos y pedir disculpas por los realizados. En la vida harás daño sin desearlo, incluso queriendo a la otra persona, que las lágrimas que puedas verter por ello sirvan para recibir esa indulgencia. Que cuando te vayas el recuerdo que quede de ti en los otros sirva para endulzar tu ausencia y pueda orientar en parte su camino.


Memento morí, recuerda que eres mortal, simplemente un hombre. Grábatelo en ti.