¿Quién eres? ¿Quién soy? Raramente nos hacemos
esta pregunta, quizás porque temamos su respuesta, quizás porque estemos
demasiado seguros de ella, porque consideremos inútil hacerla, porque no
sepamos donde encontrarla. A veces la vida te lo muestra y lo hace cuando ya es
tarde y no siempre te gusta lo que enseña y prefieres continuar bañándote en el
engaño. Pero lo quieras o no la pregunta continúa ahí:
¿Quién realmente eres?
El que quedaría si desapareciese de pronto todo
lo que tienes. Esa imagen desnuda que se ofrece de ti cuando desaparece todo lo
que te recubre y oculta, aquello que te engalana hasta distorsionar tu figura y
mostrar de ti un simple simulacro.
El que se muestra si ignoramos los títulos y
nombramientos que posees y los que presentas antes de ti mismo. Las dignidades
ganadas en los despachos y pasillos y que borran tu pasado para convertirte en
un satélite girando alrededor del poder sin espacio ni tiempo que lo
identifique.
El que reflejan los otros, no la figura que
aparece ante el espejo y que a menudo no deja de ser mero onanismo
intencionadamente ciego. ¿Quién te rodea? ¿Cómo? ¿Qué grado de felicidad ves en
ellos? ¿Cuánto de sinceridad? ¿Cuánto de adulación? ¿Cuánto de crítica? ¿Qué
huellas dejas en ellos? ¿Qué huellas de ellos en ti? ¿Cuánto duran esas
huellas? ¿Qué tiempo permanecen junto a ti? ¿Hay sonrisas? ¿Hay llanto? ¿Hay
comunicación? ¿Hay silencio? ¿Hay crispación? ¿Hay desahogo?
El que se muestra ante la adversidad. ¿Cómo
respondes ante las caídas? ¿Cómo sales del agujero? ¿Cómo reaccionas ante el
dolor? ¿Cómo circulas contracorriente? Cuando el viento deja de ir a favor y
los aplausos ya no se oyen, cuando tu cuerpo ha dejado de crecer y empieza a
resquebrajarse, cuando dejó de ser tu amigo para volverse contra ti.
El que señala el grito del niño: “¡El rey está
desnudo!”.
Crecer es hacerlo hacia dentro, en densidad humana, en densidad de la
vida, aún de la no vivida.
Crecer es empequeñecerse, desprenderse del lastre con el que uno quiso
escalar y que arrastra dando tumbos en su historia, su minúscula y fanfarrona
historia.
Crecer es quedar reducido a la esencia para poder mirar a los ojos a
los que no son nadie y lo son todo, aquellos que te llenan, de los que estás
hecho, no mero vacío, hueco fantasmal.
Crecer es hacerlo en el silencio, sobran tantas palabras y faltan
tantos gestos, tantos abrazos, tantos besos, tanta mano extendida.
Crecer es ir desmenuzándose en el camino, dándose hasta no quedar
nada, desparecer, todo uno en ellos, ir sembrándose, rastros de ti en el
crecimiento de otros.
Crecer es asumir que no eres nadie, la piltrafa que puede embellecerte
y otorgarte cierta altura moral.
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