A veces mi casa tiende a
desmoronarse corroída de silencios,
socavada de desidias.
En esos momentos
necesito llenarla de andamios...
como levantarme al
amanecer y sentir que no estoy solo,
como acostarme con el
crepúsculo y sentir que no estoy solo,
como asomarme al balcón
de nuevos horizontes
y descubrir en ellos
nuevas voces,
nuevos gestos, nuevos
deseos;
como recibir besos que
no he merecido,
caricias que no he
buscado,
como saber que mi nombre
es pronunciado más allá de donde yo estoy y que está presente en otros sueños,
como sentir el palpitar
de un cuerpo reclinado sobre el mío
y una mirada recorriendo
mi rastro.
Cuándo mi casa tiende a
desmoronarse
necesito llenarla de
andamios desde donde poder crecer de nuevo,
desde donde restallar en
el vacío
y rasgar los cortinajes
que ensombrecen el futuro;
desde donde zarandear la
modorra y recibir una bocanada de aliento,
desde donde vivir otras
vidas que den vida a la mía.
Cuándo mi casa tiende a
desmoronarse
necesito llenarla de
andamios,
necesito llenarla de
todos,
necesito llenarla de
ti.
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