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jueves, 20 de junio de 2013

POLÍTICA Y EDUCACIÓN

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El ejercicio de la política es a la vez un ejercicio de educación popular y con lo que ello conlleva la posibilidad de maleducar.  Lamentablemente la experiencia en nuestro país es que predomina la maleducación sobre la buena y lo hace de tal manera que anula la percepción de las experiencias positivas que seguro que las hay para entrar todos y todo en un mismo saco de negatividad. No se trata solo de la creciente aparición de casos de corrupción que con toda seguridad no es extensible a todos los políticos aunque tal extensión forme parte de los tópicos del discurso general, más allá de esos casos conocidos (y seguro que otros muchos no conocidos) de corruptelas varias, enriquecimientos indebidos y desmedidos, sobornos, cohechos, deshonestidad y otros términos cada vez más populares, se da una descomposición de los conceptos de política y políticos con comportamientos no siempre criticados o suficientemente criticados e incluso adoptados por buena parte de la sociedad (aunque nunca es fácil decir qué es antes si el huevo o la gallina), masivamente el ejercicio de esta actividad se asimila a una conducta que, al menos desde mi puntos de vista, no sería deseable para la ciudadanía en general. Esta práctica lleva a un rechazo de política y políticos o a una asimilación de la conducta por parte de los ciudadanos.

Ser político parece identificarse con comportamientos tales como una falsa fidelidad. Para este término encontramos acepciones como exactitud y veracidad, sin embargo nada más lejos de la realidad, los mensajes que los políticos transmiten no buscan esa identificación desde el punto de vista objetivo ni del valorativo, la única identificación que buscan es con el argumentario del partido y este se encuentra en función de sus intereses, es decir, la realidad se oculta o se deforma en función de esos intereses y el político no tiene pudor en convertirse en mensajero de este argumentarlo diciendo hoy lo contrario que ayer si es beneficioso para la organización, defender la misma actuación que ayer condenaban en otros, silenciar lo que ayer denunciaban de otros, deformando la realidad que resulta contraproducente. No se trata de fidelidad, se trata de seguidismo y servilismo, nada más lejos de los sinónimos que podemos relacionar con la primera como franqueza, nobleza, honestidad, confianza. La mentira no encaja en ninguno de estos términos, el político parece no ser digno de esta última en la medida que habla según su exclusiva conveniencia y promete sin intención alguna de compromiso. La palabra carece de valor alguno. 



El efecto sobre la sociedad es generar rivalidad, incompatibilidad,  enemistad y oposición, una sociedad desunida y enfrentada, apática o anómica. Se persiguen no seguidores sino “seguidistas”, fans, más ofensores ajenos que defensores propios, convertir el ataque en la mejor e incluso única defensa.

Esta actitud implica una falta de pensamiento crítico y de juicio propio, poseer ambos parece convertirse en un obstáculo para dedicarse a la política. Las conductas favorecedoras parecen ser asentir, callar, incluso en los órganos internos, lo que lleva a plantearse que se busca y suscita no solo la falta de pensamiento crítico sino, más allá, la falta de pensamiento sin más, el prohibido pensar se provoca a partir de la simplificación del discurso, se elude la complejidad cayendo en la más burda simplificación. No se enseña a pensar, se produce propaganda y no ideología. Unos políticos a la espera de recibir órdenes y una sociedad a la espera de las mismas y que no sabe comportarse sin ellas.

La percepción que se obtiene es que la personalidad demandada es aquella que es capaz de convertir los intereses del aparato en los intereses propios en la medida en que él se siente aparato y pretende mantenerse en él. No se percibe la política como vocación pública sino como salida personal beneficiosa que uno se encuentra dispuesto a defender hasta el final. Se aprende el pensamiento del aparato de tal manera que este parece adquirir vida propia, se reproduce a sí mismo cooptando a sus miembros y provocando el anquilosamiento de la organización. Consecuencia: el distanciamiento social y la aparición de términos como clase o casta política y de un aparentemente paradójico corporativismo entre los supuestos rivales políticos.

