LA PARTE Y EL TODO
Podrá
eternizarse la discusión sobre dónde reside la soberanía si en la parte o en el
todo. Se eternizará en la medida en que la parte (Cataluña) se considera todo,
y el todo (España) les niega esa consideración y por lo tanto les niega ser
sujetos con soberanía propia. Esta negación supone no sólo que la parte no
puede decidir por sí sola su condición sino que se le niega incluso un papel específico y
cualificado en tal decisión. El padre puede mantener al hijo mayor de edad
encerrado en casa en contra de los deseos de este.
Pero el
conflicto parte/todo no es, ni mucho menos, tan simple, el problema se llama
nacionalismo, este siempre se considera todo negando a la parte tal
consideración. Se diga lo que se diga hay una obviedad: Cataluña forma parte
actualmente de un todo que es España, del mismo modo que la provincia de
Tarragona forma parte de otro todo que es Cataluña, del mismo modo que la
comarca del Montsià forma parte de otro todo que es la provincia de Tarragona y
del mismo modo que la ciudad de Amposta forma parte del todo que es la comarca
de Montsià. Todo ello no deja de ser un artificio, es decir una creación humana
que tuvo su comienzo y tendrá su final. El nacionalismo español niega al
catalán su voz propia del mismo modo que este negará a sus provincias, comarcas
y pueblos su soberanía. La estructura ideológica (y mental) es la misma en
ambos nacionalismos únicamente difiere el color de la bandera que se ondea.
Todo
nacionalismo mitifica la ficción que ha construido, niega su carácter
artificial y, por lo tanto, accidental para otorgarle uno esencial,
constitutivo, básico, intocable. El nacionalismo español negará al catalán su
soberanía en base a que el único todo es España (un todo que históricamente ha
tenido un carácter inestable en cuanto al territorio geográfico al que ha hecho
referencia y a la/s estructura/s política/s de las que constaba) del mismo modo
que el catalán haría lo mismo con cualquiera de sus provincias o comarcas en
base a que el único todo con carácter soberano es Cataluña (un todo que igualmente
ha tenido en la historia un carácter inestable). Nacionalismos que ignoran su
carácter perecedero del mismo modo que ignoran tantos nacionalismos igualmente
fundamentalistas que nacieron y se perdieron en las páginas de la historia.
Todo
nacionalismo sacrifica la parte a lo que él entiende como todo de igual manera
que sacrifica el individuo a la tribu, a lo que él llama nación. El hombre
bautiza como nación una estructura territorial y política creada por él mismo
para luego supeditarse a ella y considerarla original, anterior a sí mismo. En
esta pelea entre parte y todo es este individuo el que tiene todas las de
perder pues siempre se le negará, venga de donde venga, su carácter soberano.
ESQUERRA Y
NACIONALISMO
Hace unos años
Esquerra Republicana argumentaba para distanciarse de CiU que ellos eran
independentistas no nacionalistas. No sé si continúan diciéndolo, no lo he
vuelto a oír. Izquierda y nacionalismo son términos difícilmente conjugables,
todo nacionalismo es excluyente, es lógico que E.R. pretendiera distanciarse de
esta asociación y también es lógico que envuelta en la marea nacionalista y
electoralista que ella misma ha potenciado, se haya olvidado de esta obligación
ideológica, que no necesidad, pues el nacionalismo es rentable.
La
independencia se puede argüir en base a un espíritu nacionalista en la rancia
idea que identifica lengua, nación y estado y que busca encubrir toda miseria
en una bandera y sustituir la historia por la leyenda y el mito. Las medidas
nacionalistas son previas a cualquier otra, se convierten en prejuicios mediante
los cuales se acepta o reprueba. Es por eso que el referéndum se convierte en
la condición para que ER apoye a
CiU y la primera de esas fuerzas anuncia la declaración de independencia si
gana las elecciones como primera medida política.
La segunda razón
para la independencia es económica y por el argumentario expuesto no parece ser
otra que la que aduce Alemania frente a la Europa del sur: “malgastar el dinero
que se les da”. La Europa rica da dinero a la pobre, dinero que ésta
desaprovecha malgastándolo o apropiándoselo. Del mismo modo la España rica da
dinero a la pobre para que lo malgaste o se lo apropie. Independientemente de
lo ajustada a la realidad que esa afirmación sea no tiene nada de izquierdista
como no lo tiene Ángela Merkel.
La izquierda,
me parece recordar, era internacionalista y con una clara opción hacia los
pobres. Es posible que se diga que el internacionalismo se practica desde la
nación propia (¿?) y que la opción por los pobres se quiere practicar con los
pobres de casa no con los ajenos (¿?). Con que facilidad hemos optado por defender
los nacionalismos, bastaba con que estos fueran oposición, pero cuando ejercen
el poder, como con el traje del emperador, quedan al descubierto.
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