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martes, 12 de agosto de 2014

MUDANZA

           


La mudanza es ocasión para desprenderte de buena parte del ego que has ido acumulando con los años en forma de objeto, para soltar lastre que olvidaste tenías pero que recargaba tu paso y ralentizaba tu vida, pero también es momento para el reencuentro con aquel que fuiste y quedó sepultado bajo la desidia que los años fueron fabricando, con lo que soñaste y ya creías que algún ventarrón se había llevado, con lo que te rodeó y te fue haciendo y continúas llevando dentro de ti aunque desconozcas el lugar donde se encuentra pues ya es pura esencia de ti, aquello sin lo que nada serías, aquello por lo que fuiste y nunca dejarás de ser,


Amaneció un nuevo día
envuelta en la nube de todos los días.
Se dolió de un hueco en el abdomen
como le dolían todos los huecos sin rostro.
Sorbió una lágrima que resbalaba,
como hacía con todas sus mutiladas lágrimas.
Sin advertir
que entre sus párpados alumbraba el cielo,
que en sus labios germinaba un beso interminable,
que en las axilas florecían sonrisas,
que sus pechos ya estaban amamantando libertad,
que por su espalda ascendían camelias trepadoras,
que de sus costados brotaban ríos de risa,
que por su vientre se derramaba un bello bálsamo
que ahuyentaba nubes,
rellenaba huecos,
enjugaba lágrimas;
sin advertir que esa noche
una madre titilaba al final del pasillo.




Se creía un cuerpo triste
sin advertir
que otro cuerpo alumbraba sus perfiles
aún en la misma noche.
Se creyó niña
sin advertir
que un cuerpo ansiaba hacerla madre
crepitando su dulzura entre las ascuas de su tristeza.
Se creyó fauna nocturna
pero una mariposa revoloteaba con ella mientras el sol ascendía.
Se creía silencio inmóvil
pero la ternura le dibujaba una nueva oportunidad.
Se creía barro estéril
sin saber que era Dios que jugaba al escondite con forma de niño.

lunes, 11 de agosto de 2014

LA CLÉPSIDRA


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Esa es la vida, entregar el testigo de una vida que desconocemos cuando se inició y cuando concluirá. Somos espectadores, pero todo es un escenario en el que no podemos librarnos de la responsabilidad de actuar. La obra continuará y nosotros nos despedimos de ella dando el pie correcto para la siguiente intervención.



El árbol se va quedando sin hojas mientras yo contemplo su caída,

unas a peso,

otras danzan leves dudando donde caer.

Yo, espectador absorto, no entiendo bien qué hago allí,

quizás en busca de savia derramada,

haciéndome yo mismo humus,

observando el paso del tiempo

en esa clepsidra en la que estoy inmerso.

Transcurre mi existencia presenciando esa caída,

el suceder de estaciones que me van transformando en fertilizante,

simple materia orgánica en descomposición

a la espera de la utilidad que no conoceré.



viernes, 8 de agosto de 2014

COCTELERA


http://imagenes.publico.es/resources/archivos/2007/12/8/119712443958320071208-806379dn.jpg
Cualquier punto de apoyo es una apuesta en firme para la caída.
Intento levantarme. Resbalo. Caigo al suelo. Una vez más. De nuevo ha habido suerte, no me he hecho nada, solo un golpe y castigada de nuevo la confianza en mí mismo. Tumbado en el suelo soy incapaz de incorporarme, mis brazos y mis piernas son un objeto inútil. Al lado de la cama, encajonado entre la mesita de noche, el armario y la silla de ruedas, pienso. Tranquilo. ¿Cómo poder levantarme sin desencadenar la alarma? Siento. Estoy tan cansado.
En estos momentos, en la radio, la enésima víctima en Gaza. Pura estadística. Un nuevo cuerpo destrozado. ¿Quién lo cogerá en sus brazos? ¿Alguien lo cubrirá? No oigo nada de Siria. ¿Qué ocurrió con ellos? ¿Desapareció del mapa? ¿Acabó todo? ¿Pasó de moda? No se puede acumular tanta desgracia, no es soportable, no es vendible.
Mi cuerpo, moderadamente roto, busca el móvil encima de la mesita para poder llamar a mi hijo. Es tan humillante la escena. Caído, la orina se me escapa formando un charco a mi alrededor. El poder del padre se desvanece. ¿Es esta la imagen que se espera de mí? Pienso en el cuerpo destrozado de ese niño en Gaza. ¿De qué he de sentir lástima en mí? ¿Tengo derecho a ella?
En el periódico de hoy viene la foto de un descerebrado exhibiendo cinco cabezas cortadas al enemigo. Presiento que llevará a ese enemigo, toda su vida, dentro de él allá donde vaya. La epidemia del ébola se extiende y se sigue cobrando vidas, otro descerebrado francés, que también arrastrará toda su vida al enemigo bromea sobre el servicio que esta epidemia puede prestar a nuestra sociedad. 
Llamo a mi hijo que se encuentra durmiendo y que espero tenga su teléfono encendido. Afortunadamente así es y en pocos minutos se encuentra conmigo. Le pido que cierre la puerta. No es estampa agradable ver al padre caído y mojado en orina. El hombre que va desapareciendo en mí va apareciendo en él y, por tanto, es capaz de levantarme del suelo y depositarme en la cama. No puedo quedarme mojado y sucio como estoy. A partir de aquí le voy dando instrucciones, recuerdo los pasos que sigue mi mujer, no es la primera vez que me pasa algo así.
Una nueva muerta por violencia de género en nuestro país, hoy degollada, ayer se le levantó la tapa de los sesos. Se supone que ese espécimen criminal es de mi especie y de mi género, se supone que no tiene nada que ver conmigo y a pesar de eso me siento avergonzado.
Me gira para poder poner una toalla sobre la cama y bajo mí. Me despoja de los pantalones del pijama. Coge una palangana y la llena de agua caliente y jabón. Con una esponja me va limpiando el sexo y los muslos. Lo observo. Me pregunto qué se le estará pasando por la cabeza. Los papeles han sido cambiados demasiado pronto pero él desempeña el suyo con naturalidad, con una sorprendente naturalidad. Siento deseos de llorar, no sé si de tristeza o alegría, si de lamento por el estado en que me veo o de reconocimiento por la suerte que tengo dentro de él.
EE UU lanza unataque contra posiciones yihadistas en Irak. Jordi Pujol hace acto de contrición porque tiene demasiado dinero y no sabe qué hacer con él. Estela tiene 27 años y sufre un grado reconocido de dependencia del 85% debido a una parálisis cerebral de nacimiento. Los recortes en dependencia afectan a su día a día.
Limpio ya procede a secarme. Me pone la ropa interior y unos pantalones cortos. Le explico como se hace sin necesidad de incorporarme. Girándome hacia un lado y hacia otro me viste y retira la toalla que hay bajo mí. Listo para iniciar el día. ¿Ha ocurrido algo?
No sé qué pensar, no sé qué sentir. Todo se agita en mi interior como en una coctelera. A qué tengo derecho y a qué no. Cuál será el resultado de toda esa mezcla. ¿Qué será de mí? ¿Qué será de ellos? ¿Qué haré de ellos? Cuál será el producto de estas lágrimas.