Etiquetas

domingo, 15 de mayo de 2011

MALAS TÁCTICAS. MALAS PERSONAS

La persona que hace trampas es tramposa, fullera. La que miente es mentirosa, embustera, farsante. La que utiliza métodos tramposos, embaucadores y mentirosos para alcanzar un fin no es sino mala persona.

El Partido Popular esta utilizando en esta campaña electoral la estrategia de confundir al votante, estrategia que ya le ha supuesto en Madrid la censura de la Junta Electoral Central y la exigencia de retirada de unos carteles contrarios al principio de transparencia que debe regir la campaña electoral, censurando la utilización de una publicidad electoral empleando los símbolos, colores o tipografía habitualmente identificativos de otro que pueda inducir a error a los electores sobre la autoría del mensaje electoral, así como de cualquier persona física o jurídica difunda propaganda electoral de forma anónima, sin identificarse con los mensajes electorales que presente.

En nuestra comunidad nos hemos encontrado con una práctica similar, un cuadernillo elaborado con una tipografía que identifica al PSOE y, prácticamente, sin identificación, salvo una letra minúscula, que fácilmente pasa desapercibida, que se puede encontrar al final del panfleto y que revela la autoría del PP. Dirán que es cosa menor, se regocijarán por su ingenio, acostumbrados, como nos quieren a la difamación, al insulto, a la mentira, al engaño como arma habitual en el enfrentamiento político.

Pero no vale el “todo vale”. El fin nunca justifica los medios porque son estos los que nos hacen grandes o mezquinos, capaces o incapaces de perseguir fines altruistas. Quien no sabe regirse por una moral en la cosa pequeña resulta muy peligroso en la gestión de los grandes objetivos. Quien justifica las trampas para alcanzar esos fines, independientemente de cuales sean estos, es un persona tramposa, es una mala persona.

Cualquier análisis precedido de un prejuicio, descalificar, hundir al contrario, es necesariamente sectario, deformado, falso, inútil como fuente de conocimiento, mera propaganda, publicidad. Así es el citado cuadernillo. No persigue generar juicios sino pre-juicios, no electores reflexivos, sólo votantes irracionales. Construir una sociedad manipulable, débil, enferma.

Persigue, igualmente, la extensión en la organización, de una inteligencia de establo (dos términos antagónicos), exenta de juicios personales, seguidista de las decisiones que vienen de arriba, pretendidamente libre de responsabilidades, en el que el afiliado, el ejecutor, no piensa por sí mismo, solo desarrolla una fidelidad acrítica. Lentamente se forjan personalidades dentro del concepto de banalidad del mal. Afectuosos padres de familia, educados convecinos, suspenden la moralidad una vez dentro del establo, del partido. Movilizadores ideales para esa sociedad enferma. Pero cualquier pieza del engranaje ha de asumir su responsabilidad, ha aceptado ser pieza de ese engranaje y ha aceptado convertirse en pieza ejecutora. La renuncia al juicio propio y a la toma de decisiones personales son, en sí mismas, iniciativas por las que uno no puede eximirse de ser juzgado.

Es necesario juzgar, es necesario juzgarnos. Las malas personas pueden ganar elecciones, hay ejemplos suficientes de ello en nuestro pasado y en nuestro presente; pero la victoria electoral no justifica el comportamiento, simplemente extiende la complicidad. Uno no deja de ser mala persona cuando vence electoralmente, aun cuando arrase. Hay pruebas evidentes de ello cuando usa habitualmente la difamación para generar sospechas, la mentira consciente para confundir al votante, el silencio cómplice para ocultar las bajezas, tácticas tramposas para ensuciar una campaña. En nuestras manos está que ese tipo de personas se sientan legitimadas o no. Darles el visto bueno, no nos engañemos, es legitimar ese comportamiento, premiarlo como forma de hacer política, juzgar que ese mal es banal, que el fin justifica los medios, que todo está permitido siempre que sea de los “nuestros”.

1 comentario:

  1. Las ideas pueden ser malas, los comportamientos sociales pueden ser malos, los actos políticos pueden ser malos, los electores podemos tomar malas decisiones al decir nuestra palabra en la urna...y eso quizás sea lo de menos... pero es imperdonable la maldad meditada, medida, modulada, menospreciante, manipulante, malintencionada... de malas personas, con malas artes para llegar a donde solo generarán más maldad. ¡Qué Dios nos pille confesados o que el 29,5 % de indecisos se decida al menos a decidir sobre nuestro futuro colectivo inmediato!

    ResponderEliminar