Meta- es un
prefijo que aporta el significado de “más allá de” o que “trasciende o
reflexiona sobre”. Hace muchos años, allá cuando yo era joven recuerdo utilizar
ese concepto aplicándolo a lo que llamaba el “juego de la vida”, es decir,
vivir sin más, encontrarse los
seres humanos en un estado de actividad en el que, como el resto
de los seres orgánicos, nace, crece, se reproduce y muere, y en ese proceso se
relaciona con los demás y con el medio ambiente que le rodea. El estricto destino
del ser humano no es sino desarrollar las actividades necesarias para crecer
(comer y cuidar su salud), reproducirse (la sexualidad en general y la cópula
en concreto) y relacionarse (toda la actividad cultural y social que también
permite, evidentemente de otra manera y en otro orden, crecer y reproducirse).
La satisfacción prioritaria de toda persona pasa por complacer estas
necesidades y lograrlo sin más. Una sociedad ideal y al mismo tiempo irreal,
literalmente utópica sería aquella en la que se pudieran satisfacer esas
necesidades sin más complicaciones, sin que hubiera que establecer reglas,
límites, sin que el ser humano se tuviera que organizar, agrupar y rivalizar.
Esto es evidentemente imposible, el hombre tiene que reunirse y reflexionar
acerca de la manera en como ha de organizarse la vida y pelear los derechos que
le acerquen esa satisfacción, es decir, entramos en el meta-juego, no en vivir
la vida sino en reflexionar como podemos y debemos vivir la vida. Dado ese paso
se nos exige uno más y es como organizar las organizaciones, es decir la
reflexión sobre como hemos de reflexionar sobre la vida, analizarla y tomar decisiones; no realizar las
actividades de ésta sino regular las organizaciones que aspiran a regular esas
actividades. Sería el meta-meta-juego. Esto es una simplificación, claro está,
que podría ampliarse a un sin número de niveles; el ir más allá de la propia
vida para distanciarse de esta y constituirse en una jerarquía que la
reglamenta y doblega se establece a nivel social y se establece de hecho en las
distintas organizaciones; se instituye una jerarquía que en la misma medida que
regula las actividades de la vida se va distanciando de esta.
Esta
inevitable complicación genera de hecho una doble riesgo, uno a nivel estructural
y otro a nivel personal. En el primero hay una inversión del orden jerárquico,
lo importante no es la base, el pueblo, sino la cúpula. Lo que hay que escuchar
no es la información de esa base, insertada en la realidad, sino las
directrices que establece esa cúpula. Problema, que la organización no alimenta
la realidad sino a sí misma, a la propia organización. Lo importante no es
cambiar la realidad sino acrecentar el poder económico y social de la
organización, el medio se convierte en fin. No somos transformadores sociales
sino servidores de ese medio. Esta estructura piramidal puede darse en las
iglesias y sus colectivos, como en los partidos, sindicatos y organizaciones
sociales sin que los colectivos desfavorecidos inmersos en un supuesto proceso
de empoderamiento se encuentren exentos de ese riesgo. Se puede decir que ya el
propio proceso de crecimiento y fortalecimiento ya es en sí mismo una prueba de
la incidencia en la realidad y su transformación social. La complejidad de la
realidad y el análisis que requiere exige una cierta burocracia que puede
degenerar en prácticas de nepotismo y en la suposición de que el sistema
es siempre perfecto y correcto por definición, provocando que la organización
sea poco proclive al cambio y a la autocrítica, como consecuencia de la poca
estima por las opiniones disidentes. Sin embargo, este
razonamiento puede ser significativo de una interpretación muy diferente: la
organización es una iglesia y las prácticas que realiza y los planteamientos
que predica es su religión. Sea cual sea su intervención sobre la realidad esta
cumple dos fórmulas estrictamente religiosas: “Ex opere operato”, la primera, todo sacramento obra, tiene eficacia por el hecho de ser un
acto divino (transformador); no obtiene su eficacia o valor esencial ni del
fervor ni de los merecimientos ni de la actividad del ministro o del sujeto que
recibe el sacramento (independientemente de cual sea esa intervención) sino por
la validez del mismo (en este caso que se haga lo mandado en beneficio de la
organización). La segunda, “Extra
Ecclesiam nulla Salus” que
significa: "Fuera de la Iglesia no hay salvación". Es decir,
no hay salvación fuera de mi iglesia,
de mi partido, de mi sindicato, de mi… Es por eso por lo que tengo derecho a primar sus intereses por
encima de todo, y a castigar, difamar, hundir a todo aquel que pueda ser
considerado enemigo al rivalizar en intereses con él.
En
el segundo riesgo se sustituye el goce de la vida por el de la abstracción,
pero una abstracción que no supone un gozo intelectual sino meramente narcisista.
Una actividad que puede producir múltiples preguntas, entre ellas: ¿Para qué
trabajo? ¿Para quién? ¿Merece la pena el esfuerzo? ¿Compensa la tensión que
tengo? ¿Qué tipo de persona me estoy haciendo? ¿Hago realmente lo que digo
hacer? ¿Tengo tiempo, fuerzas y ganas para mí? ¿Tengo tiempo, fuerzas y ganas
para los demás? ¿Para mi familia? ¿Conozco la realidad? ¿La vivo? La prioridad
es la organización y los mandatos y decisiones de su jerarquía, ¿qué supone
esto?: Es la jerarquía la que piensa por mí y yo no puedo pensar y actuar en
contra de la misma, ante un dilema la decisión a tomar siempre ha de ser
aquella que beneficie a mi organización, si es necesario mi tiempo y mis
fuerzas han de ser gastadas prioritariamente en lo que establezca el aparato y
en sus tareas burocráticas. Es decir, reduzco a casi cero el ejercicio de
pensar y la capacidad crítica y ética, de la misma manera que lo hago con el
hecho de disfrutar y hacer disfrutar de las bondades de la vida y de percibir
de primera mano la realidad y dejarme interrogar por ella.
¿A
que viene recuperar ahora un pensamiento de mi juventud? Quizá porque me llegó
la vejez y sus limitaciones, la discapacidad y la dependencia, antes de tiempo, porque es entonces cuando te das
cuenta del tiempo que has desperdiciado, de lo equivocado que estabas situando
la grandeza lejos de lo humano, no es cierto que nada de lo humano me sea ajeno
si gasto mis energías en el simple beneficio de la organización y de mí mismo,
del personaje que he creado y de sus privilegios y prebendas. Lo esencial se
encuentra en el juego de la vida y en los niveles que actúan directamente sobre
él; la complejidad de la actividad humana puede exigir ese meta-meta-juego
siempre limitando el tiempo que estoy en él, lo contrario es que fácilmente
dejo de ser la persona para convertirme simplemente en el personaje y mi
ejercicio permanente de abstracción puede hacer que yo me convierta también en
un personaje abstracto. “Memento mori”, recuerda que eres mortal y el tiempo
para vivir y hacer vivir es el que transcurre entre tu nacimiento y tu muerte.
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