No es posible
huir de la vida por muy rota y demacrada que se muestre como no es posible huir
de uno mismo sintiéndose constantemente perseguido por la propia sombra. Sólo
en la completa oscuridad desaparece esta pero también desparece uno, un nadie
cabalgando sobre sombras.
No siempre es
limpia esa vida, con frecuencia la acompañan las heces y la orina y es
imposible estar en ella sin mancharse uno, pero ha de ser uno consciente de que
el tesoro se haya junto al desperdicio, el trigo junto a la cizaña, la alegría
junto a la pena, el placer junto al dolor. No se puede escapar de uno sin
perder también lo otro. No te iluminará la luz de la mañana sin haber vivido la
noche, no disfrutarás la suavidad de la caricia sin haber llegado a vivir el
rasponazo del llanto.
No puedes huir
de la vida, allá donde estés la encontrarás. No puedes huir de ella sino ir a
su encuentro, sumergirte en sus profundidades, allí donde se ocultan las
riquezas; enfangarte en ella para poder ser alfarero, para transformar el cieno
en barro del que surjan nuevas realidades. En la fuga perderás lo humano pero no
dejarás de arrastrar tus mezquindades, olvidarás lo justo pero seguirás
reflejando cada mañana tus deformidades en el espejo, por miedo a la ternura
convertirás tu existencia en un roquedal.
No puedes huir
de la vida, estará allá donde tú estés, has de ser protagonista de ella, ir
tallando tu figura, dándole forma a tu casa, y en el devenir no tener miedo a
las caídas ni miedo a los errores pues cada día tendrás la ocasión de forjarte
una nueva oportunidad, no la que se fue, no la que perdiste, otra, aquella que
demuestra que estás vivo y que nunca renunciarás a ser un creador.
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