Cuando todos tus músculos motores
duermen, cuando las palabras que antes controlabas ahora se esconden en algún
lugar de tu cerebro, allá donde tú no eres capaz de encontrarlas, cuando todo
tu cuerpo ha frenado la marcha, sólo quieres descansar, convertirte en un
espectador pasivo, un caracol recluido en su casa ajeno a todo lo que sucede a
su alrededor, otro distinto al que fuiste, poseedor del gran pecado: la indiferencia.
Pero la realidad se empeña en hacerlo imposible. La política, aquella montaña
rusa que prometiste no abandonar es el tema reiterativo de las conversaciones,
pero ya te aburre, aunque la lleves dentro de ti quisieras que permaneciera
allí, dentro, pero hay tanto que lo impide, la estulticia galopando en la
cresta de su ola, la visceralidad, las mas que gruesas palabras que no parecen
proceder de una idea sino de una amarga bilis que se necesita escupir o de
algún órgano desconocido y hueco que no es la cabeza, y tú, con tu cerebro ya seco,
como el de Alonso Quijano, te ves impelido a volver de nuevo, obligado a pelear
esa estúpida batalla contra unos molinos que sabes desvencijados pero que
emiten con sus inútiles aspas un odioso ruido chirriante. Como hablar de lo que
ahora verdaderamente te importa, a ti pero a nadie más. Aquello que amuebla hoy
tu interior, lo que constituyen tus deseos, tus escandalosos deseos que nadie
quiere escuchar, que te perturban a ti pero con los que nadie más quiere ser
perturbado. Todos, en algún momento de nuestras vidas desearíamos desaparecer,
ser engullidos por la tierra y abandonar por un tiempo un entorno que para ti
parece carecer de sentido y ahora es tanta la estupidez que parece rodearte
expresada además a grandes voces y sentencias malsonantes y es tan mínimo lo
que tú puedes hacer que la fugacidad con la que desearías volverte invisible se
va alargando en el tiempo. Vuelves la vista atrás y añoras lo que fuiste o lo
que pudiste ser, viejo cuerpo hoy cansado sin apenas fuerzas para esa añoranza,
sólo deseando querer y ser querido y aprender a hacerlo, solo deseando amar y
ser amado, deseando gozar y ser gozado, alegrar y ser alegrado mientras corre
lentamente el telón de una vida que sólo ansía ya despedirse en paz consigo
mismo y con los demás.
Gracias!!!Jesús por todo lo que escribes y tan bien escrito. Por supuesto!!!que sigues dando lecciones de honestidad, integridad y buen hacer en tu comportamiento y pensamiento. Me gusta seguirte y leerte. Siempre es un placer.
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