Etiquetas

lunes, 22 de agosto de 2011

PAPANATISMO





Ya se ha hablado mucho de la financiación de la visita de Ratzinger – Benedicto XVI (tanto monta, monta tanto), así como del papel que las instituciones públicas deben asumir en un estado aconfesional y en concreto ante la visita de Benedicto XVI. No me voy a extender sobre el asunto, creo que quien me conozca y quien haya leído mis anteriores escritos podrá deducir sin problemas cual es mi posición ante estos asuntos. Quiero centrarme en torno a una palabra que invariablemente me ha venido a la cabeza al ver las imágenes de estos días: papanatismo. Es evidente la asociación un tanto malévola entre su sonoridad y los acontecimientos de estos días. Un papanatas es una persona simple, inocente o muy crédula. No puedo evitar pensar que la llamada Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) no ha sido sino una fábrica de papanatas. Pido disculpas a los que se sientan ofendidos. Estoy seguro de que entre esos miles de jóvenes que se han concentrado en Madrid, por supuesto habrá muchos que no lo sean (ojalá que sea una gran mayoría), me refiero con la idea a la intención en sí de la JMJ o al menos la sensación que de ella han vertido los medios de comunicación, especialmente los (muy) adictos a esa causa. El centro del evento no ha sido la juventud sino Benedicto XVI, es decir, J. Ratzinger. "Y tampoco llaméis padre a ninguno de vosotros sobre la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo” dice el evangelio de Mateo (Mateo 23:9). La Iglesia Católica, tan celosa ella en el cumplimiento de otros mucho menos explícitos, nunca ha tenido recato en saltarse a la torera este mandato. No solo no existe pudor en transgredirlo sobradamente en cantidad y calidad (no se habla del padre sino incluso del Santo Padre), sino que tampoco existe en erigir tras esa trasgresión, un ídolo. La Jornada de la Juventud ha sido la Jornada del Santo Padre. El centro de la celebración no parece haber sido el encuentro juvenil sino la visita del Papa. Este parece haber sido el acontecimiento ¿histórico?. Es a él al que se le ha rendido pleitesía institucional y popular. El pulso consistía en reunir el mayor número posible de jóvenes en torno al Papa. ¿Pero qué jóvenes? Se ha tratado de idolatría, de amor excesivo a una persona. Amor y excesivo son dos términos antagónicos, cuando es excesivo deja de ser amor. Se ha tratado de forjar fans, seguidores entusiastas de alguien. ¿Es esa la juventud que se pretende? El idólatra es un papanatas, el fan es un papanatas, es la inocencia y la credulidad lo que se busca, creyentes o crédulos, no creedores, en la diferenciación que hace Jorge Wagensberg (creedor sería el que exige todas las garantías que la realidad pueda ofrecer en un momento y lugar; crédulo, el que exige muy pocas, y creyente, el que no exige ninguna.). Invito a leer un artículo suyo sobre este tema.

No he podido evitar darle vuelas a esta idea mientras veía estos días la alegría desmesurada de multitud de jóvenes rodeando a unos pocos varones ensotanados que si trasmiten algo no es precisamente alegría. (“Como cadáveres pensaron vivir, de negro vistieron su cadáver; también en sus discursos huelo yo todavía el desagradable aroma de cámaras mortuorias.” F. Nietzsche. Así hablaba Zaratustra). ¿Qué les unía? ¿Dónde acabarán todos estos jóvenes el día de mañana? ¿De qué manera están configuradas sus cabezas? ¿Cómo están amuebladas? El acto de creer, como el de pensar, solo puede realizarse en soledad, no al calor del establo, no dejándose llevar por el rebaño. Estos días he visto la celebración del papanatismo aprovechando una debilidad de todo joven de ayer o de hoy, la facilidad para generar ídolos vivos o muertos. La idealización del personaje, su encumbramiento. Debilidad que aprovecha no solo la Iglesia Católica, sino los principales partidos políticos. En el fondo se trata de la misma pretensión esa insistencia en buscar la imagen de los jóvenes detrás de los líderes políticos (adultos) ondeando banderitas, aplaudiendo los énfasis en el discurso, coreando las consignas. La utilización de la juventud. Es la misma pretensión pero únicamente la iglesia puede llevar la estrategia hasta el extremo ya que lo hace en nombre de Dios. El ídolo es el representante de ese Dios en la Tierra y ante ese argumento no hay competición posible. Es en la práctica el dueño de Dios, pero esto es tema para otro momento.

Quizás en esto, como en la vida en general, es necesario, para alcanzar la madurez, seguir el pensamiento de Freud (por favor, entiéndase bien su sentido metafórico): matar al padre.



No hay comentarios:

Publicar un comentario