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sábado, 9 de febrero de 2019

¡Más madera!




No es Pedro Sánchez santo de mi devoción, como, ni mucho menos, lo es Quim Torra, personaje xenófobo y supremacista por mucho que él intente defenderse de estas acusaciones. Considero a los nacionalismos, todos los nacionalismos, ideologías que también pueden calificarse como tales, cargadas de emociones y no de racionalismo. Creo que en el mundo de hoy, globalizado, querámoslo o no, es necesario unir fuerzas y no disgregarlas, por lo que creo que conviene establecer estados más grandes y no más pequeños, con la certidumbre de que no hay un pueblo superior a otro, los avances sociales se dan en función del partido que gobierna sea cual sea el idioma con el que se apellida; en esa lógica consideraría un paso adelante una unión con Portugal y sería un paso atrás para las dos partes la independencia de Cataluña. Veo necesario este preámbulo para poder matizar mi discurso antes de ser quemado en alguna de las hogueras que tan fácilmente se prenden en este país de sangre caliente y de ese deseo pirómano no se salva ninguna de las partes en conflicto, yo, después de esta lectura, podría ser quemado con el correspondiente festejo en cualquiera de ellas. Para este domingo, 10 de febrero, ya hay convocada una hoguera en Madrid. ¡Mas madera!, empiezan a gritar. Hogueras que ya han ardido en Cataluña. ¡Más madera! siguen allí gritando. En ambos lugares hay una parte que se apropia de la defensa de la totalidad excluyendo a aquellos que no marchan al compás de sus tambores, arriba se les niega el derecho a existir, abajo se les tacha de traidores, con esta idea como bandera es convocada la citada manifestación en Madrid del día 10 en defensa de España y en contra de sus traidores. No puede defenderse algo si no se ha establecido con anterioridad un enemigo al que acusar del deseo de la destrucción y a este enemigo ya se le ha puesto nombre. Se le puso mucho antes de convocar con gran megafonía y redoblar de tambores la concentración y avance del ejercito patrio, se le había condenado ya antes de establecer su delito. El verdadero deseo es destruir a este para lo cual había que encontrar una razón por irracional que fuera, cuanto más mejor y cuanto palabras más gruesas y descalificaciones mayores mejor. Nos encontramos ante “el mayor felón “y “el mayor traidor” de nuestra historia democrática. Recuerdo acusaciones similares de traición por negociar con ETA y de rompepatrias por el deseo de ceder a las reivindicaciones de la banda terrorista incluyendo la cesión de Navarra, acusaciones acompañadas de multitudinarias manifestaciones y del apoyo en esa campaña de los medios de comunicación. Esa supuesta traición finalizó en 2011 con el abandono de la lucha armada por parte de ETA. Nadie pidió perdón por los insultos y mentiras, sabían que esa necesidad de pedir perdón nadie se la iba a exigir y el pretendido efecto ya estaba hecho.
Nadie puede traicionar a España pues es un simple sustantivo que designa un territorio y como tal ni siente ni padece, estos sentimientos solo los pueden tener la población que lo habita. Territorio que con ese nombre tuvo su inicio, modificó ese espacio a lo largo del tiempo y tendrá su final. Lo verdaderamente importante es que en todo ese tiempo no se vierta sangre, que los conflictos se resuelvan mediante el diálogo y la negociación, una sola gota de sangre es señal de fracaso de la política y de los políticos. El escandalo montado por la aparición de la figura del relator o por otras parecidas como coordinador o mediador ha puesto de manifiesto la radicalidad de los convocantes que de manera callada parecen entonar al unísono un viejo himno, “Por Dios, por la patria y el rey lucharon nuestros padres. Por Dios por la patria y el rey lucharemos nosotros también “. Ninguna de esas tres ideas merece que sea derramada una pizca de sangre por ella y sin embargo parece que ambas partes desean que en algún momento las primeras gotas sean vertidas, pretexto perfecto para hacer perfectamente visibles los responsables y cargarse de una razón que les permita lanzarse “a por ellos”. Ante esta situación el gobierno se encuentra atrapado en una pinza en la que participan buena parte de los notables de su partido. Haya negociación o no el juicio se ha realizado ya en ambas partes y el veredicto se encuentra listo para que la condena sea ejecutada. La amenaza se cierne sobre todos.
Me gustaría vivir en un país donde poder todos mirarnos a los ojos sin ira, donde admirar las diferencias y disfrutar de ellas, donde las grandes acusaciones e insultos pudieran ir quedando en el cesto de la ropa vieja, donde encontrarme cara al sol no ciegue mi pensamiento ni donde sentarme por la noche a ver las estrellas corra el riesgo de deslumbrarme por la falta de costumbre de valorar toda la belleza que me rodea. Un país donde la fiesta nacional no tenga nada que ver con una guerra y no me asfixie el ondear de las banderas que sean cuales sean siempre siento contra mí. Un país que yo pueda llamar mío sin por ello arrebatárselo a otro, y otro lugar que sus habitantes puedan llamar nación o país, como quieran, sin que por eso yo deje de sentirlo como mío. Ya hay suficiente madera, ¿alguien quiere llevarse algo?

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