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miércoles, 9 de septiembre de 2015

SOBRE EL PENSAR





Si hay algo que diferencia al ser humano del resto de los animales es el pensar, si hay algo que cada vez parece menos frecuente es esa facultad. Pensar es bastante más que formarse ideas en la mente, que amontonar palabras e imágenes en ella, pensar es bastante más que eructar una catarata de esas palabras, quien mucho habla no por ello mucho piensa. Hemos generado una sociedad llena de  boceras más no de pensadores y es que pensar no es fácil.
Pensar supone soledad en su durante y en su después. Soledad física en ese momento del pensamiento. Difícilmente será capaz de pensar con autenticidad aquel que es incapaz de vivir y soportar la soledad. Pensar es, de alguna manera, distanciarse de la realidad; haberse zambullido en ella para luego tomar distancia y permitir que el ruido no nos aturda. Pensar supone ese distanciamiento aun cuando la soledad física no sea posible. Vivir es dialogar con lo que ocurre, realizar un intercambio de acción y de pensamiento, es un recibir y un dar, pensar es un preguntarse y un responder. Si no hay preguntas no hay pensamiento, si no hay preguntas eludimos la dureza que pueden suponer estas y al mismo tiempo eludimos la dureza que nos pueden suponer sus respuestas. Vivir sin ambas es dejarse llevar sin más pero también es renunciar a aquello que nos hace verdaderamente humanos.
Pensar a veces implica asombro, sorpresa, lo no esperado y esto supone salir de la zona de confort para entrar en la de riesgo, es decir, abandonar la comodidad para aventurarse en espacios que no siempre sabemos donde nos llevarán, eso sí, al cambio. El asombro nos puede suponer fascinación, encontrar aquello que andábamos buscando, encontrar respuesta a los interrogantes que nos incomodaba, pero también puede ocasionar turbación e incluso espanto, encontrar respuestas de las que queremos huir, adentrarnos en caminos que nos desequilibran y de los que nos surgen aún más interrogantes. El asombro nos puede producir admiración pero también confusión y desconcierto. Pensar es el riesgo de vivir, tropezar y levantarse, tropezar y razonar sobre el tropiezo. No es la continuidad lo que nos hace vivos sino el cambio, la muerte y la regeneración celular, saber que seguimos siendo los mismos pero que a la vez cada día somos diferentes. La realidad cambia y nosotros no podemos ser impermeables a ese cambio..



Pensar es transgresión y, por lo tanto, enfrentamiento. Pensar es conflicto, quien no lo desee que no piense, quien no lo tenga es fácil creer que se encuentra alejado de un pensamiento propio. Pensar no es reproducir sin más pensamientos ajenos, no hay pensamientos originales, estos como el hombre mismo son producto del pasado por lo tanto, pensar no es inventar nada absolutamente único pero si caminar con la propias piernas, ver con los propios ojos, oír con los propios oídos, pensar con el propio cerebro, sentir con el propio corazón. Se trata de no seguir de forma autómata el sendero que otros nos han trazado sino de elegir, en la medida de lo posible, nuestros propios pasos y nuestro propio camino en el que coincidiremos con otros pero también, a veces, giraremos el sentido de nuestro propio caminar. Lamentablemente los caminos trazados con los que nos encontramos en la actualidad en forma de aparatos de partidos, sindicatos o iglesias, son, desde mi punto de vista, máquinas trituradoras del pensamiento propio, es decir, de pensamiento sin más. No se trata de crear sino de reproducir, en ellos hay muy escaso margen para la heterodoxia..
Visto lo visto es evidente que el pensar ha de ir acompañado de la valentía. Que el cobarde respire, coma, beba, realice su cuerpo toda función fisiológica, se relacione y hasta tenga éxito en la vida y al final, como todos, muera, pero que no llame pensar a esa mezcla de lugares comunes que se amontonan en su cabeza por mucho que estos se repitan y tengan éxito en la sociedad. No es la valentía lo que se premia, sino la fidelidad, el conflicto de ideas es conflicto sin más, el riesgo de enfrentamiento es algo de lo que hay que huir. Triunfará el cobarde, el que no piensa, el que tiene otras pretensiones que analizar la realidad. Se trata de la victoria de la mediocridad y de la confusión entre fidelidad y mero seguidismo.
Soledad, enfrentamiento, conflicto, sólo puede significar dolor. Pensar a menudo es doloroso de la misma manera qué vivir es doloroso, no nos engañemos, pero es nuestra obligación, se trata del tributo a pagar por ser humanos. Rehuyamos la felicidad que otorga la ignorancia y la seguridad que nos da el establo, asumamos el riesgo de vivir, la aventura de ser cada día aquellos que queremos ser y no aquellos que se empeñan en que seamos. Pensar nos traerá dolor pero también nos traerá gozo, la satisfacción de hacer algo en lo que nadie nos podrá sustituir, no se trata de producir algo absolutamente original sino de algo específicamente nuestro, que ninguna otra persona puede parir por nosotros. Es el gozo de descubrir, de sentir la libertad de pensar. Un texto de Gibrán Khalil Gibrán, de su libro El Profeta dice “podéis cubrir el tambor y podéis aflojar las cuerdas de la lira, pero ¿quién ordenará a la alondra del cielo que no cante?”, del mismo modo, ¿quién podrá ordenarnos que no pensemos?

Construir un nuevo presente y un nuevo mañana comienza por pensar ese nuevo presente y ese nuevo mañana, por pensar como llegar a él y, especialmente, por pensar un nuevo nosotros.


1 comentario:

  1. "Que maravilloso instrumento el pensamiento"!!! La pena es que se utilice más para copiar y pegar que para crear. Yo acostumbro a divagar - y mucho - dejo que las ideas sedimenten y luego las organizo en forma de oración, prosa, poesía y hasta tontería y les pongo un marco universal.
    Un placer leerte Jesús, no dejes de escribir. . .

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