La clave de toda educación es el ejemplo. La ejemplaridad pública se convierte en algo incómodo solo deseable en el plano teórico en la medida en que su testimonio deja en evidencia al resto, solo encontramos ejemplaridad de baja intensidad en la medida en que esta es soportable y digerible. Tampoco la ejemplaridad privada es condición para el acceso a la vida política, su incumplimiento que ya de entrada puede desembocar en una previsible corrupción es tolerable en la medida en que esta se mantiene en el ámbito privado y no perjudica al aparato. El mal ejemplo se convierte en un "buen" ejemplo para los ciudadanos (aunque podemos volver a lo del huevo y la gallina) y, por lo tanto, en un comportamiento aceptado (siempre que se encuentre dentro de la organización con la que yo ejerzo como seguidista) e incluso premiado, en muchos lugares y ocasiones, a la hora de las elecciones.




Todo esto se incorpora a la hora del discurso político pero en una muestra más de la ruptura existente entre discurso y acción política. La recuperación de la vida política exigiría una fuerte actuación regenerativa pero frente a esta se impone el peso del aparato, en esta regeneración exigiría la “caída de cabezas” (perdón por el componente belicista del término) actuación para que el aparato se encuentra incapacitado y capacitado para ejercer un simple maquillaje, por varias razones, la personalidad citada es la que predomina en su interior y su sustitución no interesa ni a quien habla ni a quien aplaude, porque llevarla a cabo supondría a menudo el escándalo de descubrir comportamientos indeseables o el castigo de la aparente fidelidad mantenida durante años a la espera de que le llegara su ocasión y en último lugar porque uno siempre tiende a sentirse fuera de estas categorías y aunque así fuera uno no es consciente de que la mancha que se ha extendido afecta a todo un grupo social independientemente de la manera en que se encuentre implicado en su causa y por lo tanto, el sacrifico necesario también habría de afectarle a él. Falta la generosidad y valentía necesaria para este sacrificio y así lo percibimos en la ratificación que vamos viendo de cabezas de lista para las próximas elecciones, el único cambio que se pretende hacer es el de las palabras y estas fueron las primeras que ya perdieron su valor. El nivel de protagonismo es excesivo así como la creencia de sentirse indispensable.

He hablado desde un primer momento de la política y los políticos debido, en parte, al reduccionismo al que la partitocracia ha llevado al concepto “política”, pero entendiéndolo en un sentido más amplio y positivo deberíamos incluir en él  a otras organizaciones sociales que intervienen en los asuntos públicos y pretenden incidir en ellos, hablaríamos entre otras de los sindicatos y las iglesias también poseedoras de un aparato similar, de un perfil de sus miembros parecidos y de un interés en generar un semejante seguidismo.

Todo ello nos lleva a una anestesia social, a la desconfianza ante cualquier mensaje o a una aceptación acrítica del mismo si el mensajero es el adecuado, una sociedad acostumbrada a ello y desestructurada en la medida en que va perdiendo el armazón necesario para soportarla. Este es el precio a pagar de todo esto, no solo el de las personas que han llevado a esta situación sino también el de las estructuras que las han acogido.


