Si quieres alcanzar tu sueño lo
primero que has de hacer es soñarlo. Realmente no son estos buenos tiempos para
la poesía y el sueño pero ambas cosas son siempre indispensables y, de alguna
manera han de acompañarse mutuamente. Hablo, por supuesto, del soñar despierto,
no dormido, aunque más de uno, dada la situación actual, desearía entrar en un
sueño profundo y duradero; un soñar despierto, una ensoñación que pese a estar
cargada de pensamientos placenteros y esperanzas, no deja de tener una parte
importante de fantasía de difícil cumplimiento. No debemos confundir el sueño
personal con un simple deseo, este último no tiene porqué requerir mucho más
que la iniciativa de conseguirlo, siendo conscientes de que no conseguiremos
todos los deseos que pretendamos en nuestra vida, llegar a poseer todo lo que
queramos puede llegar a ser destructivo para la personalidad. El sueño va mucho
más allá, siempre nos exigirá esfuerzo, nos supondrá un reto vital y por su
componente algo quimérico, si llegamos a alcanzarlo nunca será tal y como lo
idealizamos, pero nos valdrá como motor para nuestra vida. No debemos quedarnos
en nuestro propio ombligo, la vida es mucho más que nosotros, nosotros mismos
somos mucho más que nuestra individualidad, somos quienes somos, en buena
medida, por quienes nos han rodeado y nuestros valores positivos y negativos
son, también, por la manera en cómo nos hemos interrelacionado con ese entorno,
por cómo hemos respondido a los estímulos que hemos recibido. Sin ellos,
seguramente, nos desmoronaríamos. Es necesario soñar, también, con lo qué hacer
del mundo, qué queremos construir en él. Por supuesto, la realidad nos
desborda, es infinitamente más grande que lo que podemos abarcar, pero, a
menudo, se hace necesario intentar abarcar lo global para conseguir cambiar lo
local, intentar cambiar lo más grande para lograr cambiar lo pequeño, cambiar
lo social, a veces, para sólo cambiar lo personal, a nosotros mismos. Soñar es
un derecho indispensable de cada persona y una necesidad que ha de cumplirse si
queremos mantenernos en pie, lúcidos y humanos, sensibles ante las derrotas y
las victorias, ante las caídas que origina la vida y ante el gozo que supone
ser capaz de levantarse. Ser capaces de soñar sin que en el intento de alcanzar
el sueño consideremos que vale cualquier medio, ningún fin justifica hacer uso
de medios que invaliden aquello que quieres alcanzar, que te invaliden a ti. En
los medios ya debe estar el fin que persigues, no alcanzarás plenamente ese fin
pero sí estará, de alguna manera, en ti ya durante el camino que llevas en la
vida. Alcanzar también el fin de una sociedad en la que realmente presida la
justicia y la humanidad, una utopía inalcanzable pero que, a pesar de serlo, debemos
perseguir; y en esa persecución estamos obligados a utilizar medios que favorezcan
a los más pobres y débiles, sólo así lo que se vaya construyendo, imperfecto
sí, podrá tener los colores de esa utopía. Vivimos tiempos oscuros, tiempos que
no serán cortos, tiempos que dejarán huella en nosotros pero de los que tenemos
que salir renovados y renovando el mundo para ello tenemos que ser capaces de
soñar con una luz al final del túnel evitando hundirnos en la miseria y la
pesadilla.
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