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martes, 18 de octubre de 2016

¿QUÉ HE HECHO YO?



 
“Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. Entonces los justos le responderán diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti? Y respondiendo les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos… porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis. Entonces sediento, forastero, desnudo, enfermo, o en la cárcel, y no te servimos? Entonces les responderá diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis” (Mateo, 25: 35-45)

Hay sangre en el Mediterráneo cerca de las costas de Libia y Grecia. Hay sangre en el Mediterráneo cerca de nuestras costas. Hay hambre, miedo, llanto, soledad, muerte muy cerca de nosotros. Hay hambre, miedo, llanto, soledad, muerte a nuestro alcance, de la que tenemos conocimiento y no podemos fingir que no sabíamos nada por mucho que cambiemos de canal para que nuestro estómago no nos juegue una mala pasada. Lo sabemos, todo eso está ahí y aunque pretendamos poner distancia entre eso y nosotros, si nos fijamos bien, si queremos hacerlo, siempre podremos encontrar rastros de esa sangre en nuestras manos. En nuestra cristianizada Europa, ¿cómo diablos podemos interpretar un pasaje como el del comienzo de este escrito? ¿Quiénes son hoy ese hambriento y ese sediento? ¿Qué nacionalidad tienen esos forasteros? ¿Cuál es su color de piel? ¿Cuál su religión? ¿Dónde mueren? ¿Cuál es nuestra actitud? ¿En cuál de los dos grupos estaremos? Creyentes, ¿nos estamos haciendo cargo de Dios o queremos dejarlo abandonado a su suerte? No creyentes, ¿cuál es nuestra tarea? ¿Nos basta con refutar la literalidad de un texto escrito hace dos milenios? No hay discurso que valga, no hay palabras que nos pueden justificar, no hay distancia que nos pueda disculpar toda una vida. Estamos inmersos en la sociedad del simulacro, en la que basta con colgarse el uniforme adecuado para dormir tranquilo. Cualquier prédica es válida si es compatible con mi razón de consumidor. Esa es nuestra coartada. Nuestra verborrea nos justifica y tranquiliza, aceptamos nuestro papel en este juego, siempre sin mostrar lo más profundo de nosotros, lo más superficial en realidad pues es la evidencia común, aquello que nos une. No es necesario panóptico alguno pues en realidad nos vigilamos los unos a los otros. Nunca quedaremos desnudos, perderá aquel que intente lograrlo, será excluido de la hermandad, aquella que une al círculo de vigilancia basado en la confianza mutua, aceptar las mentiras de todos sin desvelar el objetivo común: mantener nuestro derecho de consumo. Para ello es necesario expulsar a todo aquel que lo amenace, escenificaremos la farsa mientras permanezca lejos esa amenaza. El consumo es nuestra razón de ser, también, paradójicamente, de aquellos que no tienen acceso económico a él, el chivo expiatorio siempre será el otro, el extraño que interrumpe nuestros sueño. El escapulario nos salva y el carnet nos acredita como ciudadanos de bien, aquellos responsabilizados en mantener ese entramado. El hambriento será sujeto de nuestras oraciones y el preso el motivo de nuestro mitin, pero uno continuará necesitado del alimento y el otro encarcelado entre rejas. La ciudadanía sólo será soportada en torno a ese interés común, formada por una aglomeración de individuos en la que en realidad no existe el ciudadano interesado como tal en la mejora de la sociedad y en el socorro real del otro, no en su vigilancia.
Y en esa teatralización: ¿Qué he hecho yo? Esa es la pregunta a la que deberíamos responder antes de que sea demasiado tarde. ¿He dinamitado el drama o he mantenido la comedia mientras aguantaba las carcajadas? La vida pasa y el después rápidamente se convierte en un ahora sin que nos quede margen para actuación alguna. ¿Qué he hecho yo? Palabras, palabras, palabras, la canción de cuna con la que intentamos adormecernos y permanecer gloriosos en el sueño. Hasta la solidaridad se ha convertido en un mero clic. Mantengamos la comodidad y nuestras opciones de consumo. A veces la vida va mucho más deprisa que nosotros, en un pis pas te encuentras transformado en el anciano que te aguardaba en la lejanía y entonces, cuándo tienes poco margen de maniobra, te asalta esa pregunta: ¿Qué he hecho yo? Una pregunta en pasado que siempre encierra un presente: ¿Qué estoy haciendo ahora? No basta con el clic, no basta con sostener la pancarta, no basta con alzar la voz. ¿Cómo ha cambiado mi vida esa pregunta si es que lo ha hecho? ¿Cómo me ha cambiado a mí? ¿Qué he hecho en el encuentro con el otro, si es que éste ha existido? Cual ha sido mi gesto y cual mi pérdida, a qué he renunciado, si estoy entero pero vacío. Cómo he dado de comer al hambriento y he acogido al refugiado. Cuál ha sido mi grado de rebeldía y si esta ha terminado por convertirse o no en una amenaza para mi vida, qué me he cuestionado de mí mismo. No dejéis que el tiempo transcurra para poder miraros al espejo con satisfacción. Hace unos días vi un programa sobre la amenaza de piel negra que se cierne sobre nosotros, sobre ese trigo sucio y sarraceno del que nos avisó ese cardenal achaparrado enfundado en su larga capa púrpuraescarlata. La amenaza de la que hay que parapetarse. Y sin embargo s hay personas allí dispuestas a ayudar y perder. Quizás estas me reconcilien con el género humano, pero la pregunta permanece: ¿Qué he hecho yo?






4 comentarios:

  1. Que pregunta más incomoda y es que a casi nadie le gusta moverse de su círculo de seguridad para meterse en"lios" ¿qué he hecho yo? Un ciudadano de a pie del pueblo llano....un besazo jesus desde torralba!

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  2. Que pregunta más incomoda y es que a casi nadie le gusta moverse de su círculo de seguridad para meterse en"lios" ¿qué he hecho yo? Un ciudadano de a pie del pueblo llano....un besazo jesus desde torralba!

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  3. La respuesta que yo me daría a esa pregunta -cuando quiero atenderla- sería: Elegir esa experiencia de dolor y conocimiento para seguir aprendiendo y gozando (por ahora es mi mejor respuesta) También pienso que hay preguntas que deben dejar de hacerse -o reducir su consumo- y cerrar etapas, cada uno a su manera, pero cerrarlas. ¿Fácil? No ¿Posible? Clic . Un abrazo

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