miércoles, 12 de junio de 2013

EL SER


Si la razón de ser es la apariencia, la imagen, la cáscara que te envuelve, la figura que te representa, ¿qué soy yo? ¿un proyecto fallido sobre ruedas? Qué soy yo que pueda disimular: carne reblandecida, piernas tropezándose y cayéndose, manos confusas y esquivas, memoria derramándose. Qué puedo aparentar si ya me han visto tal cual soy, cuerpo romo cubierto de heces, poso lastrado en el suelo, estorbo para el desfile, inútil para el cortejo.
Si la razón de ser es el poder, la fuerza, la dominación, el mando, ¿qué soy yo si en todo dependo? Rémora disfrazada de rey, protagonista en la ficción, secundario en la verdad, cautivo de la misericordia.
Si la razón de ser fuera la solidez, la durabilidad, la firmeza, ¿dónde iría yo anegado en lágrimas? Cuerpo desmoronándose y afirmándose en dudas, forma maleable, blando sueño.
Si la razón de ser son los otros, los que han sido y en los que fui, los que son y en los que soy, los que serán y en los que seré; por los que fui, por los que soy, por los que seré, cayados de mis silencios, reverberación de mi voz. Allá donde quedan mis moléculas conforme me voy desmoronando. Fui, soy, seré.
Si la razón de ser es la humildad, la pequeñez, la grandeza aprisionada en lo minúsculo incubando el sueño del big-bang, la capacidad de la pregunta como huellas de las que sigo el rastro, la conciencia de aprendiz que siempre ha de encerrar el maestro, la seguridad del error que siempre antecede al acierto, llegaré a ser lo más cuando deje de ser. Soy en la medida en la que dejo de ser, en la que voy arrancando, una a una, las capas de acero que me recubren y voy quedando desnudo, frágil, humano. Sólo entonces, puedo llegar a ser.
Si la razón de ser es la ductilidad, lo esponjoso, lo apacible, lo tierno, lo que se deja interpelar con cada poro abierto al otro, capaz de adaptarse sin romperse, capaz de acariciar sin arañar, capaz de ser uno y todos ellos, solo y abierto a todos, juicio fluyendo con emociones y edificándose en la racionalidad. Aspiro a ser mientras lo amargo se transforma en dulce, cuando mi dolor arranca una sonrisa, mientras empiezo a cambiar el mundo cambiándome a mí mismo, mientras vivo y por esa razón ya estoy muriendo.


viernes, 10 de mayo de 2013

CONSEJOS PARA UN DIRIGENTE

Hace unos días una persona muy querida me hizo recordar un poema de Bertolt Brecht que tenía olvidado, la Loa al estudio. Quisiera complementar, a mi manera, esa llamada a saber y pensar por uno mismo, a ser crítico, a tener iniciativa.


CONSEJOS PARA UN DIRIGENTE

Estas llamado a ser un dirigente.

Busca el camino por el que transita el pueblo pero no olvides nunca el tuyo propio.

No creas ciegamente.

No hables desde el púlpito.

No exijas sangre,

si es necesaria alguna vierte primero la tuya.

No te hagas seguir por un rebaño de corderos, no eres más cuando ellos sean menos.

Sé el más pequeño entre los pequeños y el más grande entre los grandes.

Duda, interrógate siempre,

contagia las preguntas y comparte las respuestas.

La verdad no la tienes en propiedad se encuentra viajando con todos en el camino.

Sé cabeza, no cabecilla.

Sé parte, manos y pies, corazón y cerebro, de un cuerpo que no es solo tuyo.

Que tus palabras no sean grandilocuentes ni tu gesto altanero.

Que tus palabras nazcan de la escucha,

sean sí cuando deban ser sí y no cuando deban ser no.

Silencio cuando solo puedan ser ruido.

Que tu mano alzada sea para la caricia y tu fortaleza sea la poesía.

Nunca dejes de querer saber,

la sabiduría es un camino en el que la meta se aleja en la medida en que más te acercas a ella,

no es de tu propiedad, vas encontrando fragmentos en la vida de los demás.

Tú formas parte de ese mosaico.

Estás llamado a ser el antilíder.

jueves, 4 de abril de 2013

VÁYANSE

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Si es de los que hoy dicen digo y mañana dirán diego sin sonrojo ninguno y en función de lo que el argumentario del partido diga, por favor, váyase.

Si es de los que hoy condenan lo que mañana defenderán, de los que hoy votan sí a lo que mañana dirán no, dependiendo de dónde se encuentre su partido, por favor, váyase.

Si es de los que aplauden cuando toca sin saber siquiera por qué lo hacen o abuchean cuando igualmente toca arremeter contra el adversario, y salen ufanos del hemiciclo por todo eso, por favor, váyase.

Si es de los que se incorporaron a la política pensando en hacer carrera y miden cada paso que dan en función de la misma, por favor, váyase.

Si es de los que se sentaron en un sillón y desde entonces se agarraron al mismo, de los que se les hundiría el mundo si se vieran en la misma calle que el resto de los mortales, por favor, váyase.

Si es de los que no piensa sino que piensan por usted, si es de los que no le importa ser la voz de su amo sin saber quien es ese amo exactamente, por favor, váyase.

Si es de los que llaman corrupto al de otro partido y pierden el trasero por hacerse la foto con el equivalente en el suyo, por favor, váyase.

