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sábado, 31 de octubre de 2015

CASQUERÍA




Ofrezco mi cuerpo como pobre casquería a quien pueda interesar.
Sé que estoy ofreciendo la nada,
el simple barrunto de un sueño.
Una mujer se acerca y valora los despojos pero no parece estar interesada.
Paseo la molicie de un mercado a otro en busca de comprador.
Nadie parece estar interesado.
Ojos de compasión y desprecio se mezclan ante mi presencia.
Es de nulo valor pero es mi casquería y no renuncio a mi derecho a quererla y alzarme sobre ella para atisbar un horizonte y hacer ver su riqueza.
Son mis despojos con los que también me desprendí de la quincalla que me lastraba.
Es mi molicie, el abandono sobre el que descansan mis pecados.
Es mi ruina, la quiebra sobre la que se estrelló mi propia fantasmagoría.
Son los restos de un naufragio, pero es mi naufragio y nado en él hasta que la misma vida me ahogue.

viernes, 30 de octubre de 2015

SÍSIFO contra SÍSIFO



El Sísifo de la mitología griega es conocido por su castigo, el de empujar una piedra enorme cuesta arriba por una ladera empinada, para que antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo, y Sísifo tenía que empezar de nuevo desde el principio, una y otra vez. Un mito que puede ilustrar a la perfección el absurdo de la vida humana como creía Albert Camus. Este podría así seguirlo intentando una y otra vez. Estoy convencido que habrá quien me diga que esa condena, en la realidad, sólo se encuentra impuesta a una parte, mayoritaria sí, de la humanidad mientras que una minoría sí es capaz de alcanzar la cima e instalarse en ella. Una mayoría condenada a la frustración y una minoría agasajada por la gloria, pero creo que es sólo la eterna división y lucha entre quienes aceptan una realidad y quienes la niegan emboscados en un endiosamiento que les hace negar que ellos sean Sísifo. Y lo son.

Podemos querer alcanzar un horizonte pero nunca podremos llegar e instalarnos en él, llegar a ese horizonte que anhelábamos es descubrir que ante nuestros ojos no hace sino abrirse uno nuevo y considerar que hemos llegado y que ya podemos detenernos, que ya alcanzamos nuestros máximos objetivos, no es sino silenciarnos una renuncia, la de seguir avanzando más y más y más. Recubrirnos de una pátina que creemos nos otorga grandeza y a la vez nos protege de la derrota, pero únicamente nos protege de nosotros mismos, de nuestra incapacidad para entender y asumir la realidad, para comprender que no sólo no hemos llegado sino que desde el mismo momento en el que nos detuvimos la roca comenzó a descender y con ella descendíamos nosotros alborozados por nuestro éxito sin advertir que, como el emperador, bajábamos ya desnudos.

Puede ser que ésta no sea la condena de una vida sino que sea la vida misma, asumir que somos lo que somos, parte minúscula de una existencia que nos sobrepasa y nos desborda, jugadores con bazas mayormente mediocres, sueño y pesadilla, actores muy secundarios de un teatro que no tiene fin, animales heterónomos con ansias y miedo de autonomía, que nos toque asumir que nunca alcanzaremos la cima y que la roca descenderá una y otra vez, pero que esa no es nuestra condena es nuestra vida, que los objetivos que nos marquemos únicamente serán perfectos en nuestra cabeza y que cuando alardeemos de su perfección fuera de ella nos habremos convertido en seres humanos temibles. Esta es la vida y pretender algo diferente es golpearse contra un muro. No tiene sentido la pesadumbre permanente como si alguien nos hubiera engatusado con una tierra prometida que luego nos ha decepcionado. No fuimos invitados a la vida, llegamos a ella sin más, pero sí somos invitados a vivirla. No se trata de festejar la existencia sin más porque empujar una y otra vez esa roca es duro, agota, y tenemos al menos el derecho de llegar a sentirnos cansados, de manifestarlo, de detenernos y sentarnos… para después recomenzar. Decía al principio que Albert Camus consideraba a Sísifo personificando el absurdo de la vida humana, pero Camus también concluye que «uno debe imaginar a Sísifo feliz», como si «la lucha de sí mismo hacia las alturas sea suficiente para llenar el corazón del hombre». Esa lucha y los compañeros y compañeras con los que junto a ellos la libramos.

