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martes, 16 de junio de 2020

QUERIDA MUERTE




















Es algo que se desea cuanto más lejos mejor, se hace difícil que te comprendan que forma parte de tu vida, que has llegado a comprenderla. Es ella la primera que detesta la imagen tópica y tétrica que le hemos adjudicado cargando con esa guadaña atroz. Me hago complicado de entender cuando digo que todos los días me siento junto a ella y charlamos. No comprende cómo, a pesar de acompañarnos durante toda una vida y formar parte de nosotros, tanto es así que sin nosotros no existiría, seguimos teniéndole ese miedo, adjudicándole un personaje fúnebre que se acerca a nosotros deseando arrebatarnos la vida. No es ella la que se acerca a nosotros con esa intención perversa, somos nosotros los que vamos hacia ella, a veces por nuestra propia torpeza jugando con nuestra vida hasta llevarla, en ocasiones, a la muerte, en otras por esa costumbre tan repetida, malsana y salvaje, de llevar a la mayor parte de la población a la guerra en una lucha siempre fratricida que acaba con una juventud a la que se embarca en una pelea que no entiende o con una población que solo desea escapar de los horrores de esa guerra. Ella insiste en hacerme ver que no comprende ese hábito que ella considera estúpido, injusto e inmensamente doloroso. No acierta a explicarse ese comportamiento de los seres humanos empecinados en su autodestrucción. Por último me hace referencia a un tercer motivo lógico y natural por el que la vida del hombre llega a su fin, comprende el dolor que este acontecimiento puede generar, pero insiste en recordarme que ella no tiene nada que ver en esto y menos en el dolor físico y psíquico que el paciente tiene que soportar, al contrario, me recuerda que ese dolor tiene más que ver, en bastantes ocasiones, con el encarnizamiento de los otros empeñados en alejar a los enfermos de ella aunque sea inútilmente y muy a menudo en contra de su voluntad. Me dice que ella se limita a recoger esa acabada vida y darle el mayor descanso posible. El conflicto y el sufrimiento siempre lo produce el hombre no ella.
No hay día que no piense en la muerte y la fabulación, de vez en cuando, es inevitable; no hay día que no le dé un momento para la charla, a veces se trata de una charla fundamentalmente triste pero siempre hay otras ocasiones en las que predomina el humor, eso sí, un humor negro con el que ella y yo nos reímos. Quizás es la única que comprende mi humor y se ríe con él. Entiendo que mis circunstancias son especiales y que la vivencia que yo pueda tener solo es mía y comprendo el miedo que se pueda tener ante esa tópica imagen. Como tenemos confianza ella sabe que a veces la echo de menos pero también sabe que me ha de esperar, todavía no es el momento, cuando este llegue ya conozco el camino, no hace falta que me lo indique, sé ir hasta allí, la avisaré con la antelación suficiente para que tenga preparada mi llegada, entonces nos encontraremos.