Hace días vi
una película, Siempre Alice, que
trataba sobre el Alzheimer. En ella se hace una referencia al Arte de perder y
no puedo evitar relacionarlo con el proceso vital que me ha tocado en suerte.
Qué estoy haciendo desde hace años sino sufrir pérdidas e intentar asimilarlas
de la mejor manera posible. Perder y mantener cierta dignidad. Perder y hallar.
Perder y avanzar. En estos años mi cuerpo se ha ido desmoronando, he ido
perdiendo la posibilidad o el control de funciones corporales muy básicas y con
ellas he ido perdiendo, de alguna manera, mi lugar en mundo, lo que me ha
obligado a resituarme en él. He pasado de la movilidad a la quietud, del verdor
al fango, del pánico a la tranquilidad. Perdí el sostén de mis piernas, aquello
que me acercaba al mundo; perdí el juego de mis manos, aquello que me permitía
asir la realidad; perdí el dominio de mis esfínteres, lo que me ha hecho
encontrarme a veces en la nada; he ido perdiendo el almacén de mi memoria, la
elaboración de mi discurso, todo aquello que me señaló para bien o para mal.
¿Qué puedo haber ido ganando en todo ese proceso de pérdidas? ¿Dónde encontrar
la belleza que no me avergüence? ¿Dónde crear vida ante tanta muerte? ¿Cómo
soportar erguido tanto golpe? ¿Cómo aprender el arte de perder? Uno puede
pensar que la vida es un camino lineal que no tiene recodos ni vueltas atrás y,
sin embargo, el tiempo te demuestra que no es sino una multiplicación de cruces
y callejones estrechos, a menudo sin salida, espesuras en las que tienes que ir
abriendo tus propios caminos. El arte de perder no es sino el arte de vivir, el
momento a partir del cual dejas atrás tus años de juventud para irte
desprendiendo del ego que fuiste acumulando a la búsqueda de un futuro siempre
glorioso; un cargamento absurdo en el que con frecuencia te duele reconocerte,
el lastre con el que no puedes avanzar esas pequeñas distancias que para ti, en
las postrimerías, es la vida; es el tributo que has de pagar por los sueños
ilusos que tuviste y porque estos te dejen libre para poderte asomar a otros amaneceres,
para poderte sentarte a ver pasar la vida en los mojones que tú elijas y
poderte acercar con serenidad y alegría al anochecer en el que has de hundirte.
El arte de perder es también el arte de encontrar la sensibilidad hacia el
sufrimiento ajeno, la humildad para encontrarte con ellos, la mirada que te
aleja del artificio para situarse allá dónde el ser humano ha adquirido tal
categoría, la capacidad de irte despojando de todo aquello que no eres
estrictamente tú y de encontrar, en esa desnudez arrugada y mustia la belleza
que sólo se es capaz de ver desde la grandeza que empieza a crecer cuanto más
pequeño te vas haciendo. Es el arte de asumir el dolor sin contagiarlo, de
guardar la tristeza que nunca has de perder para no convertirla en estandarte,
para transformar la larga despedida en un permanente encuentro en el que
escarbar para encontrar siempre el sabor de lo dulce y la melodía que te
conmueve que pueden encontrarse escondidas. Se trata de alcanzar cierta
sabiduría de la vida aun sabiendo que se trata de una tarea que nunca llegarás
a completar, en eso reside parte de su encanto.
La sabiduría
de un arte de perder que debe ir más allá de lo estrictamente personal para
llegar a valorar desde ella la sociedad que nos rodea y el mundo hacia donde
queremos ir. No es que sea sólo el yo el que va perdiendo es que es y ha de ser
también nuestra sociedad la que se encontrará en un proceso de pérdidas y es
justo que así sea. Hemos construido un planeta en el que unos hemos crecido a costa
de otros y en el que hemos generado un ritmo de desarrollo inalcanzable para
los demás y completamente insostenible. Sólo es justo y necesario decrecer, es
decir, perder. Construir nuestra convivencia en torno a otros valores y
construirnos a nosotros mismos en torno a ellos, saber que vamos a perder pero
que en ello saldremos ganando, convencernos del famoso menos es más. Lo
personal es político y lo político es personal de no ser así nos encontramos
ante un sujeto aislado sin valor para lo común y ante una cháchara sin más
pretensiones que el engaño y el poder. El arte de perder es también el arte de
hacer política y el arte de hacer política es también el arte de hacerse uno
mismo. La pérdida hará posible el encuentro de seres desnudos pero auténticos,
construyendo algo entre todos en el que cada uno ha de tener su espacio y su
papel, sus posesiones y su nombre propio. Esta es la vida un constante viaje
del uno al Todo y del Todo al uno, acumular en la juventud para ser y perder luego
para seguir siendo, nacer desnudo y morir desnudo, saber desde el primer
momento que solo así nos encontraremos con nosotros mismos en el instante de la
despedida.
Gracias por construir tanto en ese camino que nos muestras y del que tanto aprendemos.
ResponderEliminarMaría Luisa