Con frecuencia he dicho cuando ha surgido la ocasión que para mí Lluis Llach era el mejor cantante, por sus letras y su música, de España. Sé que esta
opinión no sería de su agrado ya que él, supongo, que nunca se ha considerado
ciudadano español. Si es así ha de perdonarme si digo que esta consideración es
una solemne tontería. Le guste o no, es español. Sigo pensando lo mismo.
Las canciones de Lluis Llach han formado y forman parte de mí. Que tinguem sort, L'estaca, Somniem, I amb el somriure la revolta, Vida, A força de nits y, por supuesto, el Viatge a Ítaca, estos temas son también míos, nunca dejarán de serlo, aunque
seguramente yo los viva de manera diferente. Cuando uno produce una creación de
ese tipo deja de ser exclusivamente suya desde el mismo momento que la hace
pública. Estos días me genera una tristeza grande escuchar sus palabras de amenaza a los funcionarios que no obedezcan su sueño, obviando deliberadamente
a esa mayoría que no lo comparte y sin importarle que su sueño sea para esos
otros una pesadilla. El poeta se ha convertido en un hombre vulgar, o quizás
siempre lo fue. Es nuestro pecado idealizar a aquellos que veneramos, sin
atrevernos a asumir que el rey está desnudo. Lluis Llach ha olfateado el aroma
del poder y ha decidido que es el momento de ejecutar ese sueño sin importarle
el sufrimiento de aquellos que no lo compartan. Está convencido de que es el
momento de construir su Ítaca particular aunque para ello tenga que contradecir
a Cavafis, Ítaca ya no es el camino, saboreando un triunfo se cansó de caminar. La anhelada Ítaca deja de ser tal desde el
momento en el que se la considera alcanzada. Aquellos que no compartan su
ambición no son arios, se trata de personas que han venido a ocupar su tierra
prometida, extranjeros, los charnegos. No parece consciente Llach de que las
posiciones políticas no son legitimadas por un sentimiento nacionalista, que la
pretendida pureza política también puede envenenarse, que la persecución
ejercida desde el poder no se puede bendecir solo según sea el color que la
ejecuta, el nacionalismo no es una posición social, en todos aquellos que no
comparten el independentismo (que guste o no son mayoría) seguro que hay una
parte muy importante de población trabajadora, aquella que sobrevive a pesar de
las continuadas noches, para la que nadie consigue tumbar la estaca que la
amenaza ni alcanzar su propia Ítaca ya que el poder siempre está en las mismas
manos se llame como se llame la nación en la que vive. No dejaré de escuchar
sus canciones, ya lo he dicho, ya son mías, aunque vea a su autor actuar de una
forma patética. Detrás del arte siempre está el ser humano, con sus miserias y
contradicciones; afortunadamente el primero permanece aunque el segundo, a
menudo, se olvide.
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