Si es de los que valoran en su partido la fidelidad y no el pensamiento crítico y confunden la fidelidad a unas ideas con el interés partidista, por favor, váyase.

Si es de los que votan lo que le digan, aplauden lo que le digan, abuchean lo que le digan, hacen lo que le digan, dicen lo que le digan, por favor, váyase.

Si es de los que nunca pedirá perdón, de los que jamás reconocerá que se ha equivocado, de los que de ninguna manera admitirá que no sabe, por favor, váyase.

Si cada paso que da en política lo hace mirando la cuenta de beneficios, por favor, váyase.

Si es de los que defienden conceptos pero no ciudadanos, símbolos pero no personas, por favor, váyase.

Si es de los que miran hacia arriba pero nunca hacia abajo, hacia los poderosos pero nunca hacia los débiles, de los que promueven casta y terminan por desconocer a persona alguna que sufra lo que ustedes deciden, por favor, váyase.

Si es de los que no saben, no pueden o no se atreven, por favor, váyase.

Si es de los que nunca condenarán en su partido todo lo anterior y no les importan convivir en él con una mayoría de este tipo, por favor, váyase.

Si pase lo que pase nadie piensa irse, por favor díganlo para que sea yo el que me vaya. Que pare el mundo que me bajo.

miércoles, 27 de marzo de 2013

CARTA AL HIJO

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Amado hijo:

Hace unos días se celebró el Día del Padre, me pregunto si cualquier padre ha de ser motivo de celebración, si todos los padres somos iguales. Creo que la respuesta a las dos preguntas ha de ser no, pero con esa respuesta un nuevo interrogante se me abre y es dónde tengo que ubicarme yo en esa diversidad de paternidades. Seguramente una buena manera de responder a ello es valorar el producto resultante, es decir el hijo, pero me temo que, al menos en mi caso, puede ser engañoso, estoy convencido que el hijo es mejor que el padre y las virtudes del primero no son siempre debidas a méritos del segundo.

Me llamarás cansino si vuelvo a insistir en uno de los valores que creo, cada vez más, fundamental: la humildad. Casi todos en los que puedo pensar terminan confluyendo, de una u otra manera, en ella. Pero como hablarte de ella si yo no hago antes un mínimo acto de humildad, reconocer algunos de los muchos defectos que han ido jalonando mi vida. La cobardía y la comodidad que me han llevado a asumir riesgos aún dejando a un lado los convicciones que yo parecía tener. Digo parecía porque creo que uno no las tiene de hecho si no es capaz de llevarlas a cabo. La irascibilidad que han multiplicado en mi vida episodios de cólera de los que no puedo sino avergonzarme, en la gran mayoría de los casos desproporcionada si no gratuita. La falta de expresividad, hay tantas cosas que se deben decir y no se dicen, tantos gestos que hay que tener y no se realizan; las ocasiones perdidas para expresarse (especialmente los afectos) difícilmente se recuperan, se van acumulando formando una montaña que luego es muy difícil atravesar o derruir.

La humildad  es la antesala del conocimiento. No la desprecies como algo menor. Hablo de ese conocimiento que te lleva a saber cada vez más de algo. ¿Cómo puede uno profundizar en el conocimiento de algo sin dejarse guiar por las preguntas? ¿Y cómo pueden surgir estas preguntas si uno no acepta sus carencias en el saber? Pero el conocimiento es mucho más, se trata de desarrollar la inteligencia, la capacidad para comprender la realidad, pero esa capacidad no es sólo una cuestión de inteligencia lo es también de una actitud ante la vida que nos facilita el sentido de la realidad y el talento para desenvolverse en ella. Se trata de mantener el deseo y la necesidad de una formación permanente, la exigencia de saber cada día más desde la paradójica conciencia de que uno sabe cada día menos, cuanto más sabes más cosciente eres de lo que te falta por saber, sólo el ignorante se jacta de lo mucho que sabe; y también la exigencia de ser cada día mejor persona. Si en algún momento de tu vida dejas de sentir la necesidad de alguna de las dos cosas, pensarás que no tienes un saber insuficiente o no creerás que eres personalmente mejorable, la humildad se te habrá caído. Mantenerte en esta tensión es complicado pero a la vez apasionante. Es embarcarse en un proyecto sin fin, pero que cómo la Ítaca que nunca terminas de alcanzar adquirirás conciencia de que es el viaje lo que ha merecido la pena.

