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jueves, 30 de mayo de 2019

Tenemos que hablar



El martes, 21 de mayo, tuvo lugar la apertura de la nueva legislatura de la que lo más sonado fue la brevísima conversación entre Pedro Sánchez y Oriol Junqueras y su ya famoso “tenemos que hablar”. Esas tres palabras se convirtieron en la piedra de escándalo y el “horrible” motivo por el cual PP y Ciudadanos cargaron contra PSOE al “traicionar” a España y a los españoles. Es difícil comprender cómo España se haya podido sentir traicionada, resulta complicado encontrar el lugar de un territorio geográfico en el que se haya el órgano de las emociones como tampoco es fácil encontrarlo en el simple nombre de ese territorio. El sentimiento de traición para un país no existe como tampoco existe una cesión de poderes para que un político pueda hablar en nombre de todos los ciudadanos de un país, toda generalización es falsa, es mentira, el político que la practica miente y no se sabe que es peor, que sea consciente de ese engaño y aún así lo haga o que no sea consciente del mismo y sea tan engreído como para pensar que está autorizado para hablar en nombre de todos sin excepción. Lamento desautorizarlo, pero esa generalización es completamente imposible, conozco al menos una persona que no cabria en ella: yo, y puedo asegurar que hay muchas más, millones de españoles más, pues también tenemos el derecho de autodenominarnos así. La tarea de toda persona dedicada a la política es resolver los conflictos mediante el diálogo, en este caso en especial porque el problema no radica solo en los políticos encausados, sino que existe una mitad aproximada de ciudadanos catalanes que piensan igual y que, obviamente, no es posible encarcelar ni resolver el problema mediante la fuerza ni por la aplicación permanente del famoso 155. Es triste contemplar que buena parte de los políticos españoles se limitan a ese pensamiento. Dialogar no supone, de ninguna manera, que se piense igual, significa que el político se sienta con el adversario para hablar con él e intentar encontrar solución al problema, ese ha de ser el objetivo irrenunciable de todo político, solucionar los problemas, no imponer a toda costa sus posiciones. La única línea roja que nunca se ha de trasladar es la violencia, el resto de temas han de estar abiertos, incluida, como no podía ser de otra manera, la constitución y con ella los temas fundamentales como la estructura del Estado y el sistema de jefatura del mismo. La política es un oficio cuya herramienta central es el diálogo, hablar, hablar, hablar y hablar, y cuando se haya realizado eso, después, si es necesario… seguir hablando.

