¿Existe lo perfecto más allá de la imperfección? ¿La pureza
más allá de la impureza? ¿El todo más allá de la parte? Lo completo siempre
está por acabar, el todo no existe más allá de la acumulación de sus partes, existen estas del mismo modo que
existen otras, el todo siempre está por llenar, se trata de un concepto
relativo que se vuelve arma agresiva en el momento en que se absolutiza, en el
que se cierra para excluir de él al otro. La pureza absoluta es en sí misma
impura, sucia a fuerza de intentar ser limpia, corrupta por llegar hasta el
extremo de una integridad exageradamente intachable.
Qué es la putrefacción sino un
sacrificio del cuerpo para generar nueva vida. La desaparición de nuestro ser
es la condición para la aparición de unos nuevos. En la cadena de la vida es la
degradación total el eslabón necesario para la continuación de esto. No somos
el centro, somos una minúscula parte de un proyecto que siempre nos
desbordará.
Qué es el ser incompleto sino un
ente en busca de otro, la base del cuerpo social. El ser pretendidamente
autosuficiente muere en la esterilidad social. Hemos nacido para buscar nuestra
complementación, esa necesidad es el fundamento de la sociedad. El hombre,
animal político, responde a su propia naturaleza, no a una supraestructura de
la misma. No enredarse en la red social es renegar a la esencia humana.
Qué es la duda sino una apertura
a un conocimiento más profundo, una condición para la escucha. Nuestra
percepción no es sino una parte de la realidad, ésta siempre nos desborda, su
descripción no pasará de ser simbólica, un intento de aproximación. El
acercamiento a la misma nos regalará respuestas que abrirán nuevas preguntas.
Cuando dejemos de tener interrogantes el cerebro se nos detendrá, se empequeñecerá,
se anquilosará. La certeza solo muestra una evidencia: hemos dejado de ser
humanos.
Qué sino la debilidad nos acerca
a los otros, nos hace miembros de una misma especie, aquello que nos hace
sensibles a los otros, capaz de hacernos
captar lo trascendente del día a día, su belleza, su música,
su valor. La rigidez de la piedra
nos hace impermeables. Solo es fortaleza la que se hace desde las heridas y
reconoce sus puntos débiles, la que no genera corazas sino que desarrolla
estrategia, la que no se convierte en roca inconmovible, insensible a su
entorno, que no anula sus emociones sino que las controla, que no pone en juego
su furia sino su inteligencia. Es el ser maleables lo que nos permite el
cambio.
Qué es la enfermedad sino el
reconocimiento de nuestro ser mortal. ¿Podemos imaginar algo más insano que una
sociedad completamente sana, sin daño, sin lesión, sin defecto alguno? Es
nuestro memento mori permanente, el
siervo que ante las tentaciones de soberbia nos recuerda que moriremos, que
somos humanos y no dioses, el acontecimiento que nos empuja hacia la humildad, aquello
que nos descorre el velo que nos cubre los ojos y nos oculta la realidad, lo
que nos descubre su fragilidad, nuestra fragilidad, su complejidad, sus
contradicciones. Aquello que nos hace posible alcanzar un grado más de
humanidad.
La belleza, a menudo, se descubre
en silencio. Lo que vamos construyendo siempre peca de ruido. Qué es la
amalgama de palabras que pronunciamos sino ruido. Ruido lo que necesitamos para
no quedarnos a solas con nosotros mismos, para evitar hundirnos en el fango en
el que hemos construido nuestro hábitat, para no escuchar nuestro enorme
silencio y aprender de lo que nos dice. Es en él, en el silencio, donde es
posible establecer la comunicación de las miradas, de los abrazos, de las
caricias, de los besos, aquello que surge del otro y resuena en mí acercándome
a él o alejándome. Es aquello que nos permite mantener el ritmo de la vida.
Qué es el fracaso sino la
antesala del acierto, caminamos hacia él de frustración en frustración. No
aprendo a levantarme sino cayendo. Solo aprendo a mirarme al espejo
reconociendo mis propias decepciones, recuperando del vidrio el yo que soy y no
el que imagino, el que carga con mis máculas y no el impoluto que me gusta
mostrar a los demás. Es el revés el que nos evita llegar a ser el hombre de
éxito que termina muriendo de sobredosis de soledad, cuando el engaño con el
que nos narcotizamos ha dejado de funcionar.
Lo perfecto no existe, el mundo
perfecto da miedo, sucios de un exceso de higiene, clones, asustadizos con
miedo a la más mínima heterodoxia. Nunca está todo dicho, siempre hay una
palabra que agregar, nunca está todo sabido, siempre queda alguna cosa por
conocer. Es el descubrimiento de los defectos lo que nos incita a la mejora ,
lo que nos acerca al horizonte, siempre inalcanzable, siempre lejano y nos
mantiene en el presente, siempre imperfecto, siempre humano.
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