Estáis locos, habéis perdido todo
sentido de la medida, confundís la realidad que tenéis en vuestra cabeza, pero al
contrario que Alonso Quijano creéis que los gigantes son solo molinos y
arremeteréis contra ellos porque os sentís infundidos de una legitimidad única.
Es vuestro momento de gloria y tenéis que aprovecharlo, el momento para el que
nacisteis y que nadie os puede arrebatar. Sois un peligro por vuestra locura y
porque sois capaces de transmitirla a toda una sociedad, transmitirla de una
forma o de otra, pero la misma locura al fin, sea amiga o enemiga, acción o
reacción, la misma locura. Nadie se encuentra a salvo de ella por el mero hecho
de pensar de una manera, la locura está, sobre todo, en el poder. En el
ejercicio del poder, en su posesión y vosotros os encontráis hozando en él como
seres inmaduros festejando haber alcanzado lo que nunca creísteis posible,
intentando devorarlo antes de que os lo arrebaten.
Perdisteis. Ganasteis las
elecciones pero perdisteis el plebiscito. Dar un paso de esta envergadura sin
asumir esa incontestable realidad, suponga el precio que suponga, da idea de
vuestro delirio. El poder no es un juguete en manos de un niño caprichoso, el
ejercicio de ese poder quizás obliga antes a la conciencia de sus límites para
saber lo que se encuentra permitido y vosotros os apresuráis a devorar la tarta
sin tan siquiera reflexionar a quien pertenece realmente esta. El fin nunca
justifica los medios, es a través de ellos por los que transmitimos nuestra
manera de entender y transformar la vida. Estáis haciendo un enorme daño a ese
fin. Que seáis precisamente vosotros que deberíais saber que el valor del poder
no se encuentra en la ostentación de su posesión sino en la obligación del
servicio que exige es lo que supone la gran decepción y el irremediable mal que
acompañará a la locura. La sensación de que el cambio se encuentra en una nave
de locos con un grupo de ellos disputándose el timón. No es así, no tiene por
qué ser así, pero vosotros transmitiréis esa idea.
Habláis de liberación pero el
lenguaje es, inevitablemente, un juego de antónimos como lo es el propio
pensamiento. Y liberación se opone a esclavitud, movería a una risa triste,
dolorosa, desquiciada, tal afirmación. Que pobre análisis de la realidad
tenéis, con qué ligereza utilizáis el lenguaje. Que escaso uso de la razón
hacéis, como movéis las emociones con la intención exclusiva de manipular,
aunque no seáis conscientes de ello enajenados en vuestro propio discurso. Que
insulto a la inteligencia, que insulto a vuestra supuesta ideología, que
insulto a vuestros conceptos. Que insulto a vuestra dignidad.
Verbalizáis a España como la
causa de vuestro dolor. ¿En qué consiste ese dolor? Me ofendéis con ello y
ofendéis a los que de verdad deberíais defender, a los que de verdad se mueven
en ese dolor y no a vuestros “nacionales” (¿quiénes son vuestros nacionales?)
¿Acaso nos creéis más incapaces que vosotros de transformar una situación?
¿Estáis hechos de otra pasta? ¿Sois de otra raza? ¿Son mayores vuestros músculos,
es mayor vuestra fuerza, más grande vuestra inteligencia y vuestra astucia? Ya
habéis identificado al enemigo, el pelele qué habrá que quemar en el centro de
cada plaza, la bandera que deberá arder, el himno que habrá que pitar para
poder retirarse satisfecho cada noche a dormir. Ya habéis inoculado en el
interior de cada uno de vuestros
seguidores la conciencia de lo que habrá que cambiar para que nada cambie.
Ya habéis dado lo argumentos
necesarios a ese torpe guiñol, ese títere de cachiporra, llamado Mariano para que juegue a convertirse en
líder de un ejército de tullidos, para que estos no lleguen a comprender que el
inmovilismo no supone moderación y que la locura a menudo se encuentra en el
silencio y fundamentalmente en la mirada. Eso también formará parte de vuestro
logro.
Estáis locos y nos terminaremos
volviendo todos.
Totalmente de acuerdo, Jesús. Los locos, nos van a volver locos. Ése es el grave problema,
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