Las palabras, de usarlas y usarlas a la ligera se desgastan, se convierten en cáscara hueca vacía de contenido, y no por ello, en algunas ocasiones, paradójicamente, carente de significado. Este es el caso del término demócratas. Con qué facilidad se utiliza la primera persona del plural para poder aplicárselo uno. Es triste, es peligroso, porque si hay un vocablo que habría que cuidar con esmero en estos tiempos es el de democracia. No podemos correr el riesgo de su devaluación, de su pérdida de sentido, de convertirlo en un sustantivo menor que de ser generalizado es incapaz de discriminar, de diferenciar lo verdadero de lo falso. De que termine siendo sinónimo de hipocresía.
“Nosotros los demócratas”, se dice para alejarse de los llamados violentos con dos objetivos evidentes, la descalificación de unos y la autosatisfacción personal, resaltar la pertenencia al club mayoritario, a la sociedad perfecta y normalizada.
Pero, ¿qué se pretende decir con ello? ¿Acaso una obviedad, que democracia y violencia física son términos antagónicos? ¿Que demócrata violento sólo puede ser un oxímoron? Es indudable, aquel que pretende imponer sus creencias u opiniones por medio de la violencia física de manera alguna puede llamarse demócrata, sin embargo, no es la ausencia de ejercicio de esa violencia, sin más, lo que caracteriza al demócrata, es necesario matizar con claridad su significado para evitar convertirnos en una sociedad autocomplaciente, incapaz de percibir sus errores y limitaciones. Sabiendo incluso que esa matización puede llegar hasta el conflicto.
No es demócrata aquel que utiliza para sus intereses otros tipos diferentes de violencia, más encubiertas, más sibilinas, más estandarizadas, más aceptadas en nuestra sociedad como naturales o permisibles. La violencia económica, el uso perverso del poder económico para modificar consciente o inconscientemente la opinión y la voluntad de los ciudadanos. La violencia verbal, el abuso permanente del insulto y la descalificación como arma dialéctica persiguiendo la destrucción política y personal del contrincante. ¿Son frecuentes estos tipos de violencia en nuestra sociedad? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es razonar, argumentar, convencer. No es demócrata aquel que usa como instrumento habitual y sin escrúpulos la mentira convencido de que, en su caso, el fin siempre justifica los medios. La democracia se ha de basar en la realidad, no en su negación o en la deformación de la misma, nunca en el engaño. No es demócrata aquel que simplifica esa realidad hasta caricaturizarla, quien basa su discurso en el tremendismo buscando el efecto del miedo y el escándalo, quien apela a la casquería humana en vez de a la razón. ¿Es frecuente en nuestro país este tipo de alegatos? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es sinónimo de apertura, de escucha al otro. No es demócrata aquel que por definición considera que siempre se encuentra él y su grupo en posesión de la verdad, y, en la misma medida, siempre se encuentran los otros inexcusablemente equivocados. No es demócrata aquel que nunca tiene nada que aprender del otro. No es demócrata la estrategia partidista cuyo único objetivo es el triunfo electoral y todo lo supedita a ésta y no a la consecución del bien común obnubilado en la presunción de que él es, en sí mismo, el bien común. ¿Asistimos a este tipo de estrategias? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es el gobierno de todos, el triunfo de la mayoría. En su definición clásica se opone al gobierno de uno (monarquía) o de unos pocos (aristocracia), es un sistema que abre compuertas, derriba barreras, iguala diferencias. No es demócrata aquel que excluye y margina, aquel que levanta muros, que justifica desigualdades, quien fomenta la xenofobia y, en consecuencia, hace gala de patrioterismo, peque de la lateralidad que peque. ¿Existen estos comportamientos? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es el triunfo de la ley, del juego limpio, de las mismas reglas para todos. No es demócrata quien hace trampa, quien manipula las instituciones para jugar siempre con ventaja, quien se aprovecha de lo que es de todos en su exclusivo beneficio. ¿Ocurre esto? ¿Quiénes son los demócratas?
