El uso de la
Lengua no siempre es inocente, nos acostumbramos a la utilización de algunos
términos en determinados contextos sin darnos cuenta de la carga ideológica que
contienen. Nos encontramos en un sistema económico, social y político que
necesariamente crea una mayoría de pobres para lograr la existencia de una ínfima minoría de ricos, un sistema que genera un pensamiento único subyaciendo
bajo una teórica diversidad de opiniones, que se presenta como la única
solución posible, que fomenta el egoísmo como comportamiento natural del ser
humano, que culpabiliza al débil por su debilidad y al pobre por su pobreza,
que sitúa el problema entre ellos, los divide, establece fronteras y murallas y provoca su
enfrentamiento. Llegada la crisis se habló de reinventar el capitalismo o de
refundarlo sobre bases éticas (¿es que antes no lo estaba?) ¿Qué fue de eso?
Ahora que algunos intentan vendernos una supuesta salida de ella, ¿con qué nos
encontramos? Más de lo mismo, la misma ambición por acumular a costa de los
otros, la misma insensibilidad ante el dolor ajeno, la misma indolencia, la misma
crueldad vestida de cultura, el mismo salvajismo disfrazado de civilización, el
mismo ídolo ante el que bailamos, la misma hipocresía convertida en religión.
¿Puede uno no
ser antisistema? Se hace necesario reivindicar la palabra, desnudarla de sus usos
interesados o incoherentes, arrebatársela a los que se apropian de ella para
desvirtuarla y a los que la esgrimen sin pudor para hacerla inútil, a quienes
se la cuelgan como una medalla y a quienes la convierten en un crimen.
Descalificar el término asociándolo a comportamientos fácilmente rechazables pretende legitimar el sistema. La violencia
no es antisistémica, la violencia forma parte de él, es una de sus
características, aunque se ejerza sobre los elementos del mismo no se vuelve
por ello antisistémica. La violencia puede estar justificada, puede ser un desahogo de los desahuciados
del mismo pero estos también forman parte de él, le son necesarios. Actuar
contra el sistema es hacerlo renegando de sus formas e instrumentos, generando
nuevas realidades sustancialmente diferentes, invertir sus valores. Se trata de
sentir y pensar a la vez, retroalimentándose; de adquirir un pensamiento
crítico de verdad, también con uno mismo, un pensamiento que permanentemente se
cuestione; se trata de hacer, de vivir, de construir; siempre contra las formas
y objetivos de este sistema, siempre con las formas y objetivos del sistema a
construir.
Pero no nos
engañemos, si se es antisistema de verdad siempre se será antisistema. La
realidad si apostamos por ella todo nuestro capital, siempre defrauda. Ser
conscientes de ello no nos debe hacer más cínicos sino más humanos. La utopía
existe en nuestro interior pero es imposible plasmarla íntegramente fuera de
él. Siempre quedará algo por hacer, algo que no es como nosotros pensábamos,
siempre habrá víctimas imprevistas a las que socorrer, vencedores amigos de los
que alejarnos. Si llegado un momento nos sentimos satisfechos no será porque el
sistema cumpla todos nuestros sueños, no será porque la realidad haya cambiado
y merezca nuestro aplauso, los que habremos cambiado somos nosotros, es a
nosotros a quienes aplaudimos.
Es un camino
siempre por hacer y que en gran medida se recorre en solitario. Antisistémica no
hay organización, no hay partido, no hay establo, no hay rebaño. Los medios que
hemos creado se han desmoronado en parte al alzarlos, pretenden un objetivo
nunca verbalizado, ser un lugar donde el ganado pueda pacer tranquilo rodeado
de los suyos o embestir vitoreándose para sentirse en grupo protagonistas del
humo. No los sacralicemos. Y aún así sólo en el empeño en esa palabra, antisistema, reside la dignidad, es la que
nos permite llegar más lejos, la que nos permite actuar desde el lugar más
mínimo y sentir que ha merecido la pena vivir y disfrutar de sus frutos,
incompletos pero en los que hemos podido percibir, en parte, nuestra autoría,
pequeñas teselas de un mundo que merece la pena vivir y de una causa por la que
merece la pena luchar.
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