La
muerte no es la otra cara de la vida, la muerte forma parte de la vida.
Valoramos el concepto vida desde el nosotros mismos. La vida parece que
comienza con nuestro nacimiento y concluye con nuestra muerte, no importa que durante ese proceso ese suceso se produzca continuamente en nosotros, mueren células,
tejidos, órganos… pero parece que sólo hay muerte cuando esta termina con el ser completo
que somos nosotros. Somos seres con un proceso continuo en nuestro interior de
nacimiento y muerte, del mismo modo que podemos decir de ese nosotros que
formamos parte de un ente en el que en su interior ocurre esa sucesión de
acontecimientos. Somos materia orgánica y nuestra muerte viene a transformar
esa en nueva materia orgánica que ayuda a generar nueva vida. Esa nueva vida
no sería posible si no muriésemos. Hay
un ciclo de la vida del que formamos parte. Morir es continuar viviendo aunque
formando parte de otros seres, de otros reinos, de otras familias. Ese es el
mayor sentido de nuestra vida, formar parte de ese ciclo, trabajar porque el reino de la vida permanezca. No somos los reyes de ese reino, somos unos mas de sus
habitantes. No somos los reyes de creación alguna, en todo caso somos
colaboradores de la misma, de su mantenimiento. La vida nos supera, nos
sobrepasa, somos una parte infinitesimalmente microscópica de esa vida. Morir es un momento evidentemente triste, pero lo fundamental es qué hacemos para mantener de modo limpio y permanente ese Reino de la vida del que formamos parte y que nos supera.
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