martes, 27 de octubre de 2015

Estáis locos




Estáis locos, habéis perdido todo sentido de la medida, confundís la realidad que tenéis en vuestra cabeza, pero al contrario que Alonso Quijano creéis que los gigantes son solo molinos y arremeteréis contra ellos porque os sentís infundidos de una legitimidad única. Es vuestro momento de gloria y tenéis que aprovecharlo, el momento para el que nacisteis y que nadie os puede arrebatar. Sois un peligro por vuestra locura y porque sois capaces de transmitirla a toda una sociedad, transmitirla de una forma o de otra, pero la misma locura al fin, sea amiga o enemiga, acción o reacción, la misma locura. Nadie se encuentra a salvo de ella por el mero hecho de pensar de una manera, la locura está, sobre todo, en el poder. En el ejercicio del poder, en su posesión y vosotros os encontráis hozando en él como seres inmaduros festejando haber alcanzado lo que nunca creísteis posible, intentando devorarlo antes de que os lo arrebaten.

Perdisteis. Ganasteis las elecciones pero perdisteis el plebiscito. Dar un paso de esta envergadura sin asumir esa incontestable realidad, suponga el precio que suponga, da idea de vuestro delirio. El poder no es un juguete en manos de un niño caprichoso, el ejercicio de ese poder quizás obliga antes a la conciencia de sus límites para saber lo que se encuentra permitido y vosotros os apresuráis a devorar la tarta sin tan siquiera reflexionar a quien pertenece realmente esta. El fin nunca justifica los medios, es a través de ellos por los que transmitimos nuestra manera de entender y transformar la vida. Estáis haciendo un enorme daño a ese fin. Que seáis precisamente vosotros que deberíais saber que el valor del poder no se encuentra en la ostentación de su posesión sino en la obligación del servicio que exige es lo que supone la gran decepción y el irremediable mal que acompañará a la locura. La sensación de que el cambio se encuentra en una nave de locos con un grupo de ellos disputándose el timón. No es así, no tiene por qué ser así, pero vosotros transmitiréis esa idea.

Habláis de liberación pero el lenguaje es, inevitablemente, un juego de antónimos como lo es el propio pensamiento. Y liberación se opone a esclavitud, movería a una risa triste, dolorosa, desquiciada, tal afirmación. Que pobre análisis de la realidad tenéis, con qué ligereza utilizáis el lenguaje. Que escaso uso de la razón hacéis, como movéis las emociones con la intención exclusiva de manipular, aunque no seáis conscientes de ello enajenados en vuestro propio discurso. Que insulto a la inteligencia, que insulto a vuestra supuesta ideología, que insulto a vuestros conceptos. Que insulto a vuestra dignidad.

Verbalizáis a España como la causa de vuestro dolor. ¿En qué consiste ese dolor? Me ofendéis con ello y ofendéis a los que de verdad deberíais defender, a los que de verdad se mueven en ese dolor y no a vuestros “nacionales” (¿quiénes son vuestros nacionales?) ¿Acaso nos creéis más incapaces que vosotros de transformar una situación? ¿Estáis hechos de otra pasta? ¿Sois de otra raza? ¿Son mayores vuestros músculos, es mayor vuestra fuerza, más grande vuestra inteligencia y vuestra astucia? Ya habéis identificado al enemigo, el pelele qué habrá que quemar en el centro de cada plaza, la bandera que deberá arder, el himno que habrá que pitar para poder retirarse satisfecho cada noche a dormir. Ya habéis inoculado en el interior de cada uno  de vuestros seguidores la conciencia de lo que habrá que  cambiar para que nada cambie.

Ya habéis dado lo argumentos necesarios a ese torpe guiñol, ese títere de cachiporra, llamado Mariano para que juegue a convertirse en líder de un ejército de tullidos, para que estos no lleguen a comprender que el inmovilismo no supone moderación y que la locura a menudo se encuentra en el silencio y fundamentalmente en la mirada. Eso también formará parte de vuestro logro.

Estáis locos y nos terminaremos volviendo todos.

Carta abierta a monseñor Cañizares



 
Señor Cañizares, se defiende usted de sus declaraciones de hace unos días diciendo algo muy habitual en estos casos: que ha sido malinterpretado, que su pensamiento ha sido manipulado y que su persona ha sufrido un verdadero linchamiento. Ya se ve esto último en cualquier foto que se le haga a usted, porque no han sido estas sus únicas declaraciones polémicas. Veamos estas últimas declaraciones:

“Qué está pasando en Europa, hay que ser muy lúcidos, esta invasión de… inmigrantes, de refugiados…¿Es todo trigo limpio… o viene con mucha mezcla? En todo caso, dentro de unos años, ¿dónde quedará Europa? Con esa mezcla con la que viene, ahora… no se puede jugar, no se puede jugar con la historia, no se puede jugar con la identidad de los pueblos. Después también, hay que ser lúcidos y ver quién está detrás de todo esto. ¿Vienen simplemente porque son perseguidos? Muy pocos son perseguidos, muy pocos; aquí hay personas que me podrían dar la razón en esto, vienen muy pocos perseguidos, vienen más presos (¿?) que perseguidos y estamos en ello y haremos (¿?) más, y he estado a disposición enteramente y he estado a disposición de todas las autoridades con las que colaboro enteramente. Pero seamos también lúcidos, sí, pero no dejemos pasar todo porque hoy puede ser algo que queda muy bien pero que realmente es el caballo de Troya dentro de las sociedades europeas y en concreto la española”

Usted argumenta, sin duda ninguna, bajo el paraguas de la pregunta que el aluvión de personas que llegan a nuestro continente no es todo de fiar, buenas y malas personas, unas para integrar y otras que suponen una amenaza. ¿Qué es para usted el trigo limpio? Se trata simplemente de la bondad o se refiere también, aunque de una manera encubierta, a las motivaciones que les mueven para su llegada. ¿Sólo cabe la guerra dentro del concepto de refugiados?¿Qué idea de mundo tiene usted?¿Es para usted la persecución un fenómeno habitual en nuestra realidad?¿De qué parte de esa realidad se siente usted concernido?¿Entra el hambre dentro de las motivaciones aceptables o tendremos que pedir junto con ella un certificado de penales?¿Se refiere usted también a las distintas creencias religiosas?¿De cual de ellas es patrimonio Europa?¿Realmente le interesa la característica de esa mezcla o lo único que le preocupa es lo de ”en todo caso”, dando igual la mezcla que llega? Capellán de su Santidad, Reverendísimo Señor, digno de respeto en cuanto alto dignatario de una iglesia que tiene como referencia a un crucificado, anteponga esas reservas a la conveniencia o no de una respuesta aceptablemente humana ante el problema en el que nos vemos inmersos. Permítame una pregunta aparentemente estúpida: ¿Ha leído usted el Nuevo Testamento?¿De qué manera lo ha comprendido?¿Oyó usted hablar del buen samaritano?¿A qué se refiere esa parábola?¿Qué significa la Cruz para usted? Creo que es la muerte como destino final antes que claudicar, antes que renunciar a lo que uno cree, antes que dejar de ser lo que uno cree que debe ser. Le hago a mi vez una pregunta,¿qué quedará de Europa si hoy no damos una respuesta abierta, sin cortapisas, poniendo en ella todo lo que podamos aún a riesgo de perder en ella? ¿De verdad merecerá la pena esa Europa que usted pretende conservar, serán sus valores los mismos?¿Qué cree que hoy le diría su Cristo?.


Permítame que le presente un texto de un libro escasamente canónico, se trata de Luz de agosto de William Faulkner, en él un sujeto trabajador manual, pobre e iletrado le dice a un Pastor hace tiempo espiritualmente en retirada las siguientes palabras. No le importará, todos debemos tener la suficiente humildad para dejarnos interrogar por los demás, especialmente por aquellos que parecen tener poco que aportarnos.

Hay que pagar el mismo precio por ser bueno que por ser malo, hay que pagar lo que cuesta. Y son los buenos que los que no pueden rechazar la cuenta cuando se la presentan. Por la sencilla razón de que les pueden obligar a pagarla. Es como un hombre honrado que juega. Los malos, en cambio, pueden rechazar las cuentas. Porque nadie espera que vayan a pagarla, ni en el acto, ni nunca. Pero los buenos no pueden hacer eso.”.

¿Cómo se sitúa usted, como hombre bueno o como hombre malo?¿Cómo nos situamos todos? Cuando le oigo no me parece escuchar a un hombre bueno, sino a un político barato, engreído, calculador y rancio. No escucho el nombre bueno, puede ser que mis oídos ya hayan perdido fineza. Me duelen sus palabras por lo que usted representa y por la inercia con la que mucha gente la seguirá por ser vos quien sos. Realmente no esperaba de usted otro tipo de discurso pero si algo más de prudencia, de ”política” quizás. Mi voz no es nada, esta sí que puede gritar y perderse en el desierto. Yo puedo ser el hombre malo, ya me situé en el mal cuando usted catálogo así la educación para la ciudadanía. Cometeré errores, me caeré y me levantaré, seria aplaudido o vapuleado, mi voz resonará y luego irá callando, pero antes y después seguiré siendo nadie. ¿Pero y usted?.

Permítame una última pregunta: ¿Duerme usted satisfecho de sí mismo?