Se trata de la actitud que te ayuda a situarte en esta vida, allá donde eres necesario porque hay alguien que te necesita. No aspires a codearte únicamente con los grandes (descubrirás que el concepto de grande y pequeño es sumamente relativo) te habrás convertido en un ser ridículo, pura apariencia, un fantoche aunque tenga todo el poder en sus manos. La actitud que te ayuda a enfocar las diferentes situaciones de la vida. No te fijes siempre en lo que te es debido sino también en lo que debes tú y aprende a agradecer lo que recibes al descubrir la gratuidad que encierra a menudo y lo que los demás han puesto en ello. Es también descubrir la necesidad del otro para ese conocimiento, conjugar la autonomía con la conciencia de nuestra heteronimia, difícilmente en nuestro aprendizaje no se cruza el prójimo. La humildad te llevará a una actitud de apertura hacia los demás de los que siempre podrás aprender (aunque sea para rechazar) y con los que siempre podrás crecer como persona. También te hará difícil llenarte la boca con grandes palabras sin aplicártelas a ti mismo. No pretendas cambiar el mundo sin intentar de igual manera cambiarte a ti mismo y el pequeño mundo que te rodea. No hacerlo sólo será un acto hipócrita.

Me pregunto qué habrás aprendido de mí. Todo padre aspira a que sus hijos no cometan las equivocaciones que él cometió, incluso que no cometa equivocaciones (las que él considera equivocaciones), aspiración completamente inútil pues de la misma manera que él cometió sus errores y tuvo sus defectos es inevitable en la vida equivocarse y ser imperfecto, perderíamos la tarea (ya dije que apasionante) de pulirse y recrearse a cada día. Tendré que aceptar tus equivocaciones y tus defectos, cómo no, es tu derecho y es tu vida, pero quisiera poder acompañarte en ese camino y aconsejarte en ello aunque deseches, si es tu opinión, ese consejo. Pero en ese proceso de caminar y tropezar, de hacerse y rehacerse, de formarse y malformarse que es la vida, no puedo evitar la dureza que es para mí descubrir en ti mis propios errores y defectos, verme identificado en ellos. ¿Es eso lo que aprendiste de mí? A menudo te he dicho que te quedes, si quieres, con aquello de mí que te guste y que corrijas en ti aquello que de mí veas detestable. Un ejemplo para aceptar o rechazar formas de ser. Pero supongo que es inevitable la tentación de adoptar aquellos comportamientos con los que has crecido. Tendré que cargar con esa responsabilidad y esa culpa.

Espero que hayas aprendido de mí algo de pensamiento crítico y que sea conmigo con el primero que ejerzas esa disposición. Te será muy necesaria en este mundo empeñado en uniformar con un solo ropaje y con una capacidad de manipulación cada vez mayor. De la misma manera deseo que hayas aprendido de mí la disposición al perdón y que sea también conmigo con el primero que lo pongas en práctica. Son tantos los momentos de los que me avergüenzo, el daño del que me siento responsable aunque no estuviera en mi intención. No puedo dejar de relacionar esa capacidad para perdonar con la humildad. Todos necesitamos ser perdonados en algún momento, ¿vamos a vender caro el nuestro?  Espero por último que hayas aprendido de mí cierta actitud de dignidad ante los contratiempos de la vida. En realidad quiero decir que espero haber mostrado cierta dignidad ante esos contratiempos, la suficiente como para poder ser percibida y poder dejar un poco de huella. Esos contratiempos, eso dolores, son inevitables, los tendrás como todos los hemos tenido y los tendrán, serán tus dolores pero te exigirán respuesta, sólo espero que esta no te obligue a agachar la cerviz.

