Encontrarse incapacitado
prácticamente para todo supone un drama del que es muy difícil evadirse, las
piernas y los brazos pesan aunque no pueda moverlos, se encuentran presentes
haga lo que haga, esté donde esté, piense lo que piense, siempre… o casi
siempre. Hace unos días asistí a un concierto de jazz y por algo más de una
hora dejaron de existir, la música comenzó a sonar y la magia se desplegó, las
notas me envolvieron y por un tiempo dejé de pensar. El pensamiento, arma de
avance y retroceso, de ataque y defensa, de cordura y locura. Todo desapareció salvo
la música, había llegado el momento de abstraerse, de lanzarse a esa piscina
sonora y volver a estar completo. Suena la música, cierras los ojos, el mundo
tiene sentido. Suena la música, tú te encuentras solo, eres el único
espectador. Suena la música, avanzas por una alameda en la que todo te hace
sentir, el susurrar del viento, el oscilar de las hojas, el crujir de tus
pisadas aparece escrito sobre un pentagrama. Suena la música, todo desaparece a
tu alrededor, nada puede distraerte, el mundo es un juego de armonías. Suena la
música, te dejas mecer por las vibraciones. Suena la música, las lágrimas
resbalan, vuelas, eres libre.
Yo no pude asistir pues estoy en Francia. Un abrazo fuerte, Jesús
ResponderEliminarOle, ole y ole....eso es vivir. Un abrazo
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