Etiquetas

sábado, 30 de mayo de 2020

CALLAR, DORMIR, TAL VEZ MORIR






Cuando todos tus músculos motores duermen, cuando las palabras que antes controlabas ahora se esconden en algún lugar de tu cerebro, allá donde tú no eres capaz de encontrarlas, cuando todo tu cuerpo ha frenado la marcha, sólo quieres descansar, convertirte en un espectador pasivo, un caracol recluido en su casa ajeno a todo lo que sucede a su alrededor, otro distinto al que fuiste, poseedor del gran pecado: la indiferencia. Pero la realidad se empeña en hacerlo imposible. La política, aquella montaña rusa que prometiste no abandonar es el tema reiterativo de las conversaciones, pero ya te aburre, aunque la lleves dentro de ti quisieras que permaneciera allí, dentro, pero hay tanto que lo impide, la estulticia galopando en la cresta de su ola, la visceralidad, las mas que gruesas palabras que no parecen proceder de una idea sino de una amarga bilis que se necesita escupir o de algún órgano desconocido y hueco que no es la cabeza, y tú, con tu cerebro ya seco, como el de Alonso Quijano, te ves impelido a volver de nuevo, obligado a pelear esa estúpida batalla contra unos molinos que sabes desvencijados pero que emiten con sus inútiles aspas un odioso ruido chirriante. Como hablar de lo que ahora verdaderamente te importa, a ti pero a nadie más. Aquello que amuebla hoy tu interior, lo que constituyen tus deseos, tus escandalosos deseos que nadie quiere escuchar, que te perturban a ti pero con los que nadie más quiere ser perturbado. Todos, en algún momento de nuestras vidas desearíamos desaparecer, ser engullidos por la tierra y abandonar por un tiempo un entorno que para ti parece carecer de sentido y ahora es tanta la estupidez que parece rodearte expresada además a grandes voces y sentencias malsonantes y es tan mínimo lo que tú puedes hacer que la fugacidad con la que desearías volverte invisible se va alargando en el tiempo. Vuelves la vista atrás y añoras lo que fuiste o lo que pudiste ser, viejo cuerpo hoy cansado sin apenas fuerzas para esa añoranza, sólo deseando querer y ser querido y aprender a hacerlo, solo deseando amar y ser amado, deseando gozar y ser gozado, alegrar y ser alegrado mientras corre lentamente el telón de una vida que sólo ansía ya despedirse en paz consigo mismo y con los demás.

2 comentarios:

  1. Gracias!!!Jesús por todo lo que escribes y tan bien escrito. Por supuesto!!!que sigues dando lecciones de honestidad, integridad y buen hacer en tu comportamiento y pensamiento. Me gusta seguirte y leerte. Siempre es un placer.

    ResponderEliminar
  2. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar