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domingo, 17 de mayo de 2020

La política y sus medios




Vivimos en una política en la que parece que siempre el fin justifica los medios, en ella ese fin está relacionado en todo momento con el poder, ya  sea con su conquista o con su mantenimiento; alcanzar o mantener ese poder no tiene que ver, en general, con la aplicación de una determinada práctica política pues la realidad siempre permanece más o menos igual en la medida en que el poder real siempre se encuentra en las mismas manos es por ello que al afirmar que el poder siempre justifica los medios no deja de asumir uno, de una manera implícita aunque no explicita, que los medios han de ser, si es necesario, maquiavélicos pues el objetivo es que el aparato que ocupa ese poder lo mantenga y que el grupo humano que forma el aparato lo mantenga aunque para ello haya que librar las batallas internas todo lo crudas que sea necesario. Si el mantenimiento del poder o alcanzarlo justifica los medios y yo formo parte del grupo que domina el aparato podemos decir que yo justifico los medios, mi mantenimiento en el poder o su conquista me permite tener las iniciativas que considere necesarias. Yo soy el que debe estar y estando yo justifico todo lo que se haga. La situación en la que nos encontramos, especialmente dura y difícil, que debería exigirnos un comportamiento templado y reflexivo y en el que, sin embargo, nos encontramos con una, a menudo, despiadada lucha que solo pretende hundir al contrincante y descabalgarlo, si lo ocupa, del poder y para ello se hacen lícitas armas como la mentira y el insulto, el contrincante se convierte en enemigo, la confrontación política se simplifica al máximo con un discurso fácil pero agrio, lo que se pretende transmitir no es la idea sino el insulto, no es pensamiento pues éste exige un proceso elaborativo y personal, lo que se pretende transmitir no es sino un adjetivo que descalifique al otro, un vocablo al que no llegamos nosotros tras un pensar sino que se nos entrega para nuestro uso, interesa formar dos bandos de los que surja no sólo una disparidad sino también el odio, no es necesario dotar de argumentos a la feligresía que les lleven a establecer unos juicios sino equiparla de los juicios ya hechos y, si es posible, dotarnos de aquellos símbolos que nos sitúen en uno u otro bando, ya sean banderas, brazaletes, escudos, etc. El objetivo esencial no es transmitir una forma de pensar sino forjar una clac que aplauda fervorosamente y que nos nutra de las migajas que puedan caer desde el poder. Una clac virulenta que justifique todo lo que se haga o diga desde arriba y de la que poderse retroalimentar. Ahora es el momento ideal para rentabilizar los medios, cuando las sensibilidades están a flor de piel, ahora que el miedo se expande buscando un culpable de los males, ahora que las tripas se convierten en nuestro cerebro, ahora que quizás sería el momento para pedir calma, racionalizar y aunar fuerzas, precisamente ahora descubren que es el momento de echar la carnaza para alimentar la fiera y envenenar el ambiente. Este es el juego político en el que parece estamos embarcados y el que, lamentablemente, destacan fundamentalmente los medios de comunicación.





La política, inevitablemente, educa o maleduca y es por ello por lo que hace a la gran mayoría de los españoles, la gran mayoría de sus votantes, adoptar un perfil similar al planteado, buena parte de ese pueblo acompaña sus juicios políticos con los insultos cuando no quedan reducidos a ellos. Todo esto nos lleva a un lugar común, “todos los políticos son iguales “. Pero no es cierto, es injusta una aseveración tal, no todas las personas que se dedican a la política piensan y se comportan de esa manera; no todas, afortunadamente, tienen el insulto en la boca, el afán de descalificar al contrincante, de hundirlo personal y políticamente y, en especial, es falso que, precisamente en estos momentos, todas se comporten igual. En tiempos de sufrimiento hay algunas que quedan retratadas, pero, lamentablemente, seguramente, el hincha puede haberse convertido ya en fanático y sea incapaz de percibir las características de ese retrato; pero no todos los políticos son iguales ni todos tienen en su interior la destrucción del otro como prioridad, algunos no están dispuestos a sacrificar su honestidad para mantenerse activos en política o dicen adiós a la misma si permanecer les obliga al sacrificio. Algunas personas deben ser salvadas porque su quehacer, independientemente de su orientación, no busca la destrucción del otro sino el simple ejercicio político, a esas personas nunca les oiremos en los medios insultar a nadie; esas personas deben ser salvadas como debe ser reconquistado el quehacer político en tanto necesario y valioso y limpio si se hace como debe ser hecho.



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