Etiquetas

miércoles, 20 de octubre de 2021

LA CRESTA

 


Puede que mi edad no parezca una tercera, pero en la vida no es la cronología la que manda sino las circunstancias en la que ésta se desarrolla. Puede que no seamos conscientes de que esa vida es toda ella una cuesta arriba, que haya tiempos que nos parezca que es un transcurrir gozoso planeando por encima de nuestros acontecimientos, pero cada día que pasa nos va complicando, sin darnos cuenta, nuestro vivir. Un complicar físico pero que no tiene por qué privarnos de momentos de felicidad.

Ya estoy llegando a la cresta. Es momento de sentarse. Desde aquí puedo contemplar toda una vida, la mía. Una memoria afectiva que se ha ido acumulando paso a paso, día a día. Son personas las que están ahí. Las veo, reconozco sus rostros, las que fueron y las que son, las que estuvieron pero que ya se han ido. El primer amor. Sí amor. ¿Acaso no decimos que lee el que todavía está aprendiendo a hacerlo? ¿Por qué no va a amar quien también está aprendiendo a hacerlo? También están ellos, mis amigos y amigas, veo como corretean niños y niñas entre algunos de ellos. Pero también están aquí, conmigo y también cerca de mí. Están sentados contemplando lo mismo que yo. Me miran. Sonríen. También veo a mi mujer y a mis hijos. Daniel va de la mano de su madre hablando con ella, Miguel corretea detrás de una paloma. Que habría sido de mi vida sin ellos. Pero hay más, muchos más. Están mis hermanos, sus familias, mis padres. Mis padres. He olvidado sus voces. Parece algo enormemente simple, pero es importante el papel que juegan las voces en la memoria afectiva. Mi hermana. Recuerdo con frecuencia su último deseo. Me siento incómodo. La familia de Mercedes. La llamada familia política puede ganarse a pulso el derecho a hacerla plenamente tuya. También están allí, en esa cuesta; personas que pasaron por mi vida sólo un tiempo, unos años, unos meses, unos días. Personas que dejaron huella, a veces profunda y que recuerdo con frecuencia. Y entrañables amigos y amigas que se fueron, que se quedaron durante mi camino, que no esperaron a mi despedida. Quizás es sólo ley de vida, triste ley de vida. Alrededor de todos juegan, corren o pasean niños y niñas. Los alumnos que tanto me dieron.

He descansado. Ahora me toca seguir subiendo, aunque cada vez se me haga más duro el ascenso. ¿Cuánto seré capaz de aguantar? La vida se hace cada vez más costosa. Me levanto y me apoyo en el bastón y echo de nuevo a andar, me detengo y giro de nuevo la cabeza. Recuerdo lo de siempre, las deudas que tengo con algunos amigos y amigas, la ausencia de haber pedido perdón en su momento o de no haber dado las gracias, deudas difíciles de satisfacer, en algunos casos imposible, como; por ejemplo, las deudas conmigo mismo. Aquello que no hice en el pasado difícilmente puede ser compensado en el presente. El tiempo lo ha cambiado todo. Continúo la marcha, la cresta se encuentra cada vez más cerca.