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miércoles, 24 de abril de 2024

LA MUERTE

 





La muerte no es la otra cara de la vida, la muerte forma parte de la vida. Valoramos el concepto vida desde el nosotros mismos. La vida parece que comienza con nuestro nacimiento y concluye con nuestra muerte, no importa que durante ese proceso ese suceso se produzca continuamente en nosotros, mueren células, tejidos, órganos… pero parece que sólo hay muerte cuando esta termina con el ser completo que somos nosotros. Somos seres con un proceso continuo en nuestro interior de nacimiento y muerte, del mismo modo que podemos decir de ese nosotros que formamos parte de un ente en el que en su interior ocurre esa sucesión de acontecimientos. Somos materia orgánica y nuestra muerte viene a transformar esa en nueva materia orgánica que ayuda a generar nueva vida. Esa nueva vida no sería posible  si no muriésemos. Hay un ciclo de la vida del que formamos parte. Morir es continuar viviendo aunque formando parte de otros seres, de otros reinos, de otras familias. Ese es el mayor sentido de nuestra vida, formar parte de ese ciclo, trabajar porque el reino de la vida permanezca. No somos los reyes de ese reino, somos unos mas de sus habitantes. No somos los reyes de creación alguna, en todo caso somos colaboradores de la misma, de su mantenimiento. La vida nos supera, nos sobrepasa, somos una parte infinitesimalmente microscópica de esa vida. Morir es un momento evidentemente triste, pero lo fundamental es qué hacemos para mantener de modo limpio y permanente ese Reino de la vida del que formamos parte y que nos supera.

lunes, 5 de diciembre de 2022

CONFESIÓN




Puede que todo ser humano encierre dentro de sí varias personas, personas que pone de manifiesto según el lugar en el que se encuentre. Quiero suponer que más allá de estas personas públicas, o personajes, siempre hay, o puede haber, una que permanece oculta, cuyo diálogo se limita a un monólogo interior que a menudo se superpone al habla sin llegar a articular sonidos. La pregunta que uno puede hacerse es si el motivo por el cual esta cara permanece en secreto es porque puede desmentir, de alguna manera, la imagen pública que tienen de uno.

Es posible que la imagen que algunas personas tienen de mí sea algo cercano al héroe, casi la perfección, alguien que pese a mi triste estado físico nunca se queja, que permanece siempre con buena cara, alegre, con un discurso positivo y mostrando una actitud estoica ante la vida que me ha tocado en suerte, con una más que valorada fortaleza ante las desgracias y dificultades con las que me he ido encontrando. ¿Se mantendría esa opinión sobre mí si el monólogo interior lo verbalizara? Quizás esa dureza se resquebrajaría.

Puede que al llegar a la intimidad de mi habitación ese gesto alegre se transforme y, con frecuencia, se torne tristeza, incluso llanto; que el dominio de la personalidad que parece caracterizarme pueda volverse extraordinariamente sensible para pasar, en ocasiones, del simple enfado a la cólera; que ese estoico haya sido durante toda su vida un epicúreo frustrado que ha tenido que guardarse la sensualidad en los bolsillos hasta llegar al extremo final de hoy, un cuerpo inválido al que le hubiera gustado ser voluptuoso; una cara sonrosada y vital que no quiere mostrar ese ser encerrado en un cuerpo; ese cuerpo que parece empeñarse en vivir cuando al mismo tiempo anhela la muerte.

Sin embargo, esos secretos no encierran mentiras, ambas caras soy yo; en ninguna de ellas actúo, no hay enfrentamiento entre las dos. El final aguarda tranquilo, el camino para llegar a él se hace cada vez más evidente y la quietud de este cuerpo parece querer acelerarse hacia él, pero aún no está a mi alcance.











 

 

lunes, 7 de septiembre de 2020

SOBRE MORIR


La decisión de Alain Cocq, afectado de una rara enfermedad degenerativa, hoy por hoy incurable, y en un momento de sufrimiento extremo de dejarse morir renunciando a su alimentación ha supuesto una removida que se ha visto acrecentada al acompañarla con otra decisión, la de mostrar en directo su deterioro final a través de Facebook, emisión que la red social en el último momento ha impedido. Fue el conocimiento de esta noticia lo que hizo que me pronunciase apoyando su postura y manifestando mi coincidencia, en buena medida, con ella. Podría ser que la manera de hacerlo no haya sido la más adecuada y es por eso por lo que generó cierto revuelo.

He de agradecer en primer lugar, por supuesto, las muestras de apoyo y cariño. Me duele haber generado malestar y dolor entre la gente a la que quiero. Comprendo que la muerte es una despedida sin retorno, imagino que esto es lo que verdaderamente causa dolor, no la muerte en sí que no es sino un momento más de nuestra existencia. Junto a ese factor negativo existe, sin duda, otro positivo, la muerte puede suponer un descanso del sufrimiento físico y psíquico, sufrimiento que no siempre puede ser paliado.

