Vivimos en un mundo en el que es
fácil acumular certezas, en general basta con una autoridad que nos las
transmita. La primera de las certezas ha de ser la propia autoridad, esta y
aquellas nos transmiten lo necesario para vivir en tranquilidad, ambas cumplen
con lo justo del dilema del huevo o la gallina, si fue anterior el dogma que otorgó
autoridad al hombre o fue el hombre que aprovechando su autoridad creó el
dogma, en cualquier caso, en el inicio de todo sí tuvo que estar el hombre que
basándose en sus delirios o en sus intereses generó el primer dogma. Es
evidente que nos encontramos ante una actitud dogmática que como bien me
definieron últimamente se encuentra cargada de respuestas sin haberse realizado
anteriormente ninguna pregunta, una personalidad perezosa y cómoda que necesita
a alguien que le dicte el camino. Personalidad que no por cómoda ha de ser dócil,
al contrario, puestas en cuestión sus respuestas lo habitual es que ante eso se
genere crispación, el dogma no tiene defensa posible mínimamente razonada. La
creencia tiene una función social antes que una de intelecto. Las certezas
huelen a religión, es evidente, no hay autoridad mayor que la suya ni paz y
bienestar más grandes que las que esta otorga lo que no significa verdad ni que
esas certezas férreas y la facilidad para el sometimiento a una autoridad no se
de en otros ámbitos. El ser humano desea vivir en la seguridad, aunque para
ello deba renunciar a la iniciativa en su pensar. Las consecuencias de
abandonar esas certezas y la subordinación a la autoridad es la pérdida de la
seguridad y de la tranquilidad moral.
A veces envidio esa calma y esa
integración social pues yo más allá de respuestas sin preguntas me hago
preguntas sin llegar a alcanzar respuestas, más aún, sé que se tratan de preguntas
de las que nunca conseguiré encontrar sus respuestas pues se encuentran fuera
de mi alcance, aunque no por ello cesare de hacérmelas pues quizás en eso
consiste la libertad, en empeñarse en perseguir respuestas a las grandes preguntas
a sabiendas de que será un viaje sin final pues Ítaca es el propio camino. Una
de esas grandes preguntas es la del absoluto, el alfa y omega, Dios, por mucho
que ponerle algún tipo de nombre sea cosificar lo que no puede tener forma y
límites. Para Dietrich Bonhoeffer en un mundo adulto no es necesaria la
hipótesis Dios como tutor de nuestra vida, como figura omnipotente en la que
podamos delegar la responsabilidad que nos corresponde y que es únicamente
nuestra; ante Dios y con Dios vivimos sin Dios. Bonhoeffer plantea un Cristo
sin religión, para los no religiosos, es esa religión la que establece
autoridad y dogmas.
Aceptemos que es más sencilla una
vida en paz en el primero de los casos y que en este supuesto también es
posible la bondad por mucho que se viva en una ficción, sin que sea posible
asegurar en forma alguna que uno viva en la verdad total en el segundo de los
casos. Vivir en un mundo en el que las respuestas a las grandes preguntas nos
sobrepasan, este vivir exige un cierto ejercicio de funambulismo con el
esfuerzo que supone mantener en todo momento el equilibrio para evitar el
riesgo de caer, funambulismo cuestionando buena parte de las certezas que
sostienen a la sociedad manteniendo una actitud centrífuga que te lleva a
moverte en los márgenes de la mayoría de los grupos sociales en los que te
encuentras y que hace que te hagas una nueva pregunta, si merece la pena
cuestionar la ficción en la que vive un sujeto inocente y bondadoso al que esa
ficción le aporta seguridad y paz. Cabe preguntarse quién eres tú para socavar
la seguridad en la que se sustenta ese inocente por mucho que tú consideres que
sea sobre errores de bulto, quién eres tú para interferir en la paz que le
permite disfrutar de cierto bienestar a alguien que ha conseguido alcanzar la
bondad a pesar de la problemática y el caos que predomina en su nido, son sus
certezas las que han hecho posible todo eso. Cabe preguntarse quién está por
encima de quién, si tú con tus preguntas sin respuestas, con tu gran cabeza
llena de complejidades o él con sus simples certezas incapaces de enfrentarse a
un pequeño raciocinio. Seguramente el avance de la sociedad ilustrada de hoy
solo será posible gracias a personas adultas que tendrán que vivir sin
protección, en la tensión de la libertad y soportando el conflicto de
enfrentarse a la mayoría, pero eso no te otorga, lamentablemente, autoridad
moral ni te evita la obligación de aprender no de aquellos dominados por las certezas,
pero también por la ira y la intolerancia, sino de los que te superan en bondad
sea cual sea su pensamiento. Respuestas sin preguntas, preguntas sin respuestas,
una elección nunca exenta de algún tipo de riesgo.
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