Dios es laico, no tiene religión, no la necesita. Son los hombres los que se empeñan en inventarlas, en crearlas para poder atraparlo, entenderlo, o quizás gobernarlo. Esfuerzo inútil porque Dios es por definición inatrapable, inabarcable, incomprensible, ingobernable, se escurre entre nuestros dedos al intentar asirlo y sólo nos queda la sensación, quizás ilusoria, de que alguna vez llegamos a tocarlo. Nos queda el esfuerzo más o menos afortunado por llegar a comprender su silencio o por rellenar ese silencio con nuestras propias palabras y hacerlas palabras de dios, palabras de hombres que juegan con dios, que juegan a serlo. Soñé que fui a su encuentro y no pudo verme, y no pudo oírme. Se encontraba postrado en cama, inútil, desvalido, a mi merced. Se me cayó la ilusión de un Dios guiando y protegiendo mis pasos, orientándome. Estaba allí, vivo pero inerte. Incapaz de nada, salvo existir, totalmente dependiente de mí. Él (ella) lo hacía de mí, no yo de él. Yo podría protegerle o no, cuidarle, curar sus llagas, limpiar sus desperdicios, o cerrar la puerta e irme. Era sólo yo el que tomaba la decisión, él no me la reprocharía, estaba ajeno a ella. Yo debía elegir entre el deber de cuidarlo o la necesidad de abandonarlo. ¿Qué me obligaba a estar allí, a mantenerlo vivo? Bastaba cerrar la puerta para matarlo. Le hablaba, le contaba mis cosas, le pedía ayuda, confiando (o soñando o jugando a ello) en que aún en su estado me podía oír; era la necesidad de sentirme en comunicación con él, de tener la experiencia subjetiva de formar un solo ser, hablaba conmigo, hablaba con lo de él que permanece en mí.
Fue solo un sueño engarzado a ese otro permanente de la humanidad llamado Dios. Es pura fragilidad, pura realidad secular quebradiza y dependiente. Es sólo realidad secular, fuera de ella no está. Un gran agujero negro que desconocemos y en el que se encuentra atrapado y que atrae al hombre desde el principio de los tiempos. Un enigma al que nos empeñamos en darle forma humana para asirlo, como podríamos darle fórmulas matemáticas para hacerlo más lógico, como podríamos no darle forma y dejarnos interrogar por ese vacío.
Estamos solos ante la decisión de qué hacer con el mundo, con la vida, con los hermanos, con él. Nuestra es la responsabilidad de la decisión. No existe pero se empeña en seguir existiendo, en seguir dando lugar a las preguntas y motivos para el abuso de las respuestas, pero él o ella (el pronombre sólo es un intento de hacerlo cercano) no da respuestas, las tenemos que descubrir en el día a día, en las noticias que nos golpean, en lo que queremos ser o hacer de nosotros. Es pura laicidad, es patrimonio de todos. Sólo los que lo alejan del mundo se alejan de él, aunque lo hagan en su nombre y ostenten cardenalatos, utilizando lo que no pudo decir, lo que el hombre ha creído escuchar en el silencio, ver en la oscuridad. Huyamos de los que quieren construir un mundo gobernado por dios, por su idea de dios, porque sólo pretenden gobernarlo ellos. Porque él sigue ahí mudo, ciego, dependiendo de cada uno de nosotros, como el mundo y las personas que nos rodean.
Nos corresponde a nosotros la última palabra, somos responsables, somos libres, pero nadie nos librará de las preguntas, ni del dolor en la búsqueda de sus respuestas. Dios sólo sobrevive en la laicidad, los símbolos nos ayudan a expresarnos, pero nadie es dueño de ellos, ni los símbolos ni ese nadie puede o debe someternos. Son nuestros, puro invento de nuestras tinieblas para alcanzar la luz, pura necesidad del hombre que nadie nos debe arrebatar. Somos pura vida. Dios es laico.
Fue solo un sueño engarzado a ese otro permanente de la humanidad llamado Dios. Es pura fragilidad, pura realidad secular quebradiza y dependiente. Es sólo realidad secular, fuera de ella no está. Un gran agujero negro que desconocemos y en el que se encuentra atrapado y que atrae al hombre desde el principio de los tiempos. Un enigma al que nos empeñamos en darle forma humana para asirlo, como podríamos darle fórmulas matemáticas para hacerlo más lógico, como podríamos no darle forma y dejarnos interrogar por ese vacío.
Estamos solos ante la decisión de qué hacer con el mundo, con la vida, con los hermanos, con él. Nuestra es la responsabilidad de la decisión. No existe pero se empeña en seguir existiendo, en seguir dando lugar a las preguntas y motivos para el abuso de las respuestas, pero él o ella (el pronombre sólo es un intento de hacerlo cercano) no da respuestas, las tenemos que descubrir en el día a día, en las noticias que nos golpean, en lo que queremos ser o hacer de nosotros. Es pura laicidad, es patrimonio de todos. Sólo los que lo alejan del mundo se alejan de él, aunque lo hagan en su nombre y ostenten cardenalatos, utilizando lo que no pudo decir, lo que el hombre ha creído escuchar en el silencio, ver en la oscuridad. Huyamos de los que quieren construir un mundo gobernado por dios, por su idea de dios, porque sólo pretenden gobernarlo ellos. Porque él sigue ahí mudo, ciego, dependiendo de cada uno de nosotros, como el mundo y las personas que nos rodean.
Nos corresponde a nosotros la última palabra, somos responsables, somos libres, pero nadie nos librará de las preguntas, ni del dolor en la búsqueda de sus respuestas. Dios sólo sobrevive en la laicidad, los símbolos nos ayudan a expresarnos, pero nadie es dueño de ellos, ni los símbolos ni ese nadie puede o debe someternos. Son nuestros, puro invento de nuestras tinieblas para alcanzar la luz, pura necesidad del hombre que nadie nos debe arrebatar. Somos pura vida. Dios es laico.
Jesús, hace mucho escribí:
ResponderEliminar"Los pájaros cantan enloquecidos
la luz del domingo:
Dios se ha dormido".
Hoy quiero regalarte la impronta de esa intuición aunque tú mereces mucho más.
Me ha encantado esta nueva entrada de tu blog. Sabes que soy fiel devoto de la palabra bien dicha y escrita y la tuya lo es.