El tiempo es relativo y anunciar algo sin poner fecha al acontecimiento, especialmente si este es malo, es fácil que se piense en su inmediatez. En este caso no es así; desde hace años defiendo la eutanasia y el suicidio asistido y aún me encuentro aquí. He manifestado que echaría mano de alguna de estas opciones si la enfermedad me llevara a una situación insoportable o se uniera a ella algún tipo de demencia como, por ejemplo, el Alzheimer. No hablo ni de cobardía ni de egoísmo, hablo, fundamentalmente de no ser una carga para mis seres queridos y que me quieren. La carga es evidente cuando se quiere. Tampoco hablo de depresión, durante la vida creo que hay que mantener un punto importante de alegría, creo que mi papel ahora es dar testimonio de que esto es posible. Por muy enfermos que estemos no tenemos derecho a amargar a los otros. Pero mantener esta alegría en una situación como es en la que me encuentro no deja de ser un esfuerzo, no me privéis de la libertad de poder decir basta en algún momento. No confundáis el amor y lo convirtáis en una condena.

Ha llamado mucho la atención que Alain Cocq haya decidido retransmitir en directo su muerte, cosa que al final no ha sido posible. Quizás no, pero todo depende de cómo se mire. Alain no pretendía convertir su muerte en un espectáculo ni generar morbo, su intención era utilizar la red y también los medios de comunicación para dejar en evidencia al poder, su insensibilidad y cerrazón. Su pretensión era mostrarse como un mártir que ha producido esa insensibilidad. Cuando yo pienso en ese momento no comparto nada parecido a un reality sow pero sí la utilización de los medios. Mi deseo es pasar mis últimos momentos en la intimidad con mis seres queridos. Todo siempre en la suposición de que en esos momentos no haya leyes que regulen todo esto o yo quede fuera de la aplicación de esas leyes.

¿Por qué dejar de comer y beber? Porque tanto él como yo no podemos mover parte alguna de nuestro cuerpo salvo la cabeza. Tendríamos que recurrir al suicidio asistido que está igualmente penado por la ley y que castigaría a la persona o personas que nos ayudaran a morir. Ante la falta de autonomía sólo nos queda la posibilidad de dejar de comer, y de beber si se quiere que el proceso sea más rápido. En mi caso creo que dejar sólo de comer da más tiempo para denunciar la situación.

Pero la vida da muchas vueltas. Quién sabe si es la muerte la que vendrá a por ti antes de que seas tú el que vayas hacia ella, o cambien las circunstancias y esa mudanza te haga cambiar de opinión. Quien sabe. Sólo deseo que si llegara el momento respetéis mi decisión sin dramatismo y, si es posible, con buen humor; y a los que cargando con las tablas de la ley, se atreven a juzgar, yo les pediría la posibilidad de que me permitan rogar a su Dios que aparte de mí ese cáliz.

Pero el momento no ha llegado.

martes, 16 de junio de 2020

QUERIDA MUERTE




















Es algo que se desea cuanto más lejos mejor, se hace difícil que te comprendan que forma parte de tu vida, que has llegado a comprenderla. Es ella la primera que detesta la imagen tópica y tétrica que le hemos adjudicado cargando con esa guadaña atroz. Me hago complicado de entender cuando digo que todos los días me siento junto a ella y charlamos. No comprende cómo, a pesar de acompañarnos durante toda una vida y formar parte de nosotros, tanto es así que sin nosotros no existiría, seguimos teniéndole ese miedo, adjudicándole un personaje fúnebre que se acerca a nosotros deseando arrebatarnos la vida. No es ella la que se acerca a nosotros con esa intención perversa, somos nosotros los que vamos hacia ella, a veces por nuestra propia torpeza jugando con nuestra vida hasta llevarla, en ocasiones, a la muerte, en otras por esa costumbre tan repetida, malsana y salvaje, de llevar a la mayor parte de la población a la guerra en una lucha siempre fratricida que acaba con una juventud a la que se embarca en una pelea que no entiende o con una población que solo desea escapar de los horrores de esa guerra. Ella insiste en hacerme ver que no comprende ese hábito que ella considera estúpido, injusto e inmensamente doloroso. No acierta a explicarse ese comportamiento de los seres humanos empecinados en su autodestrucción. Por último me hace referencia a un tercer motivo lógico y natural por el que la vida del hombre llega a su fin, comprende el dolor que este acontecimiento puede generar, pero insiste en recordarme que ella no tiene nada que ver en esto y menos en el dolor físico y psíquico que el paciente tiene que soportar, al contrario, me recuerda que ese dolor tiene más que ver, en bastantes ocasiones, con el encarnizamiento de los otros empeñados en alejar a los enfermos de ella aunque sea inútilmente y muy a menudo en contra de su voluntad. Me dice que ella se limita a recoger esa acabada vida y darle el mayor descanso posible. El conflicto y el sufrimiento siempre lo produce el hombre no ella.
No hay día que no piense en la muerte y la fabulación, de vez en cuando, es inevitable; no hay día que no le dé un momento para la charla, a veces se trata de una charla fundamentalmente triste pero siempre hay otras ocasiones en las que predomina el humor, eso sí, un humor negro con el que ella y yo nos reímos. Quizás es la única que comprende mi humor y se ríe con él. Entiendo que mis circunstancias son especiales y que la vivencia que yo pueda tener solo es mía y comprendo el miedo que se pueda tener ante esa tópica imagen. Como tenemos confianza ella sabe que a veces la echo de menos pero también sabe que me ha de esperar, todavía no es el momento, cuando este llegue ya conozco el camino, no hace falta que me lo indique, sé ir hasta allí, la avisaré con la antelación suficiente para que tenga preparada mi llegada, entonces nos encontraremos.