En estos años has tenido que acompañarme en mi dolor. Siento que con ello he perdido el poder disfrutar de parte de tu infancia y quizá te ha robado a ti una buena parte de ella, espero que a cambio esa experiencia te haya servido de algo, hayas podido aprender algo con ella. A mí sí me ha servido aunque no haya podido evitar fases en las que mi sufrimiento iba más allá de donde debía para extenderse a vosotros. Gracias por el aguante y gracias por la ayuda. A veces los papeles se invierten y el padre pasa a ser hijo y éste pasa a ser padre. Esa es la ley de la vida, el tiempo pasa y en ese transcurrir se van sucediendo muy diferentes etapas no siempre predecibles y que nos van exigiendo distintas respuestas y asumir distintos papeles por lo que siempre debemos andar aprendiendo. Así es el papel de padre, un continuo aprendizaje que continuamente queda desfasado al ir creciendo el hijo; es inevitable por ello cometer errores, espero que los perdones, solo soy un aprendiz y me llegará el final siéndolo.

Un beso, aunque me sabe a poco.




jueves, 21 de marzo de 2013

LA MARCA ESPAÑA

 
Después de contemplar esa heroica actuación de los valientes guerreros españoles con los temibles prisioneros iraquíes no puedo sino sentir nauseas. Hace falta mucho valor para patear despiadadamente en grupo a unos indefensos prisioneros. ¿Qué gratificación encontraban en ello? ¿A qué necesidad respondía? ¿Al odio? ¿A la necesidad de los don nadie de sentirse con poder ante alguien? Ahora que se habla tanto de la marca España para vender fuera la imagen del país, ¿forma eso parte de la marca España?
Quiero creer que se trata de una actuación aislada pero no puedo evitar relacionarla, si no en las formas sí en las motivaciones últimas, con otras que son penosamente frecuentes. Se trata de abuso de poder, del aprovechamiento de la desigualdad de fuerzas en beneficio propio, sea beneficio económico o por una mera satisfacción personal, y el lógico perjuicio del prójimo. ¿Qué satisfacción pudieron encontrar en el maltrato esa sarta de espantajos? La simple sensación de poder, de dominio sobre el otro. Actitud que solo pone de manifiesto que se es un don nadie. ¿Con qué actuaciones las veo relacionadas? Con los cada vez más habituales casos de corrupción y corruptelas. El cohecho, el soborno, el fraude y el robo realizado sin pudor en lo que se encuentra al alcance de la mano. Es otro abuso de poder, otro aprovechamiento de la situación que se ocupa para beneficio y gratificación personal. ¿Se trata de comportamientos esporádicos? Lo dudo. Se trata de la muestra de podredumbre de una sociedad. No se trata sin más de la actuación de una serie de personas deshonestas sino del reflejo de lo que hemos sido, de lo que somos y deseamos ser. Es la marca España. En el fondo se envidia lo que se critica y es frecuente que se actúe de esa manera en lo que esté a nuestro alcance.
El abuso de poder parece que no es algo condenable en sí mismo, depende del pre-juicio (positivo o negativo) existente de la persona que lo ejerce puede llegar a ser condenable, tolerable o, incluso, justificable. El caso del exalcalde de Ponferrada, Ismael Álvarez lo pone de manifiesto. Condenado por acoso sexual se reincorporó a la vida política con su propia formación y fue reelegido llegando a obtener cinco concejales. Se trata, claramente, de un ejercicio de abuso de poder, aprovechar una posición privilegiada para beneficio propio. Ismael Álvarez no sólo fue votado sino que permaneció en Ponferrada como un vecino más mientras que Nevenka Fernández, la víctima, tuvo que abandonar la población. El acoso y abuso fue tolerado y premiado, su denuncia fue castigada.
Son síntomas de una sociedad enferma en la que parece darse una denuncia hipócrita del abuso de poder pero un ejercicio del mismo, a la menor ocasión, hasta llegar al repugnante comportamiento de esos soldados en Irak. ¿Se trata todo esto de una muestra de la forma de ser del español, un rasgo cultural de este país? ¿Estamos ante la verdadera Marca España? Quisiera estar equivocado, de no ser así no merecería la pena la defensa del continente (España, con supuestas naciones incluidas) ni del contenido (sus ciudadanos).


jueves, 7 de marzo de 2013

¿POR QUÉ NO?

