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domingo, 9 de enero de 2011

NAVIDAD EN DOS ACTOS (I)

ACTO I. LA NAVIDAD. SE BUSCA.

Perdonen el atrevimiento, osaré hacer teología. Sé que quieren convertirla en reducto exclusivo para los fieles (en el estricto sentido de la palabra) y, a ser posible, para sus profesionales. Pero puesto que quieren hacer llegar su mensaje a toda la sociedad, yo, como miembro de ésta, me atreveré a entrar en su juego. Es mi derecho.
En el afán de recristianización de unas fiestas perdidas y de una sociedad perdida en el que se haya inmersa la iglesia católica española y, en especial, su jerarquía, se está promoviendo la exhibición pública de un pequeño estandarte que representa un niño Jesús con el mensaje “Dios se hace hombre. Es Navidad”. Sería aceptable, en verdad es eso lo que se pretende celebrar en estos días, la buena nueva que supone la humanización de un Dios incorpóreo, pura esencia, invisible, impalpable. Celebremos esa buena nueva, pero seamos coherentes con ella.
Una buena nueva así sólo puede resumirse en un precepto que necesariamente pase por la relación con los otros, con el otro. Todo lo demás ha de pasar a un segundo lugar. No me inventaré nada, todo está escrito.
“Por tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda”. (Mateo, 5, 23-24) No hay celebración válida sin reconciliación. Todo gesto conmemorativo ha de pasar antes por la atención al otro, de no ser así sólo es mentira, hipocresía, fariseísmo.
“El sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el sábado”. (Mc, 2:23-28) Toda creación humana ha de estar al servicio del hombre y no éste al servicio de ella. La iglesia y toda su parafernalia no dejan de ser una creación humana.
¿Y con qué hermano es necesaria la reconciliación? Con los que sufren: Bienaventurados los que lloran: porque ellos serán consolados. (Mateo, 5: 5), los pobres: Bienaventurados los pobres de espíritu: porque de ellos es el reino de los cielos (Mateo, 5:3) los insatisfechos, deseosos de un mundo justo: Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia: porque ellos serán saciados (Mateo, 5:6), los perseguidos por buscar esa justicia: Bienaventurados los que sufren persecución por la justicia, pues de ellos es el reino de los cielos (Mateo, 5:10)
Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a verme.
Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer?¿ó sediento, y te dimos de beber?¿Y cuándo te vimos forastero, y te acogimos? ¿o desnudo, y te vestimos? ¿O cuándo te vimos enfermo, ó en la cárcel, y fuimos a verte? Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis á uno de estos mis hermanos pequeñitos, á mí lo hicisteis. (Mateo, 25:35-40)
Y por las mismas razones se repudiará a los que no realizaron esas prácticas. No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel Día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: ¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad! (Mate, 7:21-27) La voluntad del Padre es le esencial, la práctica con los hermanos, no la religiosidad hueca y de fachada.
Ese Dios cercano es un exiliado que debe de huir para salvar su vida, que es rechazado por todos y que debe de buscar cobijo en un pesebre entre animales, como animales, pobres y en soledad.
La navidad no pude abstraerse de la totalidad del mensaje salvo riesgo de quedar convertido en postal empalagosa y ñoña afectando a la sensiblería no a los sentimientos, y esta totalidad incluye necesariamente el final: la muerte. La muerte aceptada antes que mancharse de los vicios que detesta. La semilla que germinará ha de ser una semilla limpia. La carga de odio, la reacción visceral ante las amenazas para nuestro bienestar que suponen los pobres, el fanatismo, el discurso racista y reaccionario es incompatible con la vivencia de esa Navidad como lo es con la vivencia del mensaje cristiano.
El problema verdadero no es como viven los no creyentes esa Navidad, el auténtico es como la viven los propios católicos y qué ha hecho la Iglesia de esa buena nueva.
El Dios cercano hecho hombre se divinizó y se alejó de nuevo, un hombre sin pasiones, sin necesidades, sin biología, sin dudas, sin contradicciones, sin deseos, sin emociones, sencillamente, no es hombre. La supuesta opción de Dios haciéndose hombre es secuestrada por éste siendo divinizado de nuevo y mandado de vuelta al espacio interestelar. Y con él toda creación del propio hombre en nombre de ese Dios, el sábado pasa a estar por encima del hombre, éste supeditado a aquel, subordinado a todo lo que el hombre ha puesto el marchamo de Dios. El Jesús liberador fue mal visto y eliminado por los legalistas de entonces, los legalistas de hoy y de siempre hacen lo mismo. El Gran Inquisidor gobierna con planteamientos maquiavélicos. No hay buena nueva, lo que hay es tan viejo como la humanidad, el viejo miedo a la libertad y a sentirse autónomo y responsable, es el discurso del poder, el gran teatro de siempre: la hipocresía. Y a eso ponemos belenes, luces, villancicos, comilonas, consumismo, mientras que ese Dios hecho hombre sigue naciendo ignorado por todos.
Pero no nos preocupemos, esto es política y la fe no se debe mezclar con la política, podemos hacer la digestión del pavo tranquilos.

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