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miércoles, 15 de agosto de 2018

La luz interior


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Cuando uno avanza por los sótanos de la vida lo hace en la oscuridad, agarrándose a las paredes por temor a tropezar y caerse y no ser capaz de levantarse. La vida en la oscuridad  es  también en soledad y silencio, un silencio lleno de palabras, palabras  que giran y giran en nuestro cerebro o palabras  que forman una tupida red de ruido que va envolviendo nuestra cabeza y zarandeándola. Caminar a oscuras genera una ansiedad que va incrementando la sensación de ahogo, solo nos puede ir librando poco a poco encontrar nuestra luz interior, nuestra  propia luz interior.
Somos por encima de  todo animales, seres que traemos con nosotros desde nuestro inicio una, larga historia genética, la  del cuerpo, la de la primera frontera con la realidad que nos rodea, la  epidermis, el tacto. Somos seres que necesitamos ser tocados y tocados con  sentido, intentando transmitir emoción, fundamentalmente afecto y sexualidad, y si es posible las dos cosas juntas. No podemos convertirnos en burbujas aisladas de lo más esencial de nuestra existencia, hablo de las caricias, de los besos, de la posibilidad de hacer el amor, la sorpresa de la primera vez y las lágrimas de emoción de la última. Recuerdos que pretenden alimentarte pero que no bastan, el cuerpo no puede moverse pero no deja de desear. Uno ayer buscaba pero hoy necesita ser buscado y esa búsqueda también se realiza en penumbra. Quien vendrá hasta este cuerpo si algo no lo ilumina, sin esa luz Interior, sin una llama titilando que oriente a la otra persona a encaminarse hacia ti, cuerpo inútil y desvencijado que sólo es capaz de llamar en la oscuridad. Quien vendrá hacia ti si aportas más oscuridad, que será de ti sin los otros.
Llegarán pero sólo de paso si tú conversación es superficial y vulgar, si lo que aporta es barato, para mascar y escupir. Huirán de ti si solo transmites amargura y negativismo. Si te encuentras en una ciénaga, quién  te encontrará, quién se atreverá contigo odioso sepulturero, si solo generas oscuridad, paletadas de tierra, si acercarse a ti apaga toda claridad. Las palabras son armas que pueden liberar o esclavizar, adentrar en la luz o en las tinieblas, a ti o a los otros. Lo que salga de ti ha de hacerlo desde dentro, cálido y luminoso, te hayes donde te hayes, aunque sea en las fronteras de la vida. Quien se acerque a ti solo lo hará tras una senda de luz y calor, de un fuego interno que es capaz de transmitirlo. Solo esa luz interior será camino para ti y para ellos, la  tentación a seguir. Una vez se vaya agotando la llama y te hayas ganado el descanso, apaga la luz y sal de la habitación .


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