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domingo, 16 de marzo de 2014

¿QUÉ ME IMPIDE?



El otro día asistí un concierto. Disfruté como un niño. Fue un episodio llegar a mi butaca, la primera de todas, pegadita a mi silla de ruedas, fue otro episodio levantarme de ella, pero, ¿quién pudo evitar que disfrutara entre medias? Anoche la música vino a mí, me envolvió en una espiral absorbente que me hizo nota y verso dilatando mi pecho.

¿Qué me impide deleitarme de ese momento, que la música recorra mi cuerpo despertando emociones?

¿Qué leer un libro embebido en él, ir vertiendo sus palabras en mi mente para despertar sensaciones dormidas, sueños, remembranzas, que las palabras vengan a llamar a mi puerta para hacerse un hueco en mi pensamiento.?

¿Qué degustar el placer gozoso de los sabores repiqueteando en mi paladar?

¿Qué experimentar el consuelo de que ella me alcance los pedazos de mí que se van desprendiendo?

¿Qué estremecerme con el roce de sus dedos recorriendo mi cuerpo, siguiendo la llamada que mi deseo invoca?

Qué percibir la dulce emoción de la paternidad, la paradójica sensación de sentirse crecer en otro ser a la vez que me siento menguar, la hercúlea fragilidad que me hace humano más allá de mi persona?

¿Qué notar el triunfo menudo pero inextinguible de una mirada, cabalgando sobre una sonrisa, penetrando en mi interior?

¿Qué sentirme arropado por los abrazos con los que la amistad cubre mis miedos?

¿Qué deleitarme en la incalificable impresión de sentirme querido e ir recorriendo las huellas que esas personas han dejado en mí?

¿Qué impide que mi pensamiento vaya más allá de las ordenanzas que lo adormecen?

¿Qué saberme parte de la vida al sentir el calor del sol esculpiendo mi rostro o el del aire de la mañana dibujando mi figura?

¿Qué seguir siendo el señor todopoderoso de la nimiedad que da sentido a mi tiempo y configura mi espacio?

El mañana se presiente negro, ¿qué me impide instalarme en el hoy? El hoy siempre distinto, siempre moldeable. Todo día es un hoy, yo soy su Señor.





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