Ahora miremos de nuevo la foto: nosotros los demócratas. El rostro de satisfacción, la tranquilidad de conciencia, el asentimiento del público, el pensamiento laxo, el pseudoholliganismo partitocrático de unos, las mismas palabras repetidas hasta la saciedad, la foto común, los dedos cruzados, el aplauso final. ¿Quiénes son los demócratas?
“Nosotros los demócratas”, se dice para alejarse de los llamados violentos con dos objetivos evidentes, la descalificación de unos y la autosatisfacción personal, resaltar la pertenencia al club mayoritario, a la sociedad perfecta y normalizada.
Pero, ¿qué se pretende decir con ello? ¿Acaso una obviedad, que democracia y violencia física son términos antagónicos? ¿Que demócrata violento sólo puede ser un oxímoron? Es indudable, aquel que pretende imponer sus creencias u opiniones por medio de la violencia física de manera alguna puede llamarse demócrata, sin embargo, no es la ausencia de ejercicio de esa violencia, sin más, lo que caracteriza al demócrata, es necesario matizar con claridad su significado para evitar convertirnos en una sociedad autocomplaciente, incapaz de percibir sus errores y limitaciones. Sabiendo incluso que esa matización puede llegar hasta el conflicto.
No es demócrata aquel que utiliza para sus intereses otros tipos diferentes de violencia, más encubiertas, más sibilinas, más estandarizadas, más aceptadas en nuestra sociedad como naturales o permisibles. La violencia económica, el uso perverso del poder económico para modificar consciente o inconscientemente la opinión y la voluntad de los ciudadanos. La violencia verbal, el abuso permanente del insulto y la descalificación como arma dialéctica persiguiendo la destrucción política y personal del contrincante. ¿Son frecuentes estos tipos de violencia en nuestra sociedad? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es razonar, argumentar, convencer. No es demócrata aquel que usa como instrumento habitual y sin escrúpulos la mentira convencido de que, en su caso, el fin siempre justifica los medios. La democracia se ha de basar en la realidad, no en su negación o en la deformación de la misma, nunca en el engaño. No es demócrata aquel que simplifica esa realidad hasta caricaturizarla, quien basa su discurso en el tremendismo buscando el efecto del miedo y el escándalo, quien apela a la casquería humana en vez de a la razón. ¿Es frecuente en nuestro país este tipo de alegatos? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es sinónimo de apertura, de escucha al otro. No es demócrata aquel que por definición considera que siempre se encuentra él y su grupo en posesión de la verdad, y, en la misma medida, siempre se encuentran los otros inexcusablemente equivocados. No es demócrata aquel que nunca tiene nada que aprender del otro. No es demócrata la estrategia partidista cuyo único objetivo es el triunfo electoral y todo lo supedita a ésta y no a la consecución del bien común obnubilado en la presunción de que él es, en sí mismo, el bien común. ¿Asistimos a este tipo de estrategias? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es el gobierno de todos, el triunfo de la mayoría. En su definición clásica se opone al gobierno de uno (monarquía) o de unos pocos (aristocracia), es un sistema que abre compuertas, derriba barreras, iguala diferencias. No es demócrata aquel que excluye y margina, aquel que levanta muros, que justifica desigualdades, quien fomenta la xenofobia y, en consecuencia, hace gala de patrioterismo, peque de la lateralidad que peque. ¿Existen estos comportamientos? ¿Quiénes son los demócratas?
Democracia es el triunfo de la ley, del juego limpio, de las mismas reglas para todos. No es demócrata quien hace trampa, quien manipula las instituciones para jugar siempre con ventaja, quien se aprovecha de lo que es de todos en su exclusivo beneficio. ¿Ocurre esto? ¿Quiénes son los demócratas?
Ahora miremos de nuevo la foto: nosotros los demócratas. El rostro de satisfacción, la tranquilidad de conciencia, el asentimiento del público, el pensamiento laxo, el pseudoholliganismo partitocrático de unos, las mismas palabras repetidas hasta la saciedad, la foto común, los dedos cruzados, el aplauso final. ¿Quiénes son los demócratas?
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