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viernes, 28 de octubre de 2011

NECESIDADES

La vida está llena de matices. Toda vida está llena de matices. Mi vida está llena de matices. Los matices acompañan a los mitos, les dan cuerpo, carnalidad, les dan existencia, los sostienen. Uno de los mitos sobre mí, fabricado en gran medida por ti, es el de que soy una persona fuerte, independiente y este mito, como todos, también tiene sus matices o si lo quieres, sus paradojas. Si tengo cierta ración de independencia la tengo gracias a otra dependencia; si tengo mis dosis de autosuficiencia es en buena medida otorgadas por mis necesidades cubiertas. ¿Y qué necesidades son esas? Hoy quiero hablar de una de ellas. Te necesito a ti.

Te necesito para mantenerme al borde de la esperanza sin caer en la permanente tentación del desaliento.

Cuando el telón se cierre y el silencio inunde la platea enciende los focos, pon una Cantata de Bach como fondo, cógeme la mano...y sonríe.

Cuándo mi firmamento se tiña de lágrimas y no haya albergue donde cobijarme, rodéame con tus brazos y déjame que llore sobre la esponja de tu pecho.

Cuándo perdido y atemorizado, vacío, desorientado, roto e incapaz vuelva a casa, por favor, estate ahí. Estate para que pueda comprobar que la vida sigue y que yo tengo un espacio en ella.

Cuándo no sepa qué decir porque se hayan borrado de mi mochila todas las palabras reescribe el guión de mi existencia con tu compañía y da voz a mis silencios con los tuyos.

Cuando de nuevo falle envuélveme con el aliento de tu espera confiada y firme.

Soy consciente de que aquel que soy lo soy gracias a mi historia y que mi historia no es mía sino de todos los nombres propios que la han poblado y que me han ido tallando unas veces queriendo, otras sin querer. Tiempo he tenido de irme conociendo y con ello tiempo he tenido de conocer mis abismos. Abismos como el de la cólera.

Cólera, irritación, furia, rabia, enojo, ira.

El espejo sobre el que me miro, tantas veces roto, tantas veces hecho añicos. Tantas veces yo hecho añicos en él. ¿Cómo habría recompuesto una y otra vez esa figura sin tu reflejo? ¿Cómo habría sido capaz de enjaular la fiera que hay en mí? ¿Cómo habría podido bañar esa fiera con ternura?

Ira, calma,

Enojo, calma,

rabia, calma,

furia, calma,

irritación, calma,

cólera, calma, calma, calma.

Como el abismo de la comodidad, la tentación de encerrarme en una burbuja de confort fatuo.

Naturalmente despedazando mis máscaras sobre las que aspiro a construir un personaje que me libre del riesgo y no pague la cuota de la mediocridad y el vacío. Naturalmente fracturando mis corsés sobre los que instalar mis seguridades. Naturalmente quebrando mis excusas sobre las que conformar mi discurso. ¿No he aprendido contigo ese desapego a las excusas? ¿No has llenado tú muchas de las maletas de mi pensamiento viajero?

Te necesito para la ternura, para que me ayudes a mirar en lo mejor que puede haber en mí, a asomarme al pozo de mis contradicciones y discernir en ellas las luces de las sombras, la apuesta de futuro de la condena del pasado. Te necesito para que mis manos no se cierren y para que mis besos no pierdan su brillo, para escarbar lo que de rabiosa humanidad pueda haber en mí bajo la costra del desafecto. Te necesito para que golpees con tus puños un corazón languidecido hasta arrancarle nuevos y vigorosos latidos.

Te necesito para poner orden en mi caos, racionalidad en la disparatada tiranía de la razón, para ponerle nombre a las cosas pequeñas, aquellas sobre las que duermen y nacen los afectos, aquellas que dan razón de ser a una existencia.

Si pese a todas esas necesidades sigo dando sensación de fortaleza, de autonomía, de entereza, es porque ahí estás tú. Ahí has estado. Ahí estarás.

¿He hablado de ti o de mí? ¿Puedo hablar de mi pasado sin tu huella en él? ¿Puedo hablar de mi presente sin el tributo que te debo? No quiero hablar de mi futuro sin que tú me ayudes a construir mi autonomía. He hablado de mí, pero he querido hablar de ti, quizás porque, más matices de la vida, yo también quería ayudarte a mirar en el pozo de tus contradicciones y que discernieras tus luces de tus sombras, esas luces que no siempre he sabido mostrarte y que sin embargo sostienen mi vida.

1 comentario:

  1. La verdad, Jesús, yo supe mucho antes que tú que Ella era así -aunque parezca una inmodestía por mi parte. Lo que nunca imaginé es que tu grandeza la hiciese así de enorme. Os quiero.

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