Para Inma y Álvaro
La vida es un río en el que las
dos orillas están separadas. El correr del agua no se detiene y esas orillas
permanecen enfrentadas, el río avanza y en ocasiones el caudal disminuye y es
posible pasar de una orilla a otra a pie, casi sin mojarse los tobillos, pero
en otras ocasiones el agua avanza, su caudal aumenta y la velocidad se dispara,
el paso de una orilla a otra parece casi imposible, es necesario prolongarse en
el tiempo y cuando casi se ha perdido la esperanza de lograrlo encontramos un
puente. Las dos orillas se unen con él, permanecen separadas, con vida propia,
pero, de alguna forma, ya son una. Así ha de ser la vida, lograr una unidad
pero sin perder la autonomía, sacrificar algo de una de las partes para
beneficio de la otra. El río ha de avanzar lo máximo posible, así como su
caudal, la vida interior de cada uno, pero siempre hay que tener un puente a
nuestra disposición, el que nunca ha de desmoronarse para poder acercarnos de
una orilla a la otra y, cuando sea necesario, poder volver. Mantener en pie ese
puente es tan necesario como mantener nuestra propia orilla. El río avanza y en ese avance encontraremos torrentes y
cataratas por los que, a veces, nos dará miedo continuar, obstáculos que para
nuestro dolor tendrán nombres cercanos a nosotros y cercanos en el tiempo, como
el de Aurora. Pero tendremos que continuar hasta la desembocadura, la que
adquiere vida propia, la que tiene su propio nombre, la que hoy se llama
Pelayo.
Vivíd sedientos de vida y
hambrientos de placer pero sin que la ansiedad os atragante ni el hambre de un
placer os impida disfrutar de la enorme variedad de sencillos placeres que nos
rodean.
Que vuestra familia sea un
núcleo sólido que os defienda de los dolores del exterior pero que sea
permeable a los demás. Este pequeño reducto es nuestro mundo pero no olvidéis
que se encuentra en otro mayor al que no podemos ignorar por mucho que lo
intentemos.
Que vuestra vida sea un continuo
dar y recibir. No tenemos nada si no damos, no somos nadie si nadie se acuerda
de nosotros y nuestro buzón permanece vacío.
Sin duda habrá confrontación
pero que nunca sea de tal magnitud que no se pueda resolver con una caricia.
Que en vuestra confianza siempre esté el por favor, el gracias y el perdón.
Que vuestra casa sea el reposo del guerrero y de la guerrera, pero que esa
comodidad no os haga cómodos ni haga caer el esfuerzo más sobre una persona que
sobre otra.
Buscad la felicidad pero sabed
que esta nunca es permanente. La felicidad no circula en ríos bravos sino en regatos tranquilos, no
agota nuestro tiempo sino que nos encuentra por los pequeños rincones, no nos
busca a pleno sol sino que nos acompaña en los crepúsculos, aún así, desde esta
aparente pobreza, es la esencia que perfuma cada instante de nuestra vida y que
nos guía en la salida del túnel.
Sed
felices, haced felices a los demás. Os queremos.
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