Si ser de izquierdas supone
mentir o callar por la supuesta lealtad o fidelidad al partido, no soy
izquierdas.
Si supone la adoración a los
mitos que necesitamos situar en pedestales o el insulto en público a los supuestos
traidores que queremos arrastrar entre la basura, no soy de izquierdas
Si supone aprovechar el lugar que
ocupo para beneficiarme y engordar mi cartera, prepararme una puerta giratoria,
no soy de izquierdas.
Si supone concebir una sociedad en blanco y negro, de buenos y malos, de verdades y mentiras establecidas por decreto, no soy de izquierdas.
Si supone concebir una sociedad en blanco y negro, de buenos y malos, de verdades y mentiras establecidas por decreto, no soy de izquierdas.
Si supone renunciar a pensar por
mí mismo y creer sin más aquello que me dice quien me lo tiene que decir y
negar categóricamente aquello que me dice el ángel caído o el demonio
catalogado como tal por mi autoridad competente, no soy de izquierdas.
Si supone aceptar sin matiz
alguno las respuestas que me han determinado sin plantearme ninguna pregunta
que pueda poner entre interrogantes alguna de esas respuestas, no soy de
izquierdas
Si supone ser talibán de todo resto
del pasado haciendo de ese comportamiento una bandera de heroicidad, no soy de
izquierdas.
Si supone hacer del nacionalismo
el orgullo que viene a justificar mi vida entera, de la patria el invento que
vengo a situar como madre y dogma por encima de cualquier otra realidad y de la
bandera el trapo que me envuelve y que me viste pretendiendo que con él puedo
ocultar todas mis vergüenzas, no soy izquierdas.
Si supone atrincherarme en el
foso del que considero mi bando sin plantearme ni un ápice a quien hiero con
mis disparos, quien ha construido ese foso y qué se puede esconder en él, no
soy de izquierdas.
Si supone entender que un
partido, un sindicato o una iglesia es un fin y no un medio y creer que lo
importante es la institución en sí y no aquello que debiera defender, no soy de
izquierdas.
Si supone no escuchar a aquel que
difiere de mí ni a quien me genera interrogantes que pueden desestabilizar mi
seguridad, no soy de izquierdas.
Si me exige la hipocresía de
tener que defender aquello con lo que no estoy de acuerdo, no soy de
izquierdas.
Si es interpretar que en la vida
las instituciones valen más que las personas, las palabras más que los hechos,
las fantasías más que las realidades, no soy de izquierdas.
Si es pensar que la política
vuela alto y no a ras de suelo, que se mueve fundamentalmente en los pasillos y
despachos y no en las tabernas y las plazas, que sólo viene escrita en un
programa electoral que siempre queda más allá que el interior de nuestras
casas, no soy izquierdas.
Si es manejarse sin margen de
duda en la ética de las convicciones, afecte a quién afecte, afecte como le
afecte, sea sueño o realidad sin contemplar una ética de la responsabilidad que
maneje el quién, el cómo y el qué de sus consecuencias a menudo no previstas,
no soy de izquierdas.
Por todo ello no soy ni creo que
nunca seré… de derechas.
Es imposible navegar con un rumbo fijo sin naufragar. La vida es un naufragio, a pesar de que viremos nuestro destino es naufragar, aferrarse a una u otra tabla... o aferrarse al mar, en el mar no hay derechas ni izquierdas, hay mucho más el continuo oleaje de la complejidad.Balbino
ResponderEliminarSiempre me gustó presumir de no tener filiación política hasta que llegó el día en que creí coherente "tomar cierto partido" y ahora comprendo que quizás fue un error. No en lo que se refiere a las actuaciones personales sino a todo lo que termina pasando por el llamado "aparato". Por eso dejarme que suscriba vuestras palabras, Jesús y Balbino, y que os las agradezca.
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