Te decía ayer
que somos grandes y pequeños a la vez y que una cosa no debe hacer olvidar la
otra. La vida es dura y son inevitables los momentos que nos hacen sentir
pequeños, frágiles como una pequeña flor, temerosos de que se nos vayan
arrancando los pétalos. No importa cuan grandes e importantes nos creamos o nos
crean los demás, tendremos momentos así por mucho que intentemos ocultarlos.
Pero nuestra debilidad no debe hacernos olvidar nuestra grandeza, lo grandes
que somos y que podemos llegar a ser. Pero de la grandeza que hablo ahora, no
lo olvides tampoco, es la que va acompañada de la pequeñez, la que se siente
humilde por mucho que le alaben los otros, la que se sabe tenue y quebradiza a
pesar de la fortaleza que muestre, la que conoce su talón de Aquiles y que por
paradójico que parezca defiende la delicadeza y sutileza que conlleva todo eso
y que comporta la sensibilidad ante los demás. Esa es la vida, la que te hace
sentir héroe y maldito, en la que pareces caminar sobre el alambre siempre a
punto de perder el equilibrio y caer en el abismo pero también la de los
abrazos que te reconfortan y que te ayudan a asumir el riesgo que la vida
supone en sí misma.
Dijo Pedro
Salinas, “Que alegría vivir sintiéndose
vivido” y así es. Que alegría
ese vivir en otra persona, algo que no podemos forzar, sólo si ha de venir
vendrá mientras tanto nos toca andar el camino y dejar, que en el descanso, se
siente a nuestro lado todo aquel que tenga algo que decir, que gocemos en
compañía cuando nuestra mirada se pierde en el horizonte, que nos arremanguemos
a jugar con los niños que salgan a nuestro paso y aminoremos la carga que el
anciano lleva sobre sí, que sepamos reír con quien ríe y llorar con quien
llora, que seamos capaces de levantar la mirada del que la arrastra y se
arrastra con ella continuamente y abajar la de aquel que se pierde entre las
nubes y, por lo tanto, ni encuentra ni es encontrado, que cuando sea necesario
nos retiremos a la soledad y saber disfrutar de ella, de su silencio y sepamos
escuchar allí lo que el ruido a menudo nos impide. Y en ese devenir alguien se
unirá a ti y te vivirá y la vivirás, y se quedará contigo o se marchará para
dejar su lugar a otra persona. Y en todos esos momentos a veces te sentirás héroe y campeón y en otros
pequeño y quebradizo, es entonces, cuando te sientas gigante cuando debes
recordar lo minúsculo que eres y cuando te veas diminuto la grandeza que
guardas en ti.
Gracias por verbalizar, así, tus pensamientos.
ResponderEliminarEres grande, pequeño
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