5. LOS QUEMADOS.
Ramillete de lugares comunes
Todo, la Administración, las familias, la sociedad, los alumnos, todo ha colaborado a la generalización del sentimiento de quemado en el docente.
¿En qué consiste el síndrome del docente quemado? Se trata de una compleja manifestación de síntomas que sufren los maestros y profesores que deben enseñar en un ambiente plagado de hostilidades. ¿En qué consisten esos síntomas? El docente quemado es un docente que se siente fatigado y sin energía, insatisfecho con su trabajo, muy crítico con su entorno laboral pero a la vez muy resistente al cambio.
Test. 1.- Sentirse mal pagado y sobrepasado por el trabajo. 2.- Sentirse desvinculado del centro donde se trabaja y de los compañeros. 3.- Sentirse incapaz de hacer frente a problemas de indisciplina, a alumnos con necesidades educativas especiales o al trabajo burocrático. 4.-Sentirse cansado, irritado o deprimido al acabar la jornada laboral. 5.- Faltar al trabajo frecuentemente debido a problemas leves de salud, como resfriados. Contestar sí a una de estas preguntas denota sufrir Estrés laboral y decir si a tres de ellas denota estar quemado.
La experiencia de sentirse quemado es una experiencia personal legítima y natural en muchas ocasiones, pero es necesario hacer dos apreciaciones:
1. Se trata de una experiencia absolutamente personal no corporativa. Se produce por el desequilibrio continuado existente entre esfuerzo y resultados. No es justificable que pueda argumentarse cuando no hay esfuerzo o cuando no ha habido tiempo. No se trata de una experiencia corporativamente hereditaria y es inaceptable que profesorado de recién ingreso e incluso interino achaquen eso para justificar sus actitudes.
2. El único causante no es el ambiente hostil. Ese desequilibrio entre esfuerzo y resultados puede deberse en buena medida a una falta de formación de los docentes tanto la inicial como la permanente, se debe formar a los docentes para enseñar a los chicos y chicas reales qué se van a encontrar en los colegios e institutos con los problemas que tienen hoy en día. Se debe cuidar la formación de los profesores noveles apoyándolos y guiándolos en sus primeros cursos (que no se hace, con frecuencia se le adjudican los cursos más problemáticos, un tratamiento de choque). Se debe capacitar a los docentes para desempeñar su función de la mejor manera posible. Pero todo este se debe no nos puede hacer olvidar que también se trata de un deber nuestro, la conciencia de nuestra responsabilidad en ese estado y el deber de buscar las salidas personales y educativas de él.
3. El síndrome de quemado conlleva un componente ideológico muy crítico y muy resistente al cambio. La manera de hacer más llevadero ese sentimiento es extenderlo a los compañeros. Ese componente ideológico es fuertemente subjetivo, que responde a una experiencia personal de la que debemos ser conscientes. Transmitir amargura no mitiga la amargura la aumenta, aunque pretende calmar nuestra conciencia (mal de muchos…) Es legítimo aceptar el síndrome y aceptarse como tal, especialmente cuando uno ha luchado mucho antes, pero no lo es intentar contagiarlo. Una realidad quemada preponderante hace que las nuevas generaciones se acomoden a él asumiendo su discurso como lugares comunes sin haber alcanzado razones suficientes para caer en él.
Conclusiones teóricas.
Desencantamiento y conformismo social. Fatalismo. Fagocitosis del innovador.
