Es verdad, estamos en guerra, sí,
y nuestro territorio también forma parte del frente. Estamos en guerra, sí, y
nosotros participamos en la batalla. Estamos en guerra, sí, pero esta es muy diferente
a como la imaginamos, una guerra que va mucho más allá de un frente bélico y es
por eso por lo que resulta mucho más complicada.
Es una guerra contra el
fundamentalismo, pero no solamente contra uno en concreto, es una guerra contra
todo fundamentalismo, también aquel que anida en nosotros cuando anteponemos
nuestros dogmas o ideas a las personas. Una guerra contra el fanatismo que
sataniza al otro cuando no piensa como nosotros.
Es una guerra contra el simplismo
que identifica al enemigo como el que vive más allá de una línea fronteriza,
como todo el que profesa una religión o participa de una ideología. Es una
guerra que hoy señala a todo musulmán como aquel que representa una amenaza
para nosotros cuando ellos son la primera víctima de aquellos que también son
nuestra amenaza.
Es una guerra contra el
victimismo, contra la necesidad de un enemigo para sentirnos cohesionados y
justificar nuestras carencias y debilidades, cuando es el adversario en que nos
otorga entidad y no nuestro ser en sí, el oponente el que nos hace grupo en la
medida en que lo vamos llenando de defectos y es este demonizar al otro lo único
que nos llena a nosotros de virtudes, supuestas virtudes.
Es una guerra contra la
credulidad que tiene fe a toda palabra que salga de nuestro "imán" particular, de aquel a
quien hemos otorgado autoridad sobre nosotros, en quien confiamos diga lo que
diga aunque sea la promesa de un paraíso lleno de vírgenes o de una tierra
convertida en un infierno.
Es una guerra contra el miedo,
aquel que nos encierra en casa, aquel que nos prohibe la música, aquel que nos
va cercenando nuestra poesía hasta suprimirla del todo, aquel que nos hace
mirar a todos lados y convertir en sospechosa toda persona que se nos cruce y temerosa
cualquier palabra que se nos dirija.
Es una guerra contra todo
desprecio a la vida, contra todo “viva la muerte”, contra toda justificación de
víctimas colaterales, contra todo sacrificio de inocentes. Esta guerra nunca se
ganará con más muertes, con una estadística mortal que convierta al ganador en un
cadáver andante.
Es una guerra que hay que librar
también contra nosotros mismos porque nosotros también podemos ser nuestro
enemigo.
Imagen de la fotógrafa holandesa Jo Hedwig Teeuwisse
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