Vive intensamente cada instante
de tu vida, intensamente, incluida tu muerte. Resulta paradójico que aquellas personas
que creen en una vida tras la muerte, detesten a esta, huyan de ella todo lo
que puedan, la maldigan como algo ajeno a la vida pues supone su final. (¿?).
La vida no se trata de algo poseído en propiedad sino compartido, la vida es
una red de la que formamos parte, una red de ayuda mutua entre todos los seres
vivos. No somos más que el resto, su muerte si es, ha de serlo por inevitable o
por necesidad.
Soy partidario de la eutanasia,
seguramente ese será mi final, no puedo saber hoy el cuándo exacto, cuando ya
me haya convertido en una carga para los otros o me haya agotado de vivir en
estas condiciones, pero sí puedo diseñar el cómo: unos días antes para las
despedidas y un último momento rodeado de la familia, si no me veo obligado a
morir en soledad porque la eutanasia todavía sea delito. Dicho esto, en el
mejor de los escenarios, el de mi salud mental, está más que claro que ese es
mi deseo si en el camino pierdo la cabeza, espero que entonces nadie se oponga
a esta voluntad. Eutanasia y vida no se oponen. Optar por ella no supone
renunciar a una defensa de la vida y a un papel de colaboración con ella más
allá de una vida digna.
Una vez haya muerto no tiene por
qué acabar mi presencia en la vida, por ejemplo, donando el cuerpo para la
ciencia, en especial el cerebro. Aportar ese cuerpo sin vida para facilitar la
preparación de los futuros médicos y mejorar su capacidad para la mejora y
mantenimiento de la vida. La segunda opción es la donación de órganos para los
trasplantes, tú seguirás viviendo en otro que continuará haciéndolo gracias a
ti. La vida ha de ser un permanente intercambio de gases y material orgánico
con el medio externo. La generosidad no tiene por qué acabar con tu muerte. Para
dar estos pasos no es necesario esperar al momento final, ya podemos hoy dar el
principio de estos a través del testamento vital.
Ese aporte vital no tiene por qué
finalizar cuando se hayan ejecutado algunas de esas decisiones tras nuestra
muerte. Hasta ahora solo hay dos alternativas para dar fin al cuerpo humano, el
tradicional entierro con el cuerpo encerrado en un ataúd dentro de una
sepultura ocupando cada vez más espacio, o mediante la cremación. Ahora en USA,
en el estado de Washington, está a punto de aprobarse una tercera opción, elcompostaje humano. Una opción mucho más económica y ecológica, fabricar compost
con cadáveres humanos. Una opción que asumida plenamente puede humanizar la
celebración de la muerte que la hemos externalizado dejándola en las únicas
manos de profesionales. El inicio del compostaje se haría cubriendo el cuerpo
con paja, alfalfa y astillas de madera, ritual que podrían realizar familiar familiares
y amigos. Es difícil encontrar un lugar tan frío como un tanatorio, el compost
humano ofrece la oportunidad de vivir y celebrar la muerte de una manera más
cercana y humana.
Formamos parte del ciclo de la
vida, cualquiera de las posibilidades enunciadas es continuar formando parte de
ese ciclo más allá del instante de nuestra muerte. Recuerdo que al principio de
este escrito se empezó con la eutanasia, que para parte de esta sociedad es
algo que se opone a la vida, cabría preguntarse qué final es el que más se le
opone. La eutanasia solo quiere acabar con la indignidad de la vida y podemos,
después de este final, dar una nueva oportunidad a esa vida sabiendo que no
somos el ser vivo más importante de ella.
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