La decisión de Alain Cocq,
afectado de una rara enfermedad degenerativa, hoy por hoy incurable, y en un
momento de sufrimiento extremo de dejarse morir renunciando a su alimentación
ha supuesto una removida que se ha visto acrecentada al acompañarla con otra
decisión, la de mostrar en directo su deterioro final a través de Facebook,
emisión que la red social en el último momento ha impedido. Fue el conocimiento
de esta noticia lo que hizo que me pronunciase apoyando su postura y
manifestando mi coincidencia, en buena medida, con ella. Podría ser que la
manera de hacerlo no haya sido la más adecuada y es por eso por lo que generó cierto
revuelo.
He de agradecer en primer lugar,
por supuesto, las muestras de apoyo y cariño. Me duele haber generado malestar
y dolor entre la gente a la que quiero. Comprendo que la muerte es una
despedida sin retorno, imagino que esto es lo que verdaderamente causa dolor,
no la muerte en sí que no es sino un momento más de nuestra existencia. Junto a
ese factor negativo existe, sin duda, otro positivo, la muerte puede suponer un
descanso del sufrimiento físico y psíquico, sufrimiento que no siempre puede
ser paliado.
El tiempo es relativo y anunciar
algo sin poner fecha al acontecimiento, especialmente si este es malo, es fácil
que se piense en su inmediatez. En este caso no es así; desde hace años
defiendo la eutanasia y el suicidio asistido y aún me encuentro aquí. He
manifestado que echaría mano de alguna de estas opciones si la enfermedad me
llevara a una situación insoportable o se uniera a ella algún tipo de demencia
como, por ejemplo, el Alzheimer. No hablo ni de cobardía ni de egoísmo, hablo,
fundamentalmente de no ser una carga para mis seres queridos y que me quieren.
La carga es evidente cuando se quiere. Tampoco hablo de depresión, durante la
vida creo que hay que mantener un punto importante de alegría, creo que mi
papel ahora es dar testimonio de que esto es posible. Por muy enfermos que
estemos no tenemos derecho a amargar a los otros. Pero mantener esta alegría en
una situación como es en la que me encuentro no deja de ser un esfuerzo, no me
privéis de la libertad de poder decir basta en algún momento. No confundáis el
amor y lo convirtáis en una condena.
Ha llamado mucho la atención que
Alain Cocq haya decidido retransmitir en directo su muerte, cosa que al final no
ha sido posible. Quizás no, pero todo depende de cómo se mire. Alain no
pretendía convertir su muerte en un espectáculo ni generar morbo, su intención
era utilizar la red y también los medios de comunicación para dejar en
evidencia al poder, su insensibilidad y cerrazón. Su pretensión era mostrarse
como un mártir que ha producido esa insensibilidad. Cuando yo pienso en ese
momento no comparto nada parecido a un reality sow pero sí la utilización de
los medios. Mi deseo es pasar mis últimos momentos en la intimidad con mis
seres queridos. Todo siempre en la suposición de que en esos momentos no haya
leyes que regulen todo esto o yo quede fuera de la aplicación de esas leyes.
¿Por qué dejar de comer y beber?
Porque tanto él como yo no podemos mover parte alguna de nuestro cuerpo salvo
la cabeza. Tendríamos que recurrir al suicidio asistido que está igualmente
penado por la ley y que castigaría a la persona o personas que nos ayudaran a
morir. Ante la falta de autonomía sólo nos queda la posibilidad de dejar de
comer, y de beber si se quiere que el proceso sea más rápido. En mi caso creo
que dejar sólo de comer da más tiempo para denunciar la situación.
Pero la vida da muchas vueltas. Quién
sabe si es la muerte la que vendrá a por ti antes de que seas tú el que vayas
hacia ella, o cambien las circunstancias y esa mudanza te haga cambiar de
opinión. Quien sabe. Sólo deseo que si llegara el momento respetéis mi decisión
sin dramatismo y, si es posible, con buen humor; y a los que cargando con las
tablas de la ley, se atreven a juzgar, yo les pediría la posibilidad de que me
permitan rogar a su Dios que aparte de mí ese cáliz.
Pero el momento no ha llegado.