La vida es naufragio
rodeado de nubes.
Pero no lo vi
hasta que no traspasé
la algodonosa realidad
y me vi perdido
y agarrado a una tabla.
Frágil como un cristal que estalla entre los dedos
así soy yo,
esa figura aparente de acero
que se rompe cada noche
sin que nadie lo presencie.
La vida es minúscula,
ni tan siquiera un milímetro,
casi un soplo.
Y quiero más.
Pero me veo,
una y otra vez
aventando la nada.
Fosforo encendido
a punto de ser apagado.
Tuve que recorrer miles de kilómetros en busca de la risa
para encontrarla al final bajo un mar de lágrimas.
Qué querías que hiciera en mis manos con tu ropa
después de dármela tú,
si lo que yo quería es ver tu cuerpo desnudo.
Para qué me sirve tanto sueño
si tus manos estarán siempre lejos de mí.
Es a ti a quien deseo,
pero dudo que basten mis lágrimas para conseguirte.
Llorar en un desierto solo sirve para acelerar la muerte.
Quiero tener mi cabeza entre tus piernas
cubierta por tu falda
y tus manos sobre ella.
Mi lengua horadando tu sexo
en busca de la salvación,
a las puertas del infierno.
Me niego a tener miedo a tu contacto,
quiero encontrarme atrapado en la telaraña de tus manos,
saborear intensamente el pecado de tu sexo,
introducirme de lleno en el contagio de tus besos,
dejarme llevar hasta perderme por tu aliento,
ráfaga de vida cargada de veneno.
beber en tus ojos toda tu amargura
hasta extraer con mi boca tu calentura,
tragar con ansiedad el veneno de tu saliva,
sentirme remojar con el sudor de tu axila,
poder entrelazar mi lengua con la tuya
y absorber cada poro de tu piel desnuda.
No quisiera jamás sentirte lejos,
soy consciente plenamente del riesgo,
caudal aliviado en el que bañarme,
pozo profundo de placer, si es necesario, en el que ahogarme.
Cuando la vida se hace ruido,
intenso y permanente ruido,
desagradable y obsceno ruido,
sólo es decente el silencio.
Cuando ya todo se siente dicho,
cuando toda palabra sobra,
toda es artificial y redundante,
sólo se ansía el silencio.
Cuando nada se comprende
y nada se quiere entender
sólo se desea vivir en la ignorancia.
Lo que importa de verdad es el silencio.
Silencio entre nubes,
muda garganta ronca
voceando su miedo.
Allí estoy,
sin que tú puedas verme,
en una esquina de tu dormitorio
Contemplando como te desnudas.
Gesto a gesto,
prenda a prenda.
Observando tus deliciosos movimientos
para quitarte tu ropa más intima
y vas dejando al descubierto
los secretos de tu cuerpo.
Y yo gozando de esas delicias
sin que tú puedas descubrirme
estando como estás
únicamente en mi cabeza.
Cuando a la noche cierro los ojos
las palabras se amontonan en mi mente
cambiando unas y otras de lugar,
buscando la posición adecuada
que venga a decir con precisión
lo que yo deseo.
Siempre, al despertar,
descubro
que una ráfaga de viento
se las ha llevado.
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