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¿Qué lo impide? ¿Qué impide soñar, imaginar otras formas de la realidad? ¿Qué impide ponerse manos a la obra para construirlas?  Lo impide ser hombres y mujeres incapaces de imaginar esas otras formas, temerosos de los cambios, convencidos de que su presente es el final de la historia, la estación término a la que estábamos destinados. Lo impide ser incapaces de diseñar caminos de diálogo y encuentro, solo ocupados y preocupados por sujetar las riendas, solo capaces de imaginar catástrofes y abismos más allá del hoy permanente.

Vivimos tiempos de crisis. Toda crisis es momento de cambio y todo cambio oportunidad para la mejora. Es esta actitud, el diálogo, los deseos de identificar lo mejorable y las ganas de mejorarlo,  con la que hay que afrontar esos tiempos, la que debe predominar en ellos, no el temor.

¿Por qué no concebir otras formas? ¿Por qué no ser capaces de llegar a ellas? ¿Qué pecado cometo al pensarlas? ¿Qué pecado al proponerlas? ¿Qué desatino es ese de imaginar que he llegado a nacer en el cénit de la historia y que las formas de este momento están por encima de mis coetáneos y de mi mismo? ¿Qué invento es ese de la patria? ¿Qué invento el de la nación? ¿Qué invento el de la autonomía? Puros constructos sociales, meros artefactos que hemos ido creando y ante los que nos comportamos como si fueran de naturaleza esencial por encima del hombre mismo que los creó, ante los que nos supeditamos. Que sirven para unirnos tanto como para separarnos. Generamos los dioses a los que adorar, ante los que arrodillarnos, por los que renunciar al pensamiento. Convertimos a nuestras criaturas en nuestros señores, necesitamos renunciar a nuestra libertad de crear, nos asusta el riesgo al que nos asomamos al hacerlo.

Vivimos una época constituyente, aunque nos dé miedo aceptarlo, aunque nos resistamos a ello y prefiramos que el melón explote antes que abrirlo. Es momento de imaginar. ¿Por qué no hacerlo?

Yo imagino una república. Ya es momento para ello. La imagino no al modo de los viejos románticos envueltos en banderas tricolor. Me da igual su bandera. Otro trapo. Me dan igual sus colores. No invitaré a nadie a verter su sangre por ellos. La imagino como forma de Estado viable a la que con mesura y cabeza hay que ponerse a ello.

Puesto a soñar despierto imagino una República Ibérica en la que incorporo a Portugal. ¿Por qué no? ¿Qué me separa de ellos más que de otros?

Imagino una república en la que uno está libremente. En la que se anticipan soluciones al conflicto antes de que este surja. En la que no se idealizan entes superiores al ciudadano mismo y las puertas de entrada y salida ya se encuentran diseñadas. En la que no se tiene miedo a las palabras.

Me aburre el autonomismo, un pseudonacionalismo mucho más artificioso. Porque, ¿qué artificio es ese de Castilla-La Mancha? Puestos a imaginar imagino una Castilla que abarque desde el Cantábrico hasta Sierra Morena. ¿Qué hay menos que me una a un habitante de Asturias que a uno de Albacete? El invento ya tuvo su tiempo. ¿Por qué no ir a por otro?

Imagino a conciudadanos reunidos con la ilusión de recrear, sin tabúes, metiendo la tijera donde haya que meterla, y siendo capaces de inventar nuevos constructos, nuevas instituciones, nuevas formas organizativas en las que sea más fácil y real la participación. Con la inteligencia para darse cuenta cuando la imagen se encuentra quemada y la generosidad para dejar paso a otros. Capaces de hacer lo que desconocían que era imposible.

Pero todo esto no deja de ser imaginaciones mías. ¿A quien pueden interesar? Sueños adolescentes de quien nunca terminará de crecer. Pero la realidad solo cambia a base de imaginarla distinta. La historia no existe si es inmutable y el devenir histórico chirría si nos empeñamos en vestirlo con trajes diseñados para otra época. Los hijos crecen, los trajes no y a veces parece que tenemos más cariño al traje que al hijo. Idealizamos el primero y sacrificamos por ello al segundo. Los sueños son sueños, pero a veces se cumplen si nos empeñamos. ¿Por qué no?