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jueves, 21 de mayo de 2015

NUESTROS HIJOS DE PUTA



El año pasado Pablo Iglesias recordó en el Parlamento Europeo a  propósito de la política que los países occidentales han practicado y practican con los países árabes una frase atribuida al presidente estadounidense Franklin Delano Roosevelt sobre el dictador nicaragüense Anastasio Somoza y la  política que ese país ejercía sobre su “patio trasero”, la América Latina. En 1939, el presidente americano Roosevelt estaba despachando con un colaborador que le hablaba de los desmanes del dictador nicaragüense Anastasio Somoza. Roosevelt escuchaba atentamente. Cuando su interlocutor terminó de describir la opresión que el pueblo de Nicaragua se veía obligado a soportar, el presidente de los Estados Unidos se le quedó mirando fijamente y le espetó: "Puede que Somoza sea un hijo de puta. Pero es nuestro hijo de puta", haciendo referencia a que aquel dictador resultaba útil para ellos.


La anécdota es muy ilustrativa no sólo para entender cómo funciona la política internacional sino también lo es para comprender muchos de los comportamientos de nuestra política local. De qué otra manera puede razonarse cierta ”fidelidad” de voto en las elecciones sean a nivel nacional, autonómicas o locales.


Es para pensar el por qué se permanece en el voto a políticos declaradamente corruptos o sospechosamente aunque solo se haya llegado hasta un nivel de imputación pero con unas sospechas públicas que se han ido transformando en evidencias aunque el paso por el juzgado no se haya realizado o se haya dado como frustrado. ¿Por qué votamos a políticos corruptos? ¿Son nuestros hijos de puta o nuestras hijas de puta? ¿Pensamos como Roosevelt que nos pueden ser útiles? ¿Para evitar que acceda el lobo malo del que se empeñan en asustarnos (con éxito) que nos traerán males mayores? ¿Asumimos que nuestra sociedad es así y si no son los nuestros serán los de los otros? ¿Nos sentimos identificados con ellos más allá y pensamos que la utilidad consiste en la ocasión de reproducir sus comportamientos?


El “hijo de puta” no sólo hurta, extorsiona, enchufa, se enriquece, también se le descubre en la prepotencia, en la soberbia, en la mentira, en el que busca el poder por el poder sin temor a dejar víctimas por el camino, el que vive la política como una guerra, tapa su basura y santifica a sus ladrones hasta que ya no puede hacerlo más y condena por adelantado a todos aquellos que pueden rivalizar en la búsqueda del poder. El que lleva a cabo trapicheos posiblemente legales pero faltos de ética. El hipócrita, el necio dispuesto a lo que le manden y el mediocre que encuentra aquí la manera de hacer carrera en un reino de mediocres sin ética ni estética. Todos estos también pueden ser nuestros hijos de puta.


¿Por qué el empeño en votarles? Puede ser el miedo a la desubicación, al rompimiento, al conflicto. El miedo a sentirnos obligados a revisar nuestro pasado y a obligarnos también a tomar nuevas opciones para el futuro. El rebaño es cómodo y muy problemático sentirse oveja negra pero son pasos que hay que dar. Asumir que no hay más opción que nuestros/as hijos/as de puta debería llevarnos también a asumir que, de alguna manera, nosotros ya podemos haber pasado a ese círculo. Pero otra política tiene que ser posible y nosotros tenemos en ello nuestra cuota de responsabilidad.

 

2 comentarios:

  1. Acabo de conocerte Jesus Mora: que suerte la mia! Me he quedado sin palabras!!! Vaya de entrada mi agradecimiento por haberte dejado encontrar y mi abrazo fraterno. Tengo muuuucho que aprender de ti!!! y por ello me siento agradecida e ilusionada.Yo también tengo esa tarea futura, como tú de ser cada día mejor, y como decía jose Luis Sampedro la obligación de que el mundo también lo sea.

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    1. Muchas gracias, Elena, seguro que yo tengo mucho que aprender de ti.

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