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martes, 1 de abril de 2014

ANTISISTEMA

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El uso de la Lengua no siempre es inocente, nos acostumbramos a la utilización de algunos términos en determinados contextos sin darnos cuenta de la carga ideológica que contienen. Nos encontramos en un sistema económico, social y político que necesariamente crea una mayoría de pobres para lograr la existencia de una ínfima minoría de ricos, un sistema que genera un pensamiento único subyaciendo bajo una teórica diversidad de opiniones, que se presenta como la única solución posible, que fomenta el egoísmo como comportamiento natural del ser humano, que culpabiliza al débil por su debilidad y al pobre por su pobreza, que sitúa el problema entre ellos, los divide, establece  fronteras y murallas y provoca su enfrentamiento. Llegada la crisis se habló de reinventar el capitalismo o de refundarlo sobre bases éticas (¿es que antes no lo estaba?) ¿Qué fue de eso? Ahora que algunos intentan vendernos una supuesta salida de ella, ¿con qué nos encontramos? Más de lo mismo, la misma ambición por acumular a costa de los otros, la misma insensibilidad ante el dolor ajeno, la misma indolencia, la misma crueldad vestida de cultura, el mismo salvajismo disfrazado de civilización, el mismo ídolo ante el que bailamos, la misma hipocresía convertida en religión.

¿Puede uno no ser antisistema? Se hace necesario reivindicar la palabra, desnudarla de sus usos interesados o incoherentes, arrebatársela a los que se apropian de ella para desvirtuarla y a los que la esgrimen sin pudor para hacerla inútil, a quienes se la cuelgan como una medalla y a quienes la convierten en un crimen.

Descalificar el término asociándolo a comportamientos fácilmente rechazables pretende legitimar el sistema. La violencia no es antisistémica, la violencia forma parte de él, es una de sus características, aunque se ejerza sobre los elementos del mismo no se vuelve por ello antisistémica. La violencia puede estar justificada, puede ser un desahogo de los desahuciados del mismo pero estos también forman parte de él, le son necesarios. Actuar contra el sistema es hacerlo renegando de sus formas e instrumentos, generando nuevas realidades sustancialmente diferentes, invertir sus valores. Se trata de sentir y pensar a la vez, retroalimentándose; de adquirir un pensamiento crítico de verdad, también con uno mismo, un pensamiento que permanentemente se cuestione; se trata de hacer, de vivir, de construir; siempre contra las formas y objetivos de este sistema, siempre con las formas y objetivos del sistema a construir.

Pero no nos engañemos, si se es antisistema de verdad siempre se será antisistema. La realidad si apostamos por ella todo nuestro capital, siempre defrauda. Ser conscientes de ello no nos debe hacer más cínicos sino más humanos. La utopía existe en nuestro interior pero es imposible plasmarla íntegramente fuera de él. Siempre quedará algo por hacer, algo que no es como nosotros pensábamos, siempre habrá víctimas imprevistas a las que socorrer, vencedores amigos de los que alejarnos. Si llegado un momento nos sentimos satisfechos no será porque el sistema cumpla todos nuestros sueños, no será porque la realidad haya cambiado y merezca nuestro aplauso, los que habremos cambiado somos nosotros, es a nosotros a quienes aplaudimos. 

Es un camino siempre por hacer y que en gran medida se recorre en solitario. Antisistémica no hay organización, no hay partido, no hay establo, no hay rebaño. Los medios que hemos creado se han desmoronado en parte al alzarlos, pretenden un objetivo nunca verbalizado, ser un lugar donde el ganado pueda pacer tranquilo rodeado de los suyos o embestir vitoreándose para sentirse en grupo protagonistas del humo. No los sacralicemos. Y aún así sólo en el empeño en esa palabra, antisistema, reside la dignidad, es la que nos permite llegar más lejos, la que nos permite actuar desde el lugar más mínimo y sentir que ha merecido la pena vivir y disfrutar de sus frutos, incompletos pero en los que hemos podido percibir, en parte, nuestra autoría, pequeñas teselas de un mundo que merece la pena vivir y de una causa por la que merece la pena luchar.  




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