Me siento despreciado, escupido, pretendiendo arrancar con ello toda la
pestilencia que llevan dentro. Me siento subestimado, se me ha querido reducir
a la nada por aquellos que se creen autorizados para mirarte por encima del
hombro. Me siento desdeñado, expulsado con displicencia como si mi presencia
perturbase el aire que es común. Se me ha querido engañar con hipocresía,
argumentando valores en voz alta y quebrantándolos en silencio. Se me ha
querido destruir sin aspavientos, en un bajo tono de voz, ejecutando con
educación el crimen. Los del Norte son así, todo lo hacen limpiamente, cagan
sin que su ano se manche, clavan la espada sin que la sangre les salpique,
insultan y por la boca sólo les salen flores, recogen basura e inmediatamente
esta se convierte en tesoro, levantan rejas y estas se convierten entonces en
obras de arte por las que sólo ellos pueden entrar y salir. Como no envidiarles,
como no desear su riqueza. Todos queremos ser Norte.
En la actualidad, en España, se refleja ese rechazo del Norte hacia el Sur,
de Cataluña al resto de España, rechazo que no es solo nuestro sino el mismo
que existe del Norte de Italia hacia el Sur, es el que se muestra en el muro de
Estados Unidos hacia México y del norte de África hacia el África subsahariana,
así como el que se refleja en la Europa que rehúsa acoger a los ciudadanos
sirios y afganos o en la España que hace lo mismo con los que cruzan el
Estrecho. El norte y el sur que se esconde en todos nosotros, sólo queremos ser
Norte y queremos el Sur lo más lejos de nosotros. Ser Norte y si es posible con
ínfulas sureñas, nacionalistas que pretenden separarse celebrando jornadas
internacionalistas que hablan de unión, burgueses denunciando la pobreza del Sur
y exigiendo la riqueza del Norte, ciudadanos con una ética reducida a una estética.
El estigma que sufre el Sur es únicamente su pobreza y por ella es señalado.
Los grupos sociales del Norte no se encuentran divididos por su adscripción a
una clase social sino que están unidos por su territorialidad, dentro de esos
grupos sociales unidos hay que incluir a los más pobres que rechazan con igual
fuerza la llegada del Sur. El intento de independencia catalán se encuentra
dentro de este juego, no hay derechos históricos, no existe sustracción
económica aunque éste se realice bajo disfraz de progre. Es paradójico,
patético y sonrojante que el Norte se atribuya el papel de víctima frente al Sur
allá donde esto suceda.
El Sur existe y no lo podremos evitar, él será nuestra unidad de medida, no
nuestras palabras sino como nos comportemos con él, como lo incorporemos a
nuestro ser y a nuestro actuar. El sur nos interroga, nos mancha, nos golpea,
nos ilumina, no nos deja vivir tranquilos pero se convierte en nuestra razón de
vivir. Hoy que con razón tenemos esa queja de agravio, es el momento de mirar
donde tenemos nuestro Sur.
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