El sonido de la música es capaz de crear en ti el sonido de tus palabras.
Fue pensar en la variedad de formas y sonidos que permite el jazz cuando creí
entender su única prohibición: la de no ser libres.
Prohibido no ser libres
Prohibido llenarse de certezas y no dejar espacio para la duda y la
interrogación. La certeza se convierte en dogma y el dogma en grilletes.
Prohibido ansiar un espacio en el rebaño y dedicar la vida a no quedarse
nunca atrás. Terminaremos creyendo que el único olor en la vida es el de el
estiércol.
Prohibido elegir el pensamiento de moda y evitar el esfuerzo de tener uno
propio aunque diferente al de los demás. Copiar el pensamiento de los otros
termina por hacernos olvidar la manera de generarlo.
Prohibido evitar los espejos por miedo a ver reflejadas nuestras
deformidades.
Prohibido tener miedo al miedo o de tanto temor terminaremos asustándonos del
aire que nos rodea.
Prohibida la angustia de sentirse solo. La soledad puede ser la ocasión
para encontrarnos a nosotros mismos.
Prohibido añorar los laureles y rechazar los dolores. Los primeros, si son
artificiosos, nos reducen, los segundos nos pueden hacer crecer.
Prohibido silenciar la expresión, sea verbal o física, sea emocional o
racional. Solo de esa manera llegará uno a ser ex preso.
Prohibido el recelo a ser señalado y el deseo de permanecer oculto en la
masa. Olvidaremos aquello que nos distingue.
Prohibido hipotecar tu vida tanto que todo tu mañana sea siempre un pasado.
Prohibido decir sí a todo. De tanto bajar la cabeza la cerviz quedará
agachada.
Prohibido el deseo de desear y la obsesión de acaparar. Olvidaremos todos
los nombres, sólo recordaremos el nuestro.
Prohibida la prohibición de no ser libre, que tu única atadura sea el amor.
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