La vida es una
tupida red, compleja y a menudo sorprendente. Se trata de una partida que se
está jugando hasta el final y es hasta ese final cuando no sabes si eres
ganador o perdedor o incluso tablas. Difícilmente puedes decir aquí tuve suerte
y aquí no pues todo se encuentra entremezclado y una cosa te lleva a la otra.
No se trata solamente de los naipes que caen en tus manos sino también de cómo
los juegas. Lo que hoy te hace venirte abajo pudiera ser que mañana, al volver
la vista atrás, te hiciera sentir afortunado. Sin aquello no hubieras podido
tener esto otro que hoy tienes, todo es un encadenamiento que has de vivir
hasta el final. Has de vivir el momento pero también has de relativizarlo.
Saborear a fondo la sonrisa que te produce pero que no ha de impedirte seguir
caminando, un camino en el que con naturalidad, conforme avanzas, esa sonrisa
se te irá borrando. Sentir el llanto que te genera pero que tampoco te ha de
impedir caminar pues también ese llanto se te irá borrando. La oscuridad del
túnel puede llevarte a la deslumbrante luz de la salida. La tormenta que te
empapa puede ser la ocasión para sentir el cariño de las manos que te secan, la
sequedad del desierto te hará disfrutar más a fondo del agua del oasis, la
ocasión que perdiste puede haberse encarnado hoy en la mujer que te ama o en el
hijo que te llevará más allá de tu vida. Sin esa pérdida no tendrías hoy este
encuentro. El azar no es algo puntual, la vida es esa tupida red de azares a la
que tú has de estar abierto para no desperdiciar ese dulce mañana que puede
estarte aguardando.
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