Esa es la
vida, entregar el testigo de una vida que desconocemos cuando se inició y cuando
concluirá. Somos espectadores, pero todo es un escenario en el que no podemos
librarnos de la responsabilidad de actuar. La obra continuará y nosotros nos
despedimos de ella dando el pie correcto para la siguiente intervención.
El árbol se va quedando sin hojas mientras yo contemplo su
caída,
unas a peso,
otras danzan leves dudando donde caer.
Yo, espectador absorto, no entiendo bien qué hago allí,
quizás en busca de savia derramada,
haciéndome yo mismo humus,
observando el paso del tiempo
en esa clepsidra en la que estoy inmerso.
Transcurre mi existencia presenciando esa caída,
el suceder de estaciones que me van transformando en
fertilizante,
simple materia orgánica en descomposición
a la espera de la utilidad que no conoceré.
.
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