Al oficio cargado de deberes y cargador de las dolencias del mundo propio de una visión moralizadora y “sacerdotal” de la profesión le ha seguido el camino hacia la indolencia cada vez mayor propia de una visión “neutral” de una burocracia ajena a los desequilibrios de la sociedad. Ese desencantamiento libera a la visión de la realidad de magia alguna y genera dos consecuencias, la primera la dependencia de la racionalidad, pero de una racionalidad del burócrata , una racionalidad de medios, técnica, que pretende ser neutral; la segunda el conformismo social resultante, no importa lo que le sucede a los demás y, si importa, nada se puede hacer. Se adopta un fatalismo que conduce a la pasividad y al inmovilismo. En ese contexto, ante un planteamiento innovador de un compañero se suele reaccionar con la descalificación, bien de la propuesta (poco elaborada, ya realizada sin éxito, escasa viabilidad, con graves efectos secundarios...), o bien del profesor (ingenuidad, sospecha de sus pretensiones, protagonismo, inmadurez...). A este comportamiento M. A. Santos Guerra lo llama fagocitosis del innovador. Fenómeno que a la par que calmar conciencias sirve para apaciguar ánimos y eludir posibles conflictos derivados de situaciones de innovación.
Un ramillete de consejos
No perder la ilusión.
No equivocarse. La motivación no viene de fuera, somos nosotros mismos quienes nos debemos motivar. Ser honrados con nosotros mismos, ver si realmente es en esto en lo que queremos trabajar, podemos hacer mucho daño a los niños.
Cuando uno empieza tiene grandes proyectos (o debería), quiere hacerlo muy bien, llegar a todos los niños… con el tiempo estos proyectos se van reduciendo, pero nunca hoy que quedarse sin ellos.
Un último consejo
En el sitio más inhóspito una persona marca la diferencia.
Para bien o para mal una persona marca la diferencia. Siempre será nuestra responsabilidad cual ha de ser nuestra influencia, nos podemos ocultar de ella pero nunca huir. Nos podemos engañar si no soportamos el dolor de la lucidez, pero habremos perdido muchos puntos de honradez.
Todo, la Administración, las familias, la sociedad, los alumnos, todo ha colaborado a la generalización del sentimiento de quemado en el docente.
¿En qué consiste el síndrome del docente quemado? Se trata de una compleja manifestación de síntomas que sufren los maestros y profesores que deben enseñar en un ambiente plagado de hostilidades. ¿En qué consisten esos síntomas? El docente quemado es un docente que se siente fatigado y sin energía, insatisfecho con su trabajo, muy crítico con su entorno laboral pero a la vez muy resistente al cambio.
Test. 1.- Sentirse mal pagado y sobrepasado por el trabajo. 2.- Sentirse desvinculado del centro donde se trabaja y de los compañeros. 3.- Sentirse incapaz de hacer frente a problemas de indisciplina, a alumnos con necesidades educativas especiales o al trabajo burocrático. 4.-Sentirse cansado, irritado o deprimido al acabar la jornada laboral. 5.- Faltar al trabajo frecuentemente debido a problemas leves de salud, como resfriados. Contestar sí a una de estas preguntas denota sufrir Estrés laboral y decir si a tres de ellas denota estar quemado.
La experiencia de sentirse quemado es una experiencia personal legítima y natural en muchas ocasiones, pero es necesario hacer dos apreciaciones:
1. Se trata de una experiencia absolutamente personal no corporativa. Se produce por el desequilibrio continuado existente entre esfuerzo y resultados. No es justificable que pueda argumentarse cuando no hay esfuerzo o cuando no ha habido tiempo. No se trata de una experiencia corporativamente hereditaria y es inaceptable que profesorado de recién ingreso e incluso interino achaquen eso para justificar sus actitudes.
2. El único causante no es el ambiente hostil. Ese desequilibrio entre esfuerzo y resultados puede deberse en buena medida a una falta de formación de los docentes tanto la inicial como la permanente, se debe formar a los docentes para enseñar a los chicos y chicas reales qué se van a encontrar en los colegios e institutos con los problemas que tienen hoy en día. Se debe cuidar la formación de los profesores noveles apoyándolos y guiándolos en sus primeros cursos (que no se hace, con frecuencia se le adjudican los cursos más problemáticos, un tratamiento de choque). Se debe capacitar a los docentes para desempeñar su función de la mejor manera posible. Pero todo este se debe no nos puede hacer olvidar que también se trata de un deber nuestro, la conciencia de nuestra responsabilidad en ese estado y el deber de buscar las salidas personales y educativas de él.
3. El síndrome de quemado conlleva un componente ideológico muy crítico y muy resistente al cambio. La manera de hacer más llevadero ese sentimiento es extenderlo a los compañeros. Ese componente ideológico es fuertemente subjetivo, que responde a una experiencia personal de la que debemos ser conscientes. Transmitir amargura no mitiga la amargura la aumenta, aunque pretende calmar nuestra conciencia (mal de muchos…) Es legítimo aceptar el síndrome y aceptarse como tal, especialmente cuando uno ha luchado mucho antes, pero no lo es intentar contagiarlo. Una realidad quemada preponderante hace que las nuevas generaciones se acomoden a él asumiendo su discurso como lugares comunes sin haber alcanzado razones suficientes para caer en él.
Conclusiones teóricas.
Desencantamiento y conformismo social. Fatalismo. Fagocitosis del innovador.
Al oficio cargado de deberes y cargador de las dolencias del mundo propio de una visión moralizadora y “sacerdotal” de la profesión le ha seguido el camino hacia la indolencia cada vez mayor propia de una visión “neutral” de una burocracia ajena a los desequilibrios de la sociedad. Ese desencantamiento libera a la visión de la realidad de magia alguna y genera dos consecuencias, la primera la dependencia de la racionalidad, pero de una racionalidad del burócrata , una racionalidad de medios, técnica, que pretende ser neutral; la segunda el conformismo social resultante, no importa lo que le sucede a los demás y, si importa, nada se puede hacer. Se adopta un fatalismo que conduce a la pasividad y al inmovilismo. En ese contexto, ante un planteamiento innovador de un compañero se suele reaccionar con la descalificación, bien de la propuesta (poco elaborada, ya realizada sin éxito, escasa viabilidad, con graves efectos secundarios...), o bien del profesor (ingenuidad, sospecha de sus pretensiones, protagonismo, inmadurez...). A este comportamiento M. A. Santos Guerra lo llama fagocitosis del innovador. Fenómeno que a la par que calmar conciencias sirve para apaciguar ánimos y eludir posibles conflictos derivados de situaciones de innovación.
Un ramillete de consejos
No perder la ilusión.
No equivocarse. La motivación no viene de fuera, somos nosotros mismos quienes nos debemos motivar. Ser honrados con nosotros mismos, ver si realmente es en esto en lo que queremos trabajar, podemos hacer mucho daño a los niños.
Cuando uno empieza tiene grandes proyectos (o debería), quiere hacerlo muy bien, llegar a todos los niños… con el tiempo estos proyectos se van reduciendo, pero nunca hoy que quedarse sin ellos.
Un último consejo
En el sitio más inhóspito una persona marca la diferencia.
Para bien o para mal una persona marca la diferencia. Siempre será nuestra responsabilidad cual ha de ser nuestra influencia, nos podemos ocultar de ella pero nunca huir. Nos podemos engañar si no soportamos el dolor de la lucidez, pero habremos perdido muchos puntos de honradez.
Como sabes ya había leído este escrito tuyo sobre "los docentes quemados". Al volver a leerlo ahora te confirmo mi acuerdo con tus ideas al respecto y te felicito por lo acertado de tu análisis. Tengo que añadir que a mí me preocupa más la inacción del día a día, "cumpliendo", que el llamado síndrome del docente quemado en sentido estricto. Aquello puede ser una consecuencia de ésto pero a mí me parece más empobrecedor.¡ Dios nos libre!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo con ese miedo, aunque creo que ambas cosas son una. El lugar común del quemado se utiliza en gran medida para justificar la inacción y el entorpecimiento. No es que estemos realmente quemados, es que nos hemos vuelto vagos e inmovilistas, pero vende más y mejor decir que uno está quemado. Aunque ojalá ¡Dios nos libre de que esto sea así!
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