sábado, 25 de mayo de 2019

Hubo un tiempo en el que fui joven

                                                       
Resultado de imagen de canto rodado
He cumplido los sesenta, una matusalémica edad. Miro hacia atrás con una mezcla extraña de decepción, pereza y alegría. Hay mucha vida ahí atrás, muchas caídas, muchos fracasos, muchas equivocaciones, muchos miedos, pero también hubo a veces valor, a veces aciertos, muchas alegrías, muchos sueños y mucho, mucho amor. Esa es la vida, un largo caminar de derrotas y tropiezos en el que uno sólo puede sobrevivir con cierta lucidez si se apoya en ese amor, solo así conseguiremos arañar alguna victoria de verdad.
Evidentemente no nací con esa edad, pero yo también fui joven y antes de eso fui adolescente, esa tormenta de emociones que nos domina durante un tiempo como nunca llegamos a sentir después. Emociones intensas pero efímeras, afortunadamente efímeras. Quién soportaría toda una vida expuesto a ese maremágnum. Primeros amores de la adolescencia, aquellos fruto de una simple mirada o de unas escasas palabras, amores platónicos con los que volvías a casa pletórico de alegría construyendo castillos en el aire o arrastrando tu pena allá por donde ibas. Amores de adolescencia en los que bastaba un roce para que todo tu cuerpo se sintiera encendido y bautizado de un querer que tú llevabas en sueños, sueños de gloria y felicidad, sueños que te acompañaban siempre, sueños vitales de los que hoy añoras su fuerza y ganas de vivir. Días en los que, sin embargo, siempre anduve con el freno echado, únicamente viviendo emociones y trabajando la cabeza con la que yo me sentía capaz. Pero no bastaba con eso, nunca bastó con eso. “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!”. Son tantas las cosas que uno echa de menos no haber realizado en su momento y que ya no habrá ocasión de hacer, al menos para vivirlas de la misma manera, con igual intensidad y emoción. Una juventud con el freno echado que ya nadie podrá hacérmela recuperar. Viví la intensidad hacia mi interior no hacia fuera, pero, de ninguna manera supuso una juventud perdida, claro que me hubiera gustado haber experimentado cierta juventud loca, más cuerpo y menos pensamiento, más locura y menos razón, pero, de otra manera, fue una juventud intensa que tuve que solventar de la mejor manera que pude, la vida me enseñó desde temprano que es necesario capear sus problemas, no arredrarse ante ellos. Viviría hoy, sin problemas, una juventud tardía en la que recuperara aquello que entonces no viví, aunque se trate de una falsa juventud, pero de ninguna manera me arrepiento de lo que fui, como no me arrepiento de lo que soy; todo aquello de entonces fraguó mi ser de hoy y quiénes somos y cómo somos. Somos cantos rodados que en un principio nacemos como piedras vulgares que pueden tener filos cortantes y rugosidades que las hagan desagradables en la mano, es el tiempo y las personas que encontramos en él las que nos van erosionando, el agua, el viento y el suelo de la vida.
Fui joven, aunque no fuese una juventud perfecta, ninguna lo es como podemos preguntarnos qué entendemos cada uno por perfección. Es la distancia en la vida la que nos hace ver esos años con otra perspectiva, con menos ímpetu, para bien o para mal, aquello que entonces vivimos de forma positiva con la arrogancia de la juventud, puede ser que hoy lo miremos con cierta tristeza, y aquello que entonces vivimos con la pena y el dolor de ese tiempo hoy lo vivamos con la calma que nos otorgan los años. Faltaron cosas que parecen esenciales para ese momento de la vida, pero de ninguna de las maneras faltó amor, lo viví y aún lo vivo hoy, he vivido el amor loco  y el sentado, el que es puro deseo y el se introduce en todo tú, el amor que te puede llevar a la pletórica felicidad de un día y aquel que, paso a paso, día a día, te lleva a la gozosa felicidad de toda una vida.

sábado, 11 de mayo de 2019

LA ESPAÑA DE LOS BALCONES







El señor Casado ha hecho en campaña electoral varias alusiones elogiosas a la España de los balcones pretendiendo referirse con ello a esos balcones de los que cuelgan banderas españolas. Pretendía con ello un canto a lo que él llama patriotismo sin ser consciente de su contradicción, esas banderas que invitó y sigue invitando a colgar de esos balcones son una reacción a una manifestación previa, las esteladas que en Cataluña colgaron también de los balcones. Hablamos pues de una guerra, sin armas, pero guerra, al fin y al cabo, un conflicto que el señor Casado cree que debe resolverse con más conflicto. Pero para mí el principal equivoco es creer que cuando hace esa referencia a España excluye a Cataluña, con lo cual da la razón a los catalanes independentistas que creen que Catalunya no es España y que sienten que más allá de esa comunidad solo hay rencor, envidia y robo hacia ellos. La España de los balcones es también la Cataluña de los balcones, su mera mención pone en evidencia el pensamiento simple nada elaborado de quienes lo pronuncian. España contra Cataluña carece de sentido afirmarlo así pues la segunda forma parte de la primera, y menos afirmar que se enfrenta a una potencia extranjera como dijo un compañero de su partido.
Esta España es también la de los pitidos y abucheos, aquella que prorrumpe en toda esa gama de ruidos ante una determinada bandera o himno, lo hace porque ve natural hacerlo con ese símbolo, se sienten legitimados para ello. Lo que realmente generan es un proceso de acción -reacción que no tiene fin pues viene a legitimar de verdad al otro para ese mismo comportamiento. Toda bandera es un simple trapo que hemos puesto por encima del resto de conciudadanos. Me encuentro harto, abochornado, de tanto pitido o ruido con intención de burla sea cual sea el bando que lo realice, está poniendo de manifiesto el citado pensamiento simple, personas que se dejan llevar más por sus emociones viscerales que por el raciocinio, incluyo aquí a los que encuentran comicidad en estos actos. Prefiero bayetas en los balcones a todas esas banderas.