Las distintas
opciones políticas del panorama español pretenden marcar diferencias entre sí
pero coinciden en una característica a mi juicio esencial y es concebir la
política como mera gestión de una realidad, la función de un político es, de
esta manera, establecer las medidas a tomar y administrar su ejecución. Lo que
se pretende hacer pasar por ideología no es, a mi juicio, sino simple
tecnocracia en la que predominan los criterios técnicos con cierto ropaje de
ideología. Esta tecnocracia resulta comprensible en los planteamientos
conservadores que sólo pretenden mantener la realidad y resolver los problemas
que ocasionalmente surjan en la misma pero no se puede entender si lo que se
pretende es transformar esa realidad. Mantener esa tecnocracia en este caso es
terminar siendo presa de un electoralismo que acabará modificando el discurso
para hacerlo asequible para el mercado electoral.
El electorado en España es esencialmente
conservador vote a la opción política que vote, es por ello por lo que las
opciones políticas con posibilidades de victoria son muy similares en la
práctica mientras que aquellas que mantienen un posicionamiento más ideológico
quedan reducidas a la marginalidad. El ejemplo actual de Podemos no hace sino
poner esto de manifiesto: la volubilidad en el discurso y el descenso en las
perspectivas electorales cuando una mayor volubilidad ya no se hace posible.
La política no ha de ser únicamente gestión
sino también educación, es decir, transmitir una forma de vida a través de la
palabra y de los hechos. Determinadas propuestas de gestión política sólo
pueden dar sus frutos si son sembradas en un terreno adecuado. La política
nunca debe engañar, el electorado sólo debe dar el sí a una propuesta si tiene
claro y acepta sus consecuencias. En la sociedad en que vivimos más allá del
poder político se encuentra el poder económico y, por lo tanto, intentar
transformar su realidad a través de la política es enfrentarse a ese poder con
las consecuencias que ese enfrentamiento tendrá en nuestro día a día. Esto
supone no caer en el cortoplacismo, el trabajo de transformación de una
realidad sólo puede ser a largo plazo y ha de realizarse a través de todas las
instancias que la sociedad tiene. El decir que lo personal es político es decir
también que lo electoral sólo dará resultados apetecibles cuando el suelo ya es
fértil es decir, cuando la sociedad demanda esas medidas siendo consciente y
asumiendo sus consecuencias. La realidad actual de carácter local tiene también
un inevitable carácter global y nuestra posición en lo local supone también una
posición en lo global. Aceptar las consecuencias de unas medidas en un sitio es
aceptarlas en el otro. Transformar esa realidad es renunciar a una posición
dominante en el plano global con todas las consecuencias que esta renuncia ha
de tener en el plano local y estas consecuencias han de ser explicitadas y no
silenciadas o enmascaradas. Renunciar a todo esto para hacer posible un inmediato
beneficio electoral no es sino concebir la política como un